domingo, 9 de febrero de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

IMPRONTA VITAL
Hace unos cuantos días falleció Kirk Douglas, uno de los grandes actores hollywoodenses del siglo pasado.  Al margen de su notable participación en cintas de calidad, y de ser cabeza de una familia de actores, en lo personal me remitió a una parte de mi infancia que es grato recordar, y aquí les cuento:
          Eran mediados de los años sesenta, cuando mi padre –ingeniero civil--  fue invitado a participar en la construcción del Auditorio de Durango, dentro del Parque Guadiana, en la capital de dicho estado.  De esta obra se seguirían otras más, lo que llevó a que la familia moviera su residencia de Torreón a la Perla del Guadiana.  Fue así como yo entré a cursar el cuarto año de primaria en un colegio de aquella ciudad donde, además del español se enseñaba el inglés.  Ahí pronto descubrí que con frecuencia llegaban actores norteamericanos a filmar cintas del oeste en la región. Se hospedaban en el hotel Casa Blanca, justo en el corazón de la ciudad.
          Dentro de las obras encomendadas a mi padre, estuvo el primer set de filmación para dichas películas, en la población de Chupaderos, a 14 kilómetros de la ciudad capital.  En lo personal, siendo aún muy niña, me maravillaba ver cómo aquellas construcciones de madera se transformaban, con la magia del cine, en edificios en torno a los cuales, se desarrollaba la trama de la película en turno.  
          Unas de las situaciones más surrealistas que viví, entonces con mis nueve años, fue acompañar a mi padre al restaurant del Casa Blanca algunas mañanas de sábado.  Mientras él hablaba con los personajes que le encomendaron la construcción, mi madre y yo, desde otra mesa, nos deleitábamos viendo desayunar a los grandes del momento, así como si nada.  De igual manera recuerdo a John Wayne y a Kirk Douglas en un vehículo de la época de color azul (mentiría si tratara de indicar marca o modelo, no lo sé).  La cuestión es que pasaban sobre la avenida Fanny Anitúa, en las proximidades del Parque Guadiana, frente a la esquina donde todas las chiquillas esperábamos el camión escolar.  Lucían divertidos los dos señorones al percatarse de la alharaca que hacíamos las escolares uniformadas, cuando ellos nos saludaban a su paso.
          Un recuerdo que viene también a mi memoria es el de Stella Stevens, cuando estuvo por allá filmando alguna película.  Salía de la casa donde se hospedaba, a pasear a su  perro sobre la misma avenida, situación que aprovechábamos los escolares a la salida de clases, para abordarla y practicar el inglés.
          Ahora que falleció Kirk Douglas, todos esos recuerdos vinieron a mi mente en tropel.  Habían estado en un limbo, puesto que  no existía la necesidad de traerlos a la conciencia, salvo un par de veces cuando, visitando la hermosa ciudad de Durango, aparecieron, para pronto regresar a su escondite.   Lo que sí me queda muy claro, y  me dio la pauta para escribir lo que hoy deseo compartir, es lo siguiente: Tal nitidez de hechos, personajes y  momentos, pone en evidencia hasta qué grado los acontecimientos de la infancia son capaces de marcar la vida de un niño.   Una realidad a la que poca atención ponemos. Solemos tomar la niñez como un lapso con igual valor que el resto de la vida, cuando en realidad es un período que con mucho nos marca.
          Así como hoy, en un ejercicio de la voluntad, traigo a colación estas vivencias, habrá episodios de mi propia infancia que no logro hacer conscientes, pero que aun así  han hecho mella en mí, y me llevan a actuar de un modo determinado, sin que la razón alcance a dilucidarlo.
          ¡Qué maravilloso es voltear a nuestros primeros años y descubrir esos momentos mágicos, que al paso del tiempo no pierden su esplendor! ¡Ser capaces de revivir  con la intensidad original dichas experiencias, a través de las cuales vivimos, en su momento, la magia de la infancia!  Ahora, como adultos, habría que preguntarnos qué hacemos para favorecer en nuestros pequeños un cúmulo tal de experiencias inolvidables.  Y bien, si acaso estuviéramos generando en ellos infancias planas, hacer lo correspondiente para vivificar esa experiencia única de ser niños.  En realidad, no es tan complicado, significa  desterrar por completo esa idea de considerarlos  parte del menaje de casa, para comenzar a enfocarlos como individuos únicos, con gran potencial, cuyo desarrollo emocional se va abriendo en abanico.  Los pequeños momentos que vive de niño, van teniendo  mayor repercusión con el tiempo hasta la edad adulta.  Esas memorias generan una impronta imborrable, que habrá de acompañar a cada uno, –de manera consciente o no—por el resto de sus días.
          Descanse en paz Kirk Douglas, personaje que  llega hoy para recordarnos la importancia de crear espacios mágicos en la infancia, ésos a partir de los cuales los adultos nos vamos construyendo.

POESÍA por María del Carmen Maqueo Garza

CANTO DEL ALBA
Despunta la mañana
El oscuro silencio  de la noche
Se desgaja en  haces
El metal del santuario aún reposa
Cantan los gallos clandestinos
su encierro urbano
Algún perro madrugador reclama
Que interrumpan su modorra tempranera
Los motores duermen
   --es su día de holganza--
Yo vengo al encuentro de mí misma
A la ribera puntual de mi teclado
Donde ya comienzan  las palabras
Su danza de memorias
Su ofrenda diaria de emociones
Su boceto de trazos verbales
Propuestas a atrapar un fragmento de vida
   --que así se vuelve inmarcesible--
en la galaxia infinita de los tiempos.

¿Dónde está la felicidad? Sabia reflexión

Despedida a Lucas por Francisco Alanís "Sopitas"


Conmovedor texto de despedida escrito por Francisco Alanís, mejor conocido como “Sopitas”, a su pequeño hijo Lucas, recién fallecido.

El significado del nombre Lucas es “hombre de luz”, y luz es lo que trajo a nuestra vida.

Lucas nos enseñó a sonreír todos los días Nos hizo sacar una fuerza que ni nosotros sabíamos que teníamos.

Lucas nos enseñó el verdadero significado de la empatía.

Lucas llenó de amor, luz y sonrisas a cada persona que lo conoció.

Lucas con apenas días. Meses de vida, luchó más batallas de las que nosotros hemos luchado en nuestra vida, y siempre lo hizo con una sonrisa.

Dicen que para criar un niño se necesita una aldea, y Lucas tuvo su aldea, su red de apoyo y amor. Desde sus papás, sus abuelos, enfermeras, doctores, tíos, primos tíos, amigos, etc. Son tantas personas con las cuales estamos agradecidos y conmovidos por sus muestras de cariño, que sería imposible mencionar a todos.

Gracias Kike, Emilio, Sergio, Claudia, Mami y Eva, que hicieron todo lo humanamente posible por sacar a Lucas adelante. Nos regalaron un Lucas sonriente y cachetón.

Es curioso que nuestra lucha siempre fue contra su padecimiento OEIS y el catéter, pero su batalla final fue contra una bacteria muy agresiva que no vimos venir.

Lucas es Luz.

Lucas es amor.

Lucas es la enseñanza de luchar sin importar pronósticos, y siempre sonreír.

Lucas es hoy un angelito y una estrella que guiará nuestros caminos.

A Lucas le gustaba sonreír, hacer trompetillas y sobre todo aplaudir, y no hay mejor forma de recordarlo, que con un aplauso y muchas sonrisas.

Por siempre Lucas.

¿Qué tan rico eres? Plática con Gaur Gopal


Los subtítulos en español no son de lo mejor.  Con un poco de buena voluntad se entiende el contenido. ¡Y vaya que vale la pena!
Agradezco a mi querido Guillermo tan generoso aporte.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


De todo lo que a través de los años he acumulado, más allá de las arrugas, las canas y los achaques, inevitables para quienes logramos llegar a viejos, lo que más agradezco es el cúmulo de afecto que he podido reunir.

Tengo apego innegable a mis afectos, y me rehúso a vivir sin ello. Me nutre, me ilumina, me oxigena y mantiene con la ilusión de vivir, el saber que existe gente a mi alrededor e incluso fuera de mi geografía, en la que ha trascendido un vínculo afectivo, que nació y se cultivó, y que pese a la distancia, el tiempo, y los desencuentros, siempre se mantiene vivo, mientras seamos responsables de mantenerlo protegido del olvido, del rencor, de la indiferencia o la apatía.

¿Qué puede darle mayor fortaleza al alma, que la emoción de reconocerse amada? no hay posesión material alguna que dé mayor satisfacción que el cariño, esa sensación placentera que agita el corazón, que nos hace volar, cuando caminar ya no nos es posible; que nos mantiene firme el espíritu cuando el cuerpo flaquea; que nos permite renovar esperanzas, asimilar fracasos, redimir culpas; que nos impulsa día a día a continuar navegando aún en medio de tempestades.

Acumulo afectos, jamás desperdicio; todos han tenido y tienen un lugar preciso. Sé donde encontrarlos, una y otra vez regreso a ellos, los que han sido y son, los que una vez fueron, todos mis afectos tienen una razón de seguir en mi.

Vivir el amor, amar el vivir. Darle vida al amor, y que el amor nos dé vida. Así sea.

Biografía de Mozart a capella, en voz de Sheila Blanco