domingo, 9 de febrero de 2020

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


De todo lo que a través de los años he acumulado, más allá de las arrugas, las canas y los achaques, inevitables para quienes logramos llegar a viejos, lo que más agradezco es el cúmulo de afecto que he podido reunir.

Tengo apego innegable a mis afectos, y me rehúso a vivir sin ello. Me nutre, me ilumina, me oxigena y mantiene con la ilusión de vivir, el saber que existe gente a mi alrededor e incluso fuera de mi geografía, en la que ha trascendido un vínculo afectivo, que nació y se cultivó, y que pese a la distancia, el tiempo, y los desencuentros, siempre se mantiene vivo, mientras seamos responsables de mantenerlo protegido del olvido, del rencor, de la indiferencia o la apatía.

¿Qué puede darle mayor fortaleza al alma, que la emoción de reconocerse amada? no hay posesión material alguna que dé mayor satisfacción que el cariño, esa sensación placentera que agita el corazón, que nos hace volar, cuando caminar ya no nos es posible; que nos mantiene firme el espíritu cuando el cuerpo flaquea; que nos permite renovar esperanzas, asimilar fracasos, redimir culpas; que nos impulsa día a día a continuar navegando aún en medio de tempestades.

Acumulo afectos, jamás desperdicio; todos han tenido y tienen un lugar preciso. Sé donde encontrarlos, una y otra vez regreso a ellos, los que han sido y son, los que una vez fueron, todos mis afectos tienen una razón de seguir en mi.

Vivir el amor, amar el vivir. Darle vida al amor, y que el amor nos dé vida. Así sea.

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