domingo, 25 de agosto de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


DETRÁS DE LA INTOLERANCIA

El pasado día 23 se conmemoró por primera ocasión el Día Internacional de las Víctimas de Violencia, Motivada por la Religión o las Creencias. Buen momento para revisar la intolerancia, conducta creciente en nuestros tiempos.

A lo largo de la historia hay ejemplos de masacres que comparten este mismo origen, aunque en general suelen asociarse además factores económicos. En “Imagine”, John Lennon esboza el ideal de humanidad. Para 1971, año del lanzamiento de la canción, aquello de “Imagine there’s no heaven” habrá resultado una herejía, aun cuando Lennon se refiere con ello a abolir esas diferencias absurdas, que llevan a enfrentarse entre hermanos, por razón de sus credos. Y de aquí partimos para nuestra revisión:

Una cosa es el concepto de Dios, y otra muy distinta es la religión. No necesariamente se corresponden uno a otra. Dios, Jehová, Allah, Mahoma o Visnú, simbolizan la figura del eterno principio, el ideal que persigue el hombre sobre la tierra. Conceptos como el amor al prójimo, el servicio a los demás, y la no violencia son elementos que –al menos en teoría—comparten las distintas doctrinas religiosas. El “qué” es el mismo, sin embargo, en el “cómo” surgen las diferencias. Diferencias que han desencadenado grandes guerras.

Ciñéndonos al apasionamiento que produce la propia convicción religiosa, y dejando de lado cualquier otro elemento que pudiera influir en los conflictos por la fe, habría que tratar de entender qué lleva a un individuo a abrazar de ese modo una convicción religiosa, al grado de ser capaz de atentar contra la vida de quienes tienen creencias distintas.

Detrás de todo fanatismo hay una fórmula en desequilibrio. Cuando se deposita todo, en una figura más allá de la propia persona, se corre el riesgo de no percibir los límites entre el bien y el mal. El no comprender que atacar a otro ser humano es un delito, indica que algo está fallando en el interior de esa persona.

A lo largo de la historia están los ejemplos de adoctrinamiento masivo que pagaron un alto coste en vidas humanas. Sin ir más lejos tenemos el nazismo, que llevó a un convencimiento a gran escala acerca de la aniquilación de individuos de ascendencia judía. Hitler condensó creencias deshilvanadas del imaginario colectivo, que sugerían que las desgracias que sufría Alemania tras su derrota en la Primera Guerra Mundial se debían a la presencia de judíos, por lo que era menester deshacerse de ellos. Fue así, con esa promesa de limpieza étnica, como Hitler, que había luchado en el frente de batalla en la Primera Guerra, asumió el poder absoluto en 1934. La población necesitaba con urgencia un líder portentoso en el cual creer, lo que le valió a él para posicionarse como un dios ante el proletariado, el cual deseaba salir de las condiciones económicas que imponían, tanto la posguerra, como la recesión económica de finales de los años veinte.

Desde allá nos podemos trasladar hasta nuestros tiempos, para descubrir que detrás de cada atentado contra templos y creyentes de otras denominaciones, se identifican dos elementos: La creencia vital en un poder superior ante el cual complace rendirse, y la necesidad de justificar dicha pertenencia al clan, mediante acciones significativas. Es así como un adolescente de 14 años no duda en adosarse una carga de explosivos al cuerpo, para emprender un ataque suicida. Está convencido de que así satisface a esa figura poderosa que promete premiar su lealtad. Y es del mismo modo, como muchos jovencitos occidentales se afilian a grupos subversivos de oriente que les adoctrinan. O bien, chicos solitarios que, desde su aislamiento, van construyendo historias que les doten de una razón para existir. Lo hacen con elementos tomados de aquí y allá, que los llevan a buscar su propio sitio en el escenario histórico, y de acuerdo con lo que aman o detestan, se van llenando de odio por todo lo que sea distinto, o que no cumpla con el ideal que han imaginado. No dudan un momento, pues, en salir y destruir esos elementos contrarios.

Dicho odio es el ancla que impide que su nave emocional se vuelque en el inmenso océano de la vida. Aunque –hay que decirlo—esa sensación es transitoria, puesto que, si el origen de todo es un desequilibrio emocional, la aparente estabilidad se pierde y la nave finalmente se va a pique.

Detrás de la intolerancia hay dolor y falta de adaptación. Se actúa desde el apasionamiento, en defensa del ideal que su mente ha concebido. Por desgracia nuestro mundo produce niños solos, carne de cañón para activar dicho mecanismo.

Honremos a las víctimas, pero sobre todo actuemos. Hagámoslo por el fomento a la paz, independientemente de dónde provengan nuestras convicciones personales. Ya lo dijo Gandhi: Dios no tiene religión.

CRÓNICAS DE VIAJE por María del Carmen Maqueo Garza

Son las 10 de la mañana cuando llegamos a Lagos de Moreno, pueblo mágico que forma parte de los Altos de Jalisco, reconocido como patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO.  Acudimos justo el 6 de agosto para la fiesta patronal del Templo El Calvario, festividad religiosa tradicional de la región, que convoca a los habitantes de Lagos y de poblaciones circunvecinas.  Dado que es considerada la fiesta regional más importante del año, es común entre los lugareños la expresión: "¿Qué estrenas el 6 de agosto?" Existe la costumbre de comprar prendas de ropa que se utilizarán por primera vez en ese día.

La población forma parte del llamado "Camino Real de Tierra Adentro", en las proximidades de la Sierra de Comanja, desde donde baja el río La Sauceda, que junto con el río Lagos, proveniente de la Sierra de los Pinos, dan nombre a tan pintoresco lugar.  Caminarlo es ir subiendo y bajando por calles, unas empedradas, otras asfaltadas, que graciosamente combinan la obra pública de distintas épocas. Los jardines y andadores dan marco a la colocación de diversos monumentos en honor de laguenses ilustres. La población se recorre a pie de punta a punta, pudiendo de este modo apreciar fachadas de edificios antiguos y otros modernos, construidos cuidando de conservar el estilo del siglo XVI, época de la fundación de la población. 

El Calvario se encuentra en la parte más alta de la ciudad. Lo distinguen sus amplias escalinatas en 3 conjuntos, y una fachada de cantera rosa que remata en figuras de cuerpo entero que personifican distintos santos. Desde dicha altura, para la ocasión, se han desplegado banderines multicolores. Se llega al templo y convento anexo mediante callejuelas que serpentean partiendo del primer cuadro, donde se localiza la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, conocida por los propios como "la iglesia de los sepelios", algo que pudimos atestiguar esa misma tarde.  Dando tercera al toque de difuntos, al punto de las 4, se abrieron los grandes postigos de madera y forja de hierro. Por la entrada principal ingresó un cortejo fúnebre, con desgarradores gritos y lloros, que pronto llenaron con sus resonancias las amplias bóvedas principal y laterales, generando sonoros ecos de un dolor tan profundo como inasible para nosotros, ajenos al fallecido.

Desde la Asunción hasta El Calvario se recorre media población, para ir a desembocar en el amplio atrio, donde esta mañana van llegando grupos de danzantes tradicionales de los distintos templos de la región, que al son de tambor y violín, rinden honores a la Virgen.  El colorido de penachos y trajes es de lo más llamativo, no pudiendo faltar el "viejo de la danza”, cuya vestimenta oscura contrasta con el resto del grupo. Además, surge un espontáneo que baila con toda solemnidad bajo los efectos de los solventes. Captura mi atención un pequeño de algunos 4 años, provisto del traje de matachín, con una vincha en lugar de penacho, quien sigue los pasos de los mayores, un son tras otro.

Sorprende el ambiente festivo y familiar del evento.  Se acerca el mediodía, y a pesar de un sol abrasador, los pobladores de todas las edades y muy diversa condición social se arremolinan para presenciar las danzas, antes de subir hacia el atestado templo donde está por comenzar la misa de 12, una vez que ha concluido la de 11 en el estacionamiento anexo.  Las campanas dan tercera, lo que impone una pausa obligada para danzantes, vendedores y público, en el exterior del templo. Es entonces cuando me percato de la cantidad de personas con discapacidad, desde niños en silla de ruedas hasta ancianos con bastón. Me comenta alguien que conoce, que probablemente vaya a haber misa con el obispo, quien concede una bendición especial a los enfermos.

Emociona atestiguar la forma como una causa integra a una comunidad.  Fascinante ver cómo hasta los más pequeñitos se empeñan en seguir los pasos de los danzantes.  Esa hermosa estampa me lleva a creer que en ello está parte de esa integración como mexicanos, que tanta falta nos hace. En sentir cada elemento de identidad como propio, para amarlo y luchar por él.  Pudiera ser que la dilución de fronteras culturales ha provocado en nosotros una pérdida de identidad, que ahora pagamos a precio de mortal indiferencia.  Lo que no sentimos nuestro, no nos mueve a defenderlo...

El mundo cabe en un pañuelo: Entre aquel barullo alcanzo a escuchar detrás de mí una voz llamándome: Se trata de uno de los integrantes de esa familia amiga, cuyos dichos acerca de su tierra, capturaron mi atención, y que además tuvo la fineza de obsequiarme el libro "El alcalde de Lagos", lo que aumentó aún más mi deseo de visitarla.

Hay mucho que contar.  Continuaré en la próxima para narrarles acerca del puente que se volvía cada vez más inalcanzable; la figura de Pedro Moreno y su esposa Rita, y algunas consejas populares, por ejemplo, la de la iglesia que movieron cuatro hombres, o la consigna que señala quién debe de amarrar los cochinos y quién no...







Encuentro de dos grandes a las puertas del cielo

Así imagino, Gabo, rodeado de una nube de mariposas amarillas, saliendo al encuentro de Celso Piña, quien carga su acordeón cumbianchero a las puertas del Paraíso, a pesar de que "hasta Dios se va de vacaciones en agosto".

POESÍA de Dolores Castro (Ags, 1923)


Yo soy un pobre pájaro…

Yo soy un pobre pájaro dormido
en la tierra de Dios,
bajo sus ojos he perdido las alas
y mi canto es el canto de las mutilaciones.
Habito en una casa transitoria,
a la que el viento lleva eternamente
como el silencio mismo.
He quedado tan pobre como el viento
que toma y lleva y abandona todo,
he quedado tan pobre como el eco
bajo los cuatro muros apagado.
Ha gastado la lluvia mis angulosos bordes,
mis huesos han bebido de las constelaciones.
Habito como musgo en las manos del tiempo
y siento mi ceniza que se desprende y cae.
Soy un pájaro roto que cayera del cielo en un molde de barro;
soy el juego de un niño;
apenas soplo, lodo y su saliva;
soy el barro que guarda
este pájaro herido en la caída;
soy el caído pájaro que canta
en su dolor y en sus limitaciones;
soy todo lo que vuela, la ceniza,
el muro, el viento, el pájaro, el olvido.

CHARLA con Adriana: Madres forjadoras de una nación

Circula desde hace tiempo en redes sociales. De todas formas lo incluyo, para quienes puedan no conocer el mensaje: ¡Excelente!

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Somos muy dados a hacer juicios anticipados sobre las personas. Desafortunadamente la mayoría de las veces, éstos son negativos. e injustos. Piensa mal y acertarás, es un dicho que pareciera normar nuestra conducta, quizá por el miedo a confiar y ser defraudado, a ser víctimas del engaño, de la falta de lealtad o de fidelidad de las personas.

Los prejuicios nos asaltan constantemente, en nuestra vida diaria, como si con ello nos formáramos una coraza que impide que nos dañen, esperar algo malo nos coloca en una posición de defensa, y si ya sucede lo contrario, preferimos arrepentirnos de haber pensado mal, que dejarnos llevar por el corazón, que tener que arrepentirnos de nuestro exceso de nobleza. Pensar bien y confiar en los demás nos coloca en una posición de vulnerabilidad, y existe siempre el miedo a sufrir, menos a causa de que aquel o aquellos en quien depositamos nuestro afecto, demasiada credulidad pareciera ser opuesta a la inteligencia. 

La sensatez, la sabiduría para reconocer que prejuzgar no nos conduce a una vida equilibrada, con relaciones interpersonales sanas. Llega a veces demasiado tarde, o nunca llega, y entorpece la solidaridad, las relaciones permanentes y auténticas. Daña tanto al que acostumbra tener pensamientos anticipados inconscientes, que solo logran deformar la percepción.

Decía Albert Einstein, es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, aun cuando la vida se encarga de enfrentarnos a asumir una y otra vez nuestro error al prejuzgar. Nuestra falta de humildad muchas veces nos impide reconocerlo, y preferimos persistir en el error. Ser jueces nos exige ante todo comprobar la veracidad de aquello que juzga y tener la calidad moral para no ser solo jueces que condenan, sino que con claridad, sensibilidad, dejando a un lado los prejuicios, podamos dar sentencias que liberen, que rediman y dejen en el alma del que juzga esa paz que da el saberse justo.

VIDEO: El Chepe y las barrancas del cobre