domingo, 25 de agosto de 2019

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Somos muy dados a hacer juicios anticipados sobre las personas. Desafortunadamente la mayoría de las veces, éstos son negativos. e injustos. Piensa mal y acertarás, es un dicho que pareciera normar nuestra conducta, quizá por el miedo a confiar y ser defraudado, a ser víctimas del engaño, de la falta de lealtad o de fidelidad de las personas.

Los prejuicios nos asaltan constantemente, en nuestra vida diaria, como si con ello nos formáramos una coraza que impide que nos dañen, esperar algo malo nos coloca en una posición de defensa, y si ya sucede lo contrario, preferimos arrepentirnos de haber pensado mal, que dejarnos llevar por el corazón, que tener que arrepentirnos de nuestro exceso de nobleza. Pensar bien y confiar en los demás nos coloca en una posición de vulnerabilidad, y existe siempre el miedo a sufrir, menos a causa de que aquel o aquellos en quien depositamos nuestro afecto, demasiada credulidad pareciera ser opuesta a la inteligencia. 

La sensatez, la sabiduría para reconocer que prejuzgar no nos conduce a una vida equilibrada, con relaciones interpersonales sanas. Llega a veces demasiado tarde, o nunca llega, y entorpece la solidaridad, las relaciones permanentes y auténticas. Daña tanto al que acostumbra tener pensamientos anticipados inconscientes, que solo logran deformar la percepción.

Decía Albert Einstein, es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, aun cuando la vida se encarga de enfrentarnos a asumir una y otra vez nuestro error al prejuzgar. Nuestra falta de humildad muchas veces nos impide reconocerlo, y preferimos persistir en el error. Ser jueces nos exige ante todo comprobar la veracidad de aquello que juzga y tener la calidad moral para no ser solo jueces que condenan, sino que con claridad, sensibilidad, dejando a un lado los prejuicios, podamos dar sentencias que liberen, que rediman y dejen en el alma del que juzga esa paz que da el saberse justo.

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