domingo, 25 de agosto de 2019

CRÓNICAS DE VIAJE por María del Carmen Maqueo Garza

Son las 10 de la mañana cuando llegamos a Lagos de Moreno, pueblo mágico que forma parte de los Altos de Jalisco, reconocido como patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO.  Acudimos justo el 6 de agosto para la fiesta patronal del Templo El Calvario, festividad religiosa tradicional de la región, que convoca a los habitantes de Lagos y de poblaciones circunvecinas.  Dado que es considerada la fiesta regional más importante del año, es común entre los lugareños la expresión: "¿Qué estrenas el 6 de agosto?" Existe la costumbre de comprar prendas de ropa que se utilizarán por primera vez en ese día.

La población forma parte del llamado "Camino Real de Tierra Adentro", en las proximidades de la Sierra de Comanja, desde donde baja el río La Sauceda, que junto con el río Lagos, proveniente de la Sierra de los Pinos, dan nombre a tan pintoresco lugar.  Caminarlo es ir subiendo y bajando por calles, unas empedradas, otras asfaltadas, que graciosamente combinan la obra pública de distintas épocas. Los jardines y andadores dan marco a la colocación de diversos monumentos en honor de laguenses ilustres. La población se recorre a pie de punta a punta, pudiendo de este modo apreciar fachadas de edificios antiguos y otros modernos, construidos cuidando de conservar el estilo del siglo XVI, época de la fundación de la población. 

El Calvario se encuentra en la parte más alta de la ciudad. Lo distinguen sus amplias escalinatas en 3 conjuntos, y una fachada de cantera rosa que remata en figuras de cuerpo entero que personifican distintos santos. Desde dicha altura, para la ocasión, se han desplegado banderines multicolores. Se llega al templo y convento anexo mediante callejuelas que serpentean partiendo del primer cuadro, donde se localiza la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, conocida por los propios como "la iglesia de los sepelios", algo que pudimos atestiguar esa misma tarde.  Dando tercera al toque de difuntos, al punto de las 4, se abrieron los grandes postigos de madera y forja de hierro. Por la entrada principal ingresó un cortejo fúnebre, con desgarradores gritos y lloros, que pronto llenaron con sus resonancias las amplias bóvedas principal y laterales, generando sonoros ecos de un dolor tan profundo como inasible para nosotros, ajenos al fallecido.

Desde la Asunción hasta El Calvario se recorre media población, para ir a desembocar en el amplio atrio, donde esta mañana van llegando grupos de danzantes tradicionales de los distintos templos de la región, que al son de tambor y violín, rinden honores a la Virgen.  El colorido de penachos y trajes es de lo más llamativo, no pudiendo faltar el "viejo de la danza”, cuya vestimenta oscura contrasta con el resto del grupo. Además, surge un espontáneo que baila con toda solemnidad bajo los efectos de los solventes. Captura mi atención un pequeño de algunos 4 años, provisto del traje de matachín, con una vincha en lugar de penacho, quien sigue los pasos de los mayores, un son tras otro.

Sorprende el ambiente festivo y familiar del evento.  Se acerca el mediodía, y a pesar de un sol abrasador, los pobladores de todas las edades y muy diversa condición social se arremolinan para presenciar las danzas, antes de subir hacia el atestado templo donde está por comenzar la misa de 12, una vez que ha concluido la de 11 en el estacionamiento anexo.  Las campanas dan tercera, lo que impone una pausa obligada para danzantes, vendedores y público, en el exterior del templo. Es entonces cuando me percato de la cantidad de personas con discapacidad, desde niños en silla de ruedas hasta ancianos con bastón. Me comenta alguien que conoce, que probablemente vaya a haber misa con el obispo, quien concede una bendición especial a los enfermos.

Emociona atestiguar la forma como una causa integra a una comunidad.  Fascinante ver cómo hasta los más pequeñitos se empeñan en seguir los pasos de los danzantes.  Esa hermosa estampa me lleva a creer que en ello está parte de esa integración como mexicanos, que tanta falta nos hace. En sentir cada elemento de identidad como propio, para amarlo y luchar por él.  Pudiera ser que la dilución de fronteras culturales ha provocado en nosotros una pérdida de identidad, que ahora pagamos a precio de mortal indiferencia.  Lo que no sentimos nuestro, no nos mueve a defenderlo...

El mundo cabe en un pañuelo: Entre aquel barullo alcanzo a escuchar detrás de mí una voz llamándome: Se trata de uno de los integrantes de esa familia amiga, cuyos dichos acerca de su tierra, capturaron mi atención, y que además tuvo la fineza de obsequiarme el libro "El alcalde de Lagos", lo que aumentó aún más mi deseo de visitarla.

Hay mucho que contar.  Continuaré en la próxima para narrarles acerca del puente que se volvía cada vez más inalcanzable; la figura de Pedro Moreno y su esposa Rita, y algunas consejas populares, por ejemplo, la de la iglesia que movieron cuatro hombres, o la consigna que señala quién debe de amarrar los cochinos y quién no...







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