Son las 10 de la
mañana cuando llegamos a Lagos de Moreno, pueblo mágico que forma parte de los
Altos de Jalisco, reconocido como patrimonio cultural de la humanidad por la
UNESCO. Acudimos justo el 6 de agosto para la fiesta patronal del Templo El
Calvario, festividad religiosa tradicional de la región, que convoca a los
habitantes de Lagos y de poblaciones circunvecinas. Dado que es
considerada la fiesta regional más importante del año, es común entre los
lugareños la expresión: "¿Qué estrenas el 6 de agosto?" Existe la
costumbre de comprar prendas de ropa que se utilizarán por primera vez en
ese día.
La población
forma parte del llamado "Camino Real de Tierra Adentro", en las
proximidades de la Sierra de Comanja, desde donde baja el río La Sauceda, que
junto con el río Lagos, proveniente de la Sierra de los Pinos, dan nombre a tan
pintoresco lugar. Caminarlo es ir subiendo y bajando por calles, unas
empedradas, otras asfaltadas, que graciosamente combinan la obra pública de
distintas épocas. Los jardines y andadores dan marco a la colocación
de diversos monumentos en honor de laguenses ilustres. La población se recorre
a pie de punta a punta, pudiendo de este modo apreciar fachadas de edificios
antiguos y otros modernos, construidos cuidando de conservar el estilo del
siglo XVI, época de la fundación de la población.
El Calvario se
encuentra en la parte más alta de la ciudad. Lo distinguen sus amplias
escalinatas en 3 conjuntos, y una fachada de cantera rosa que remata en figuras
de cuerpo entero que personifican distintos santos. Desde dicha altura, para la ocasión, se han desplegado banderines multicolores. Se llega al templo y
convento anexo mediante callejuelas que serpentean partiendo del primer cuadro,
donde se localiza la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, conocida por los
propios como "la iglesia de los sepelios", algo que pudimos
atestiguar esa misma tarde. Dando tercera al toque de difuntos, al punto
de las 4, se abrieron los grandes postigos de madera y forja de hierro. Por
la entrada principal ingresó un cortejo fúnebre, con desgarradores gritos y
lloros, que pronto llenaron con sus resonancias las amplias bóvedas principal y laterales,
generando sonoros ecos de un dolor tan profundo como inasible para nosotros,
ajenos al fallecido.
Desde la
Asunción hasta El Calvario se recorre media población, para ir a desembocar
en el amplio atrio, donde esta mañana van llegando grupos de danzantes tradicionales de los
distintos templos de la región, que al son de tambor y violín, rinden
honores a la Virgen. El colorido de penachos y trajes es de lo más
llamativo, no pudiendo faltar el "viejo de la danza”, cuya vestimenta
oscura contrasta con el resto del grupo. Además, surge un espontáneo que baila con toda solemnidad bajo los efectos de los solventes. Captura mi atención un
pequeño de algunos 4 años, provisto del traje de matachín, con una vincha en
lugar de penacho, quien sigue los pasos de los mayores, un son tras otro.
Sorprende el
ambiente festivo y familiar del evento. Se acerca el mediodía, y a pesar
de un sol abrasador, los pobladores de todas las edades y muy diversa condición
social se arremolinan para presenciar las danzas, antes de subir hacia el
atestado templo donde está por comenzar la misa de 12, una vez que ha concluido
la de 11 en el estacionamiento anexo. Las campanas dan tercera, lo que
impone una pausa obligada para danzantes, vendedores y público, en el exterior
del templo. Es entonces cuando me percato de la cantidad de personas con
discapacidad, desde niños en silla de ruedas hasta ancianos con bastón. Me comenta alguien que conoce, que
probablemente vaya a haber misa con el obispo, quien concede una bendición
especial a los enfermos.
Emociona
atestiguar la forma como una causa integra a una comunidad. Fascinante
ver cómo hasta los más pequeñitos se empeñan en seguir los pasos de los
danzantes. Esa hermosa estampa me lleva a creer que en ello está parte de
esa integración como mexicanos, que tanta falta nos hace. En sentir cada
elemento de identidad como propio, para amarlo y luchar por él. Pudiera
ser que la dilución de fronteras culturales ha provocado en nosotros una pérdida de identidad, que
ahora pagamos a precio de mortal indiferencia. Lo que no sentimos
nuestro, no nos mueve a defenderlo...
El mundo cabe en
un pañuelo: Entre aquel barullo alcanzo a escuchar detrás de mí una voz llamándome:
Se trata de uno de los integrantes de esa familia amiga, cuyos dichos acerca de su tierra, capturaron mi atención, y que además tuvo la fineza de obsequiarme el libro "El alcalde de Lagos", lo que aumentó aún más mi deseo
de visitarla.
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