domingo, 14 de noviembre de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

UN BUEN MOMENTO

¡Increíble! Muchos sitios públicos ya han comenzado a desplegar elementos relativos a la Navidad.  En nuestro país, el tradicional “Guadalupe-Reyes” se extiende desde el Buen Fin  hasta la Candelaria.  Me sucede, en lo emocional, como si se restara lucimiento a unas fiestas que, por prolongadas, pierden encanto.  No es eso lo que me inquieta para escribir la presente; es el significado que hay detrás de todo ello.

Querámoslo o no, las costumbres propias se han ido amalgamando con las de otros países, en particular –en nuestro caso—con las de la Unión Americana.  Cada año penetra más al interior de México la idea de celebrar “Acción de Gracias”, una fiesta  norteamericana que poco o nada tiene que ver con nosotros.  Ya para estas fechas muchos hogares mexicanos están preparando la cena tradicional del último jueves de noviembre.

En absoluto es una crítica a quienes así desean festejar una costumbre que no es de México.  De hecho, parte de mi familia tiene raíces o residencia  en el vecino país.  Lo que quiero destacar es que a partir de ahora iniciamos una espiral de gastos que para enero nos tiene tantas veces en la lona.  Nos volcamos en los festejos porque así somos, seres humanos generosos y festivos.  Los tiempos no están para hacerlo con igual intensidad que en otros años, tanto por las limitaciones económicas que la pandemia ha impuesto, como por las sensatas restricciones sanitarias que la situación demanda.

El actual es un buen momento para establecer nuestras prioridades de aquí a enero.  Celebrar en familia, sin convertir la fiesta de hoy en la jaqueca de enero.  Festejar el estar con vida, con salud y rodeados de nuestros seres queridos.  Expresarnos unos a otros el amor que nos tenemos; aplaudir nuestros logros; enfocarnos hacia la ocasión que nos reúne alrededor de la mesa y no olvidarnos de incluir en nuestra dádiva a quien más necesidad tiene.

Sorprende la intensidad con que la mercadotecnia se ha infiltrado en redes sociales, ya para alabar ya para denostar a otros por lo que se gasta en la compra de un vehículo, de una chamarra o en la organización de un festejo privado.  ¿Qué pasaría si dejamos de concentrar nuestra atención en los pesos y centavos, y comenzamos a medirnos de otra forma?  Habría que ir hacia atrás con la imaginación para recordar nuestras propias fiestas de temporada y aquello que más nos cautivaba de las mismas: Momentos de magia, no grandes cosas del mercado.  Podemos, con esa mentalidad, trabajar para organizar la celebración que habremos de ofrecer en nuestro hogar.

Con notoria facilidad nos envuelven los contenidos del exterior, ya para impulsarnos a comprar, ya para generar en nosotros un sentimiento de incompetencia, inclinándonos a sentir que no estamos a la altura de lo que el mundo exige.  Es un fenómeno de enajenación emocional que produce sus efectos  en los consumidores y que, finalmente, genera un malestar que bien podríamos ahorrarnos.

Buen momento para comenzar a planear nuestras reuniones, nuestros gastos, pero sobre todo el sentido con que llevaremos a cabo las celebraciones.  Recordar que llegar al término de un año más en medio de esta dificultosa situación sanitaria, es el mejor regalo que la vida nos otorga.  Y estar conscientes de que, así sea frente a un plato sencillo o uno suntuoso, el festejo está en el interior de cada uno.  La alegría de vivir se lleva muy dentro y se reparte entre los seres que más amamos.

A ratos hacemos como que no escuchamos las voces de advertencia que indican que la COVID no ha terminado.  Cierto, tenemos mucha más movilidad que la que teníamos un año atrás; comenzamos a reunirnos; lo recomendable es que se haga en pequeños grupos, procurando la sana distancia, aunque haya intereses no médicos que llaman a desatender esta regla.  Podemos celebrar de forma presencial, lo que en el 2020 para esta temporada representaba un grave riesgo.

Volviendo al inicio de la actual colaboración: Dotemos a las fechas que decidamos celebrar, de significado y de esplendor.  Vivamos cada una de ellas de manera profunda, festejando el sentido esencial de las cosas, con la debida prudencia para seguir celebrando más delante.   La muerte es la única realidad absoluta de la vida; puede ocurrir en cualquier momento: Una cosa es que llegue y nos lleve, y otra es que la estemos invocando con nuestra forma imprudente de actuar.

Para quienes ya comienzan a celebrar esta semana: ¡Felices fiestas! Para quienes lo hacen bajo la sombra de una pérdida familiar, habría que recordar a ese ser querido que hoy ya no está, recapitulando cuánto significó su existencia para cada uno de los reunidos.  Me parece que no hay entre nosotros mayor insignia de una buena vida, que ser recordado con gratitud cuando hayamos partido.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario