domingo, 27 de diciembre de 2020

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Nada hay más valioso que la vida y la salud, cuando menos no debiera haberlo. Nada justifica que no podamos unirnos y actuar con sensatez para preservarlas. Sería tiempo de recapacitar en los valores y darle a estas épocas un significado que a través del tiempo han perdido. 

Tiempo de buscar dentro de nosotros aquello que nos rescate de la banalidad, de lo superfluo; que nos permita encontrar los medios para acercarnos sin arriesgarnos ni arriesgar a nuestros seres queridos, sin que después tengamos que arrepentirnos de no haber renunciado a lo que exigen estos tiempos, para poder aspirar a que vengan otros mejores.

Tiempos en que pagarán justos por pecadores, donde la fiesta será para unos y la desolación para otros. Como nunca antes, esta navidad está polarizada y por desgracia, unos no habrán renunciado ni a la reunión familiar ni a los regalos, a nada de lo que se están acostumbrados, retando sin el menor recelo a lo que representa esta pandemia. Mientras que otros estarán volcados en resolver y asistir a los que a consecuencia de ello enferman y --más tristemente-- fallecen, habiendo sido muchas veces los menos responsables de la tragedia que se vive día a día en hospitales y en hogares, donde a diario nos enteramos de miles de casos que enfrentan una realidad muy alejada de la fiesta, de la fastuosidad de una mesa elegantemente puesta, de aquello que muchos no estuvieron dispuestos a sacrificar, pero que no logran asimilar que nos está llevando sin clemencia a una crisis que no será controlada, mientras  no seamos capaces de controlarnos a nosotros mismos.

Será feliz navidad para muy pocos, para otros solo un día más, o quizá un día menos. Algunos celebrando con un brindis, otros sentados en la acera de un hospital, pidiendo por sus enfermos, otros llorando a los que perdieron, algunos con un miedo paralizante que les impide festejar nada, y quizá los más afortunados, esos inconscientes que no dudaron en rescatar íntegramente su navidad, sin medir consecuencias.

Yo quiero rogar por una navidad donde nos concienticemos, donde nos unamos con responsabilidad, donde veamos que si no podemos ser parte de la solución, no seamos parte del problema. Que contengamos nuestros impulsos, que sepamos que la renuncia puede significar la esperanza de un futuro mejor no solo para nosotros mismos, sino para todos. Que nos interese ver más allá de la satisfacción de nuestros deseos, que de una vez por todas dimensionemos lo que está pasando y dejemos de estar jugando con la vida propia y la de los demás. Que no seamos --por irresponsables-- los causantes de más calamidades, que tarde que temprano nos alcanzan y nos hacen víctimas de nuestra propia actitud irreflexiva.

Agradecidos los que estamos esta navidad con vida, con salud, cobijados por un techo, sin padecer hambre, tan solo unidos en el anhelo de que podamos ir en una misma dirección, sin que nos convirtamos en mundos paralelos que parecen no tener un fin común y que inevitablemente se cruzarán en este arduo camino que ahora toda la humanidad está recorriendo,

Por una navidad vivida con sensatez, con responsabilidad, con la congruencia que requiere la fe con la que se pide a Dios que nos ampare, o la que cada quien tenga puesta en la vida. 

A Dios rogando y con cordura andando, no pidamos lo que no seamos capaces de dar. Vivamos la navidad y los días venideros con el espíritu abierto a la esperanza, conscientes de que seremos los artífices de nuestro destino.

Que nos abrace esa esperanza, que no nos abandone, pero no la dejemos morir o más bien dicho, no la asfixiemos nosotros mismos.


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