EPIFANÍA DEL OCASO
A la memoria de mi cuñado Gonzalo Díaz
Cuando adivinas próximo el final del camino, vas poniendo
orden con lo que fue tu vida: Sueños, metas; aciertos, errores; afectos,
desdenes.
Entonces entiendes que lo único que dejas y a la vez te
llevas, es el amor que hayas sembrado a lo largo del camino. Con tus manos desnudas, desgarrando feroz la
entraña de la tierra, para depositar, una a una, tiempo a tiempo, las semillas
de tu propio corazón. Con fuerza,
lacerando tu piel en cada siembra, así llegue a sangrar a causa de ello. Gotas preciosas que dan vida al grano que la
tierra acoge.
Sólo eso has de llevar con tu andar ligero, en el último
tramo del camino. Cae la tarde y tú con
ella. Queda, contra el destello vivo del sol poniente, una nebulosa huella de
tu paso, cual manso polvo que habrá de hacerte presente a tu partida. Que te habrá
de permitir permanecer por siempre en lo más profundo de nuestra memoria.
Muy bonita reflexión !
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