domingo, 23 de junio de 2024

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

En ocasiones es necesario desaprender uno mismo para poder educar a otros. En muchos aspectos creo que esta premisa es realidad, en el tema de la alimentación que me genera especial preocupación, es fundamental.
Pareciera que no es suficiente la información con la que contamos, que poca no es, acerca de la importancia que tiene una alimentación saludable. No parecen tener el impacto que debieran las estadísticas alarmantes de ocupar primeros lugares como país, en diabetes y obesidad, que cobran la salud y la vida de tantas personas que debiéramos considerarlas al parejo de las cifras de asesinatos que nos consternan y aterrorizan por la inseguridad en la que el país vive.

No es exagerar, decir que estamos fomentando con total inconsciencia un sinnúmero de padecimientos a través de nuestros malos hábitos alimentarios. Hemos normalizado el consumo de azúcar y chatarra, más allá de eso, le hemos dado importancia más que normal, al grado de sentir que no se puede hablar de niño feliz si no se le consiente o gratifica a través de las golosinas.

Tenemos estos conceptos tan arraigados, que ni siquiera intentamos estrategias para consentir de otra manera, de verdad no creemos que el placer de disfrutar sin control en gran parte de los casos, este tipo de alimentos se pueda ser feliz.

Estamos tan saturados por todos los medios de estos productos, los tenemos tan al alcance de la mano en empaque además llamativos, con sabores dulces unos, otros con el arte de provocarnos una explosión de sabor a través de sustancias nocivas como el glutamato monosódico que da origen a ese quinto sabor que el "umami" y que definitivamente hacen cierto el eslogan publicitario " a que no te puedes comer solo una".
Todo ello, por si fuera poco poderlos encontrar en cada esquina, resulta menos complicado que buscar las alternativas sanas, éstas implican más trabajo, simplemente tener que elegir frutas, verduras prepararlas, hacerlas atractivas al gusto, nos lleva a tomar la nutrición de nuestros hijos, de nosotros mismos tan a la ligera, que si acaso nos pasa por la mente un poco de culpa, inmediatamente nos justificamos en aras de hacer y ser felices dándonos ese placer bien merecido.

Difícil aprender a sentir que comer sano no está peleado con ser feliz, recordar que como decía Hipócrates, "que tu alimento sea tu medicina" para convertirlo en el causante de nuestras enfermedades, para después cuando ya el daño está hecho intentar retomar un camino que no conocemos, que estigmatizamos y consideramos de plena infelicidad, que hubiera sido tan fácil si desde el inicio de nuestras vidas, tuviéramos claro no auto agredirnos, a no controlar lo que ingresará a nuestro cuerpo con pleno conocimiento, si, porque definitivamente ya nadie puede decir que lo ignora, de los daños que a veces más temprano que tarde nos causarán,

En el balance entre la información, disponibilidad y conciencia de comer sano, y la avalancha publicitaria, comercial de la industria mal llamada "alimentaria", seguimos estando a favor de los malos hábitos y sus consecuencias, no es exagerar decir, en muchas ocasiones letales.
Desaprender, para poder educar, concientizar, estrategias para cambiar preferencias alimentarias y no colocar en un sitio privilegiado a estos agresores disfrazados de placer, como drogas permitidas, aceptadas, promovidas como parte esencial de ser feliz. Las enfermedades a veces llegan solas, otras las traemos nosotros mismos a casa.

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