LA CARA OCULTA DE LA NAVIDAD
Nos alistamos a celebrar la Nochebuena y aunque hayamos comenzado los preparativos semanas atrás, son los últimos días los que convierten los centros comerciales en verdaderas romerías en las que prevalece la locura entre compradores.
Todos vamos de prisa, con el gesto enjuto y poco
amable, incluso a ratos da la impresión de que afloran los instintos primitivos propios de
la especie, y parecemos dispuestos a atacar a aquel que se acerque a nuestro
carrito de compra.
Yo me pregunto cuántas de las adquisiciones que
hacemos en esas últimas horas previas a la celebración fueron planeadas, o son
la respuesta a la estrategia de mercadeo de las
grandes cadenas comerciales que crean necesidades en el consumidor.
Ubican productos altamente sugerentes bordeando los
pasillos por donde se extienden las filas de clientes rumbo a las cajas
registradoras, y de este modo terminan como parte de las compras frituras,
golosinas y alguna que otra botella de licor.
A la vuelta de un par de días las fiestas finalizan
en sobreabundancia, y como hay de todo en exceso, terminamos repartiendo por
aquí y allá ese excedente de viandas que nos llevaron –además—a algún cuadro de
gastritis o ataque gotoso en el trayecto.
Es algo así como una histeria colectiva que lleva a
emprender gastos tantas veces poco reflexionados, que a la vuelta de unas
cuantas semanas, pasada la euforia navideña, cuando llega el estado de cuenta
de las tarjetas de crédito, tal vez lamentemos.
¿Qué nos impele a comprar de esta manera? ¿Somos
autores de nuestros actos, o simples piezas que intereses ajenos a nuestra
voluntad se encargan de mover, atendiendo a sus propias metas de venta de
temporada?...
…Toca a cada cual ser juez de sus propios actos.
Entretanto el comercio oxigena sus arcas con los recursos frescos de
nosotros, incautos compradores que en forma paradójica dejamos atrás el sentido
último de la Navidad y en enero lloramos.
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