domingo, 28 de enero de 2024

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Nuestras relaciones humanas son en gran parte las moduladoras de nuestra vida.

Nacemos con un cerebro con un amplísimo potencial de aprendizaje que día a día se va imprimiendo en las distintas áreas para formar un complejo sistema en el que se mezclan intelecto y emociones. Se habla ahora de que el cerebro no es e poseedor absoluta de funciones que considerábamos exclusivamente de su pertenencia. Ahora a través de estudios de neurociencia, se habla de órganos que poseen inteligencia, como el corazón, de memoria como el músculo, la influencia que se ha demostrado que tiene el intestino sobre el cerebro, y aunque parezca algo increíble, lo hace sobre las zonas que tienen que ver con nuestras relaciones sociales, dando pauta al nacimiento de un nuevo campo que es la psicogastroneurología.

Nuevos descubrimientos en estas interrelaciones entre el cerebro y el resto de nuestro cuerpo, son fascinantes. Esto nos lleva a hacer conciencia sobre todo aquello que procuramos como alimento, y no solo me refiero tan solo a los compuestos químicos que mantienen nuestras funciones vitales, sino a aquellos que nutren el alma, que alimentan el espíritu, porque ambos son igual de importantes para mantener nuestra salud integral.

Y si bien hacernos responsables de nosotros mismos ya es tarea complicada, lo es más cuando al vivir en sociedad lo somos también en parte de aquellos que forman parte de nuestro núcleo social. Nuestras reacciones, nuestra forma de actuar cotidianamente, sobre todo en ámbitos de contacto estrecho, pueden modificar conductas de otros. Esto es, el contenido emocional que a través de nuestras actitudes o palabras sean vistos o escuchados por otro, originan una sincronía en el cerebro de ambos. A esto se le llama sincronía de fase interpersonal. Hay un "contagio" de la emoción que por un lado puede ser favorecedor cuando somos capaces de ponernos en el lugar del otro y ser entonces compasivos, empáticos, pero por otro lado pudiera ser nocivo cuando sin apenas darnos cuenta, asimilamos la toxicidad de personas o contenidos que vemos inclusive a través de la tecnología. Por ello es tan importante elegir a quien y que escuchamos, porque el cerebro no para de aprender durante todo el día.

Cada vez más frecuentemente encontraremos que la salud requiere de modificar las conductas que nos ha condicionado el exceso de tecnología y volver a lo esencial. A ralentizar para poder mejorar la atención y dejar de ser o de creer que somos máquinas capaces de realizar más de una actividad al mismo tiempo, cuando en realidad solo hemos perdido de vista la relevancia y hemos caído en la la superficialidad, en la inatención, al estar oscilando entre enfocar y desenfocar entre distintas actividades.

Regresar a lo esencial, esto es, a tener contacto con nuestro entorno terrenal, a meditar y poder establecer contacto con nuestro yo interno, a procurar quitar el gesto adusto de nuestra cara que denote amargura o un constante reclamo, a sonreír, a ser amables con nosotros mismos y por supuesto con los demás.

Y aunque respirar es una función vital, pasamos la mayor parte de la vida sin darle la importancia a que la forma de respirar tiene influencia sobre los procesos cognitivos, la atención, memoria y sobre gestión de las emociones. El cerebro sabe como estamos respirando, y de acuerdo a ello está demostrado que la respiración está directamente relacionada en como vivimos una emoción, en cuanto a su intensidad, así mismo en nuestra capacidad de atender y aprender. Esto que es descubrimiento reciente, no viene a ser nada nuevo cuando miramos que culturas ancestrales ya le daban importancia relevante a la respiración y como la realizamos.

Definitivamente lo único es reencontrarnos con lo esencial, quizá ahora a través de la comprobación científica nos sea más veraz esa información y consideremos en dejar de creer que la evolución del hombre va en el camino correcto, aislarnos un poco de la tecnología y dar espacio a la estimulación sensorial, al contacto con la madre Tierra, a reencontrar en la personalización de las relaciones humanas la mejor forma de evolucionar y mantener el equilibrio bio-psico-social que esta efervescencia tecnológica nos está arrebatando.

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