Siempre me esforcé en no contagiar mi desánimo, tuve la suerte de que el padre de mis hijos tuviera espíritu navideño y motivaba a que en el hogar lo hubiera. Mis hijos supieron lo que era una Navidad celebrada con amor, con buen humor y en un ambiente familiar, sin excesos, sin gran algarabía, pero con profundo sentimiento de unidad y bienestar espiritual, cuando menos así lo siento yo.
Ahora, después de estos últimos años en que la vida nos ha colocado como familia en situaciones difíciles, que se han logrado sortear, encuentro en estas fechas la oportunidad de dar gracias a Dios, a la vida por poder festejar esta Navidad, haciendo de ella una época especial para reafirmar los lazos de amor entre la familia, los amigos, y dejar a un lado ese rechazo a todo aquello con lo que no he estado ni estaré en sintonía, pero que discriminaré para dar paso a mis emociones positivas, a que aflore el amor, a que mi corazón se llene de gozo de poder estar al lado de los que quiero.
Navidad esta vez, reviste un significado especial en donde mis queridos nietos Ricardo, Rodrigo y Paola con su ternura, inocencia y la magia que envuelve la infancia, vencen a mi grinch interior y vienen a hacer de mi Navidad, una muy feliz Navidad.
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