domingo, 1 de noviembre de 2020

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

He estado en estas fechas conviviendo día a día con la palabra enfermedad y la que es más dolorosa, muerte, que ya parecen hacerse cotidianas, tanto como el buenos días.

Y es entonces, que decir precisamente buenos días, me provoca la nostalgia, de días que sin tener particularmente nada en especial, pero que al recordar, encuentro que eran buenos, tan solo porque se vivían sin sobresaltos. Porque salir, saludar, dar la mano, abrazar, platicar frente a frente con alguien, cantar, asistir a eventos musicales o deportivos, ver a los niños camino a la escuela, oírlos reír en el recreo, corriendo y jugueteando unos con otros, sin temor, sin el acecho de nada grave que pudiera ocurrir eventualmente.
He tenido tanto contacto con el dolor, que no quiero pensar que será ya esta nueva realidad un recuento incesante de contagiados y fallecidos, de la incertidumbre de cuándo y cómo volveremos al mundo que nos fue arrebatado de manera tan sùbita, sin darnos apenas oportunidad de poderlo asimilar.

Pasan los días, los meses, y lo que veíamos como fecha lejana pero ya un tiempo probable para reintegrarnos a nuestras vidas, como si se tratara de un juego macabro donde, cuando ya piensas que alcanzaste la meta , alguien la sitùa tan lejos de ti, sin siquiera alcanzarte la vista para poder medir tu esfuerzo, tu espera.
Ya no quiero pensar en màs festejados este 2 de noviembre, ya no quiero seguir viendo esquelas, coronas de muertos, llorar mis llantos y los ajenos. Quiero pensar que despierto una mañana cercana y veo que toda esta pesadilla ha desaparecido.

Quiero creer en ese despertar, y sentir que el dolor se sublima, que las pérdidas se logran sobrellevar, que podemos poco a poco lidiar nuestros duelos, y que volveremos, los que sobrevivamos a esta calamidad, a respetar la vida, a agradecerla, a valorarla, a no permitirnos dañar o alejarnos de nuestros afectos, a ser indiferentes o distantes de nuestros seres queridos, a no dejarlos morir en vida, porque aprender la lección de perder a alguien en defintiva, esa lección que la muerte despiadadamente nos da, es tardío aprendizaje que marca en forma dolorosa nuestras vidas.

Pero en la vida viene sin dar la oportunidad de pedirla a la carta, así que habrá que tomarla como se nos presente, y poner en ello nuestra voluntad de seguir adelante, sin perder la fe, sin dejar de luchar por vencer nuestros miedos, agradeciendo el día a día por ver un nuevo amanecer, y ser solidarios y resilientes, para no dejar que nuestra misma actitud sea parte de este devastador clima de pesadumbre.

Unamos nuestras voluntades y hagamos con ellas una esperanza enorme que nos proteja del miedo y el pesimismo.

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