domingo, 3 de abril de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

EL CAMINO

El confinamiento obligado durante poco más de dos años ha modificado muchos de nuestros hábitos.  Para algunos los cambios resultaron desesperantes; en mi caso, por mi forma de ser, pude adaptarme con relativa rapidez a los mismos.  En vez de salir a componer el mundo en un café, opté por la vía virtual; en lugar de asistir a eventos culturales en vivo, lo hice en línea.  Respecto al cine puedo decir que salí ganando: en la vida real no soy muy afecta a las cintas comerciales.  El encierro me dio la oportunidad de acercarme a producciones de cine de arte de diversos países, lo que resultó en una ganancia espiritual que, de otra manera, no habría obtenido.

Termino de ver una producción italiana hermosa, que me llevó a reflexionar frente a la realidad que vivimos en México, con el proyecto de militarizar cada rincón del territorio nacional.  Vemos resultados poco alentadores de parte de las fuerzas armadas, a las que se han impuesto tareas ajenas al perfil castrense, y trabas para poder ejercer sus funciones frente al crimen y la defensa territorial.

La cinta en cuestión se intitula en su idioma original: “Non e’ mai troppo tardi”, traducida en Argentina como “Nunca es demasiado tarde”, una producción de Giacomo Campiotti con la actuación estelar de Claudio Santamaria, conocido por su papel en “Casino Royale”.   La historia habla de un maestro idealista cuya plaza laboral se halla dentro de un reformatorio juvenil,  ambiente que  no apuesta en absoluto a la rehabilitación de los chicos, que van desde los 10 años hasta el límite con la edad adulta.   Narra las peripecias que el maestro ha de hacer, convencido de que esos jóvenes desordenados y oposicionistas llevan dentro un potencial, el cual se propone explotar.  Una subtrama tiene que ver con el amor de su vida, una maestra de quien se separó al partir a la guerra, y a la que debe reconquistar.  Ella se vuelve cómplice de las iniciativas que el maestro emprende, llevado por la fe en ese grupo de jovencitos y la convicción de que la educación es la única puerta que los conducirá a una vida productiva. Después de muchos traspiés, consigue modificar en el sistema la idea de que un reformatorio no es un contenedor de delincuentes que, cumplida su sentencia, retornan al mundo a seguir haciendo lo mismo, sino que se puede trabajar con ellos, a través de la confianza y la empatía, para convertirlos en ciudadanos de provecho.  Es de esas películas que nos dejan un sabor de boca muy agradable.  El idealismo del maestro, que a ratos frisa con la imprudencia, nos recuerda esos personajes quijotescos en cuya figura los soñadores de todos los tiempos hemos anclado nuestros ideales.

Dentro de los fenómenos sociales que ha generado el confinamiento, se encuentra el aislarnos unos de otros.  Cada núcleo dentro de su casa, limitar los contactos físicos a través de evitar besos y saludos de mano, e imponer barreras como el cubrebocas.  La comunicación, quiérase o no, se ve resquebrajada por estas imposiciones que, sin bien sirvieron para que no nos contagiáramos, limitaron en mucho la posibilidad de acercamiento e intimidad.  Por todas partes hallamos ejemplos de cómo aumentó la violencia doméstica en ese clima de encierro, y ahora que comenzamos a salir al mundo, lo hacemos como los topos desde su hoyo, de manera insegura y torpe.

En lo personal el cine norteamericano me resulta muy encasillado en clichés que no me convencen.  Salvo sus contadas excepciones, para mi gusto gira demasiado en torno al ideal capitalista y a los valores que se supone, cualquier familia que se respete, debe tener. Carecen de esa sustancia que vuelve a los personajes entrañables, cercanos e inolvidables.  Cierto, en gustos se rompen géneros y habrá quien defienda dichos elementos pese a cualquier incongruencia.  Digamos, yo no entiendo cómo, después del bofetón que le metió Will Smith a Chris Rock, a la hora de recibir el Oscar como mejor actor, el público presente se volcó en un prolongado aplauso de pie.  El presentador hizo mal en utilizar la condición médica de Jada, esposa de Smith, para un chiste.  Smith hizo mal en no controlarse frente al agravio.  El público aplaudió el Oscar de este último, sin tomar en cuenta lo recién ocurrido.  Para hoy, a menos de una semana de los hechos, el mercado ya tiene a la venta playeras, tazas y adhesivos con la imagen del incidente.

A ratos necesitamos rectificar el camino.  Detenernos a reflexionar si vamos bien, o si corresponde hacer cambios.  Militarizar un país no garantiza la seguridad ciudadana, y así lo estamos viendo.  Crecen las fuerzas militares, pero la delincuencia por parte del crimen organizado no disminuye. La creación de la conciencia ciudadana no se desarrolla a punta de fusil, sino a base de congruencia.

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