domingo, 16 de julio de 2017

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Cuando se tiene una sola oportunidad de lograr un objetivo, se destina todo el esfuerzo a obtenerlo. 
Va siendo poco a poco que vamos cayendo en cuenta, que solo hay una vida, y que no podemos dejar de esmerarnos en hacer de ella una obra maestra. 
No es que necesariamente lo vayamos a lograr, pero si fijamos como tal nuestro propósito, seguramente tendrá que ser buena la obra.
     ¿Qué es para nosotros el hacer una vida valiosa? Eso varía con el tiempo vivido y del tiempo disponible para reflexionar al respecto, por eso es que  cuando ya  hemos recorrido la mayor parte del trayecto,  podemos ser más objetivos y certeros en reconocer lo que si y lo que no valía la pena.
     Habremos para entonces oído mil veces que el éxito no se mide en nuestras ganancias materiales, pero la mayor parte de nuestro tiempo irá encaminado a conseguir estas.
     Guiados por la inercia del consumismo, dejamos a un lado aquello que no se destine al éxito económico, porque definitivamente la sociedad se basa en ello. Pocos buscan ser recordados por un Premio Nobel de la Paz, siempre tendrá más relevancia haber sido un millonario goleador o artista de plástico, estos sí son ejemplos que vale la pena emular. Se convierten en modelos a seguir, es entonces cuando nos vemos tal cual somos, una contradicción entre lo que decimos ideal y lo que pretendemos realmente concebir como tal.
     Para cuando hacemos un análisis objetivo y convincente, la mayoría ya habremos llegado a una edad en que solo nos queda aferrarnos en esta última etapa a todo aquello que dejamos de lado, y darle su justo valor. Es eso entonces lo que llaman la sabiduría del anciano, que se transmite de generación a generación, que queda en consejo, en bellas frases, pero no se traducen en un cambio en nuestros arquetipos sociales, en los que sigue dominando la materia, sobre el espíritu.

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