SOCAVÓN
(Dedicado a todas
aquellas víctimas que engulló el sistema)
Se abre la tierra en su profunda entraña.
Lo hace en son de protesta
por el daño histórico,
por el no respeto a la naturaleza
de sus cauces. Engulle la oquedad
lo que encuentra a su paso.
Después de la tragedia,
muerto el niño y su padre,
--los dos juanes--
se apresuran a tapar el pozo
con cemento hidráulico a presión,
acallan el llanto de los deudos
con grandes peroratas.
Gastan –ahora sí--, todos los millones
que ahorraron a la mala.
Lo hacen para borrar de tajo
impericia y corruptelas.
Queda el aire impregnado por el
humo
de los cirios fúnebres.
El funcionario profiere justificaciones
de ciencia ficción,
señala chivos expiatorios.
La culpa es de la lluvia, --dice—
para eximir al constructor, su amigo,
con quien toma un coñac y fuma un habano.
¿Qué son dos muertos que nadie conoce?,
dice para sus adentros mientras
sirve otra ronda
a los contertulios de esta noche.
A voz en cuello, entre
carcajadas
levantan todos la copa una vez más:
¡Salud, amigos, y que viva México!
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