domingo, 12 de marzo de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LA FUERZA DE LO PEQUEÑO
El calentamiento global es el prototipo de un problema que inició siendo pequeño, y que con el tiempo empezamos a padecer en gran escala todos los habitantes del planeta Tierra; cambios climáticos inesperados, elevaciones térmicas fuera de rango y de época, o grandes meteoros que afectan principalmente zonas tropicales.   Volteamos la vista y  descubrimos que se trata de una cadena interminable de pequeñas situaciones que fueron dándose en el tiempo, cuyo efecto acumulativo a la fecha  ha alcanzado  graves proporciones.
     Como  el del cambio climático hay muchos otros problemas acumulativos que luego de que han crecido de forma desproporcionada, parecen engullirnos, y es hasta entonces cuando nos alarmamos y comienza a “caernos el veinte”  respecto a su magnitud.  Hoy quiero enfocar mi comentario con relación a otro tipo de problemas, los que se generan en el seno del hogar, llámese en la pareja o en la propia familia.  Son pequeñeces que se van dando de forma sistemática, repitiéndose, aumentando en intensidad, pequeñeces a las que se suman otras pequeñeces, y aquello comienza a crecer como   bola de nieve,   llevándose a su paso todo lo que encuentra.  Detalles en la relación de pareja, tal vez durante el noviazgo, diferencias que no se ventilan, silencios que albergan en su seno inconformidades, pero que se asumen así bajo el argumento que a la larga sale caro, de callarse y ceder “nada más esta vez,  para llevar la fiesta en paz”.  Se nos olvida que la relación de pareja es precisamente eso, la asociación voluntaria y por amor de dos personas distintas, cuya  base de sustentación es la negociación,  alcanzar acuerdos que a ambos beneficien.  Los patrones de relación se van estableciendo desde el momento cuando se conocen e intercambian las primeras palabras, son adaptaciones de uno al otro, es un dar y recibir; un renunciar y obsequiar; en la medida en que haya satisfacción al hacerlo, no por la fuerza sino de propia voluntad.
     Resulta increíble cómo los detalles más pequeños en una pareja de novios llegan a ser un indicativo de la futura relación como esposos, recordando aquella parábola del evangelio de Lucas: “El que es fiel en lo poco, en lo mucho también lo es”.  Los pequeños gestos, las pequeñas palabras que sugieren problema en el inicio de una relación, no van a pulverizarse y desaparecer así nada más; son  fórmulas matemáticas que presagian lo que está por venir, de manera que cada uno tendrá que definir hasta qué punto conoce al otro, y en  caso de que los signos  indiquen problemas potenciales en la relación, medir hasta qué punto están dispuestos a tolerarse, a negociar,  a buscar de manera conjunta un camino que les permita llevar la relación al nivel óptimo. Esos chispazos mágicos del enamoramiento suelen ser elementos que identificamos en el otro como algo familiar, porque son representaciones con las cuales hemos tenido contacto de niños.  La chica de alguna manera buscará en la pareja potencial actitudes, gestos o modos de tratarla a ella que repliquen la forma como su padre trató a su madre, que tantas veces explica ese repetir patrones de conducta que  dañaron en la infancia y ahora  se repiten  como calcados en  la pareja que se elige para toda la vida.
     Hablando de  la familia, son muchas las ocasiones cuando esta es una de la puerta de la casa para afuera y otra muy distinta en el interior de la misma. El hogar es ese sitio en el  cual podemos expresarnos de  forma natural,  sentirnos libres de actuar tal cual somos, sin preocuparnos por el rechazo social que de forma sistemática se da allá afuera.  La libre expresión no nos autoriza –sin embargo—a ser rudos con nuestros seres queridos, a tratarlos de manera descuidada, suponiendo que de todas formas ellos tienen que aguantarnos.  Si el hogar es el sitio donde se va desarrollando la relación de pareja en todo su esplendor, y donde se forja la autoestima de los hijos desde el primer momento, es justo el sitio donde nos corresponde aplicar nuestras mejores herramientas emocionales, el cuidado, el afecto, la ternura, la paciencia, todas aquellas maneras que permitan a nuestros niños sentirse seguros y amados, que no quepa en ellos duda alguna de que siempre los vamos a querer por lo que son.  Un hogar en el cual estas cuestiones no quedan claras para el corazón de un niño, puede convertirse en una losa en su pecho que no le permitirá alcanzar todo su potencial humano, por favor no lo olvidemos.  Una relación de pareja que se convierte en rutinaria y sin chispa es el preámbulo perfecto para vivir lo que llamaba Campoamor: “La soledad de dos en compañía” o la muerte en vida del amor.
     La suma de lo más pequeño, a través del tiempo es la fuerza más grande en el universo, polvo de estrellas que construye destinos.

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