domingo, 1 de octubre de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

EL OTRO SISMO
Difícil dejar de hablar de ese movimiento telúrico que cimbró a todo México.  Imposible permitir que caduque lo acontecido en torno al mismo, dar vuelta a la página del calendario, seguir adelante como si nada hubiera sucedido, cuando ha sido un punto de inflexión histórico para nuestro amado país.
     A diferencia del ’85 –para quienes hemos vivido ambos escenarios—en este se vio una sociedad civil organizada a partir de los “millennials”.  Los mayores tuvimos que reconocer el valor de esta generación, cuando durante mucho tiempo se les  consideró  un grupo etario indiferente hacia las necesidades de la colectividad.
     A  partir del 19 de septiembre la palabra “sismo” se incrusta en el imaginario de los mexicanos como una figura central,  nos  permite revisarnos cual   protagonistas de un importante capítulo de nuestra historia. Con toda seguridad  Elena Poniatowska o  Sabina Berman vendrán recogiendo tantas experiencias de vida que confluyeron en una sola intención, la de levantar a México después del cataclismo. Los grandes que nos hacen falta para ayudarnos a entender las cosas  son   Octavio Paz, Carlos Monsivais,  Ignacio Padilla.
     La ayuda ha provenido de muy distintos lugares, tanto de la sociedad civil como de las instituciones públicas y privadas.  La logística para su distribución  –debemos decirlo-- no ha sido la mejor, desde el principio se percibió  la falta de un mando único que organizara el gran conjunto para optimizar la ayuda, tanto humana como material.  Nuevamente fueron los millennials,  que traen el chip integrado, los que establecieron plataformas y redes digitales para enlazar a quienes desean ayudar con quienes necesitan dicha ayuda.  Lamentable, se percibió cierta pugna entre los mandos comisionados a  un mismo sitio, lo que entorpeció en buena medida las eficiencia del apoyo.
     La emergencia crítica se ha superado, ahora viene la segunda etapa, la de reconstruir los sitios dañados, además –por supuesto— evaluar qué proporción de las afectaciones obedeció a factores humanos que pudieron haberse prevenido.  Tiempo de fincar responsabilidades, y por una vez garantizar que esas denuncias de la sociedad civil no se queden en el limbo de la no-procedencia judicial.  Para ejemplo el caso del Colegio Rébsamen en el cual se concentran muchos vicios institucionales y que resultó en 26 muertes, cuando si se hubiera cumplido la norma, no tendríamos ese saldo fatal.
     Atemoriza enterarnos de las grandes sumas de dinero que vienen acumulándose para la restauración de nuestro país.  Triste reconocerlo, lo que nos atemoriza no es que lo donado no alcance, sino más bien que dichas sumas comiencen a desviarse por otros caminos.  Nos atemoriza que se contamine con la plaga de la corrupción, siendo que esta vez –más que nunca--el dinero deberá ser sagrado peso por  peso, para llegar a donde debe llegar, sin desvío ni merma alguna.
     En definitiva este sismo ha sido ocasión para una gran lección ciudadana, pero nos falta mucho por aprender.  La rapiña a todos los niveles es una mala costumbre que se da a partir del pensamiento --“cultural”, diría nuestro señor presidente--,  de que si aquello no me lo apropio yo, lo hará alguien más, cuando lo  ideal sería decir,  si  no es mío, tiene que ser de alguien más, y me toca  respetarlo. Esto último sucede en países con un gran desarrollo  humanista, y hacia allá debemos de enfocarnos a llegar.
     Nuestros millennials toman las riendas de la nación tras un largo tiempo de molicie en el que nosotros no supimos hacerlo.  Son la voz apasionada que exige, y estamos aquí para apoyarlos y respaldarlos.  Habrá que seguir de manera puntual cada movimiento que el gobierno haga con esos recursos que se han enviado para ayudar a los necesitados, sacudirnos la complicidad en la que tantas veces caemos por obra o por inacción.  No es nuestro, no se vale robarlo, así de sencillo, llamando a las cosas por su nombre.
     Las redes sociales han jugado un gran papel, necesario que actúen a favor de la verdad y el bien.  No se vale editar una nota para volverla alarmista y generar encono contra quienes  tratan de actuar en la contingencia.  Es sensato partir de la presunción de inocencia cuando no nos consta algo;  sabemos que por desgracia ha habido grandes rufianes en nuestra historia reciente, pero no podemos generalizar y decir que por lo tanto, todos los que tienen una función pública son corruptos.  Encender los ánimos valiéndose de la distorsión es criminal; creerse todo lo que aparece en redes sociales, sin cotejarlo con fuentes acreditadas, es ingenuo; retransmitirlas sin documentarnos es irresponsable.
     El otro sismo,  el de las estructuras intangibles que renacen, es  la gran oportunidad para conformar por la vía pacífica ese  México que todos anhelamos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario