domingo, 18 de marzo de 2018

Recordando a Rosaura Barahona

El lado positivo de las redes sociales es que nos permiten tejer nexos con personas hacia quienes nos unen causas, sentimientos o convicciones.  Se vuelve una suerte de fraternidad dentro de  la cual  poco importan esos caracteres que en la comunicación cara a cara tienen un peso específico.
     Así fue como, recordando a los grandes maestros que generosamente han compartido su esencia, y que lo siguen haciendo a pesar de su partida física, en días pasados llegué al muro de la querida Rosaura Barahona a quien sentí como una amiga y mentora, a pesar de que nunca tuve la oportunidad de conocerla en persona.  Muchos de los comentarios vertidos el pasado mes de octubre, con motivo de su fallecimiento, hablaban de esa presencia inspiradora en las vidas de quienes la lloramos aquella mañana de su partida.
     Me capturó en particular el memorial del Maestro Jesús Romero, quien brinda un merecido homenaje a la catedrática  que lo rescató de un destino que hubiera resultado poco satisfactorio,  para colocarlo en el camino de lo que finalmente ha sido su vocación: El mundo de las Letras. Termina diciendo en su propia voz: "No tengo en verdad, suficientes palabras en mi vocabulario para agradecer y alabar a esta gran regiomontana, entrañable maestra, aguda editorialista y una de las mejores educadoras de México." Y cierra con un fragmento de Marguerite Yourcenar que aquí me permito transcribir, no sin antes expresar mi sentir muy personal: Almas generosas como la de Rosaura Barahona en dar, y Jesús Romero en agradecer, colorean el panorama con los tonos  más vivaces, aunque --en su amor a la vida-- se cuidan de evitar que los diestros pinceles en sus manos sean descubiertos.
   Rosaura vivirá  hoy y siempre  gracias al recuerdo de quienes la apreciamos.


Jamás de tu alma conocerás el viaje
Comenzado en mi alma al despuntar el día;
Ni el tiempo, ni el amor, ni la edad, ni el paisaje
Borrarán tu huella grabada con la mía.
No sabrás que tiene tu rostro la belleza,
Que el mundo por tu azul dulzura resplandece,
Que la transparencia del lago en la maleza
Refleja tu mirar donde el sol amanece.
Nunca jamás sabrás que eres en mi mano
El oro del farol sobre el andar del mar;
Que tu lejana voz se mueve en mi cantar,
Que tu antorcha, tu luz y resplandor arcano
Me indican el dulce sendero de vivir,
Juntos, en una sola sombra de seguir.
Marguerite Yourcenar

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