domingo, 19 de julio de 2020

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Limitada mi libertad, mi tránsito por la cotidianidad de mi vida, convertida ésta en otra rutina totalmente distinta, donde se recorren los mismos pasos, se ven los mismos lugares. 
     He estado tan alejada de mi acostumbrada forma de vivir, que siento miedo hasta de dejarla de extrañar, a temer recuperarla, a no saber como retomar mi vida en otras circunstancias, donde tendré por tiempo ilimitado que desaprender hábitos e incorporar otros, que en muchas ocasiones no me darán la misma satisfacción.
     Me veo aislada hoy, y a mi regreso continuar en aislamiento parcial, cubierta la cara, manteniendo distancias que a la larga ya no suena tan sana, porque distantes  son mi gente más querida, porque pasa el tiempo y la necesidad de correr a abrazar y besar a mis seres amados va calando más hondo, y empieza a sentirse la frustración de no ver plazo cercano para regresar a la sana costumbre, de los encuentros cercanos a lo que y a quienes amamos.
     Entre la incertidumbre y la fe, voy y vengo en el espacio que circunscriben las paredes de mi casa. Me topo con una que me taladra el cerebro y me impide pensar de forma positiva, una que solo consigue causarme temor y ansiedad, y giro hacia el otro extremo a encontrarme con la fe, para recuperar mi paz, para que me haga sentir que esto es pasajero, para tener aliento y poder seguir en pausa, esta pausa que me agita el corazón más que una carrera con obstáculos, donde estar expectante de tanto dolor a mi alrededor, me hace sentir amenazada, atemorizada, luchando por vencer el miedo, innovando estrategias para que no me gane la batalla el desconsuelo, con resultados a veces más funestos que la misma enfermedad viral.
     Tejiendo sueños con la ilusión de que se hagan realidad, inspirándome en el amor que me rodea, en lo que la naturaleza me brinda en cada despertar, a través de la brisa, de la lluvia, del canto de los pájaros y la belleza multicolor de las flores. Así me aferro a la esperanza de que recuperaremos nuestro mundo, nuestras vidas, sin tener que protegernos unos de otros, con la posibilidad que solo da la cercanía,  de manifestar nuestros afectos a través de estrechar una mano, de darnos un beso o un abrazo.
     Volver a la realidad fraterna, de convivencia cercana, con el aprendizaje de sabernos necesarios unos a otros, y responsables de nuestra integridad y de la conservación de nuestro entorno. 
     Habremos de regresar, deseosos de estrecharnos la mano, y de  abrazar al mundo. Eso no lo debo dudar.

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