domingo, 23 de agosto de 2020

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Hoy nuestra querida colaboradora está de plácemes.  En su faceta musical estrena disco en Spotify. En él  pueden escuchar su hermosa voz interpretando melodías del recuerdo: ¡Muchas felicidades!
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Ayer oía sobre un libro que se está difundiendo, el nombre llamó especialmente mi atención: "Cuando mamá lastima" es el título. A grandes rasgos me enteré de como era tratado el tema. Al instante pasaron por mi mente los reproches que hice tantas veces por lo que juzgaba injusticias en el proceder de mi madre, al mismo tiempo lo que yo me he reprochado otras tantas de mis errores al corregir a mis hijos.

El solo título me infligió tremendo dolor, repasé una y otra vez no todos, pos supuesto, porque mi memoria solo tiene reserva limitada y seguramente guarda más a favor que en contra, pero de solo pensar en lo que pudieran decir mis hijos sobre lo que de mi actuación como madre les dañó, me sentí momentáneamente culpable e infeliz. Yo sola imaginé un ataque tripartita que seguramente merecía. 

En cuanto al juicio que yo hacía de mi madre, lo digo sinceramente, de nuevo me sentí culpable de poder reclamarle algo, a mi edad ya vi pasar la vida del otro lado y entendí perfectamente que no tenía nada que no pudiera comprender y justificar. Mi madre fue mujer entregada al cien por ciento a la tarea de crianza.

Yo por mi parte, en otra época, con otras aspiraciones y habiendo compartido mi maternidad con la profesión, sentí que tenía más posibilidades de haber lastimado a mis hijos, en un arranque de esos que solemos tener las madres en que somos presas de la tremenda responsabilidad de educar a unos hijos, que además queremos sean perfectos, y sentir la impotencia de no estarlo logrando cabalmente, sin contar que a esto se agregan situaciones estresantes de enfermedad o limitaciones económicas, un sinfín de situaciones que nos complican la existencia y nos hacen muchas veces terminar desquitando frustraciones con los menos responsables.

Por un momento, sentada en la silla de los acusados, sentí que lo único que me quedaba era pedir perdón, por todo aquello y que no era poco.

Quizá por mecanismo de defensa, o quizá porque mi conciencia lo dictó, terminé levantándome de esa silla, ¿qué lograría con juzgarme como madre, o el que mis hijos lo hicieran, qué bien les haría a ellos un perdón a destiempo? ¿qué huella dejaría el pasar? Por el dolor de un reclamo extemporáneo hacia un acto que se no fue llevado ni por la irresponsabilidad ni por desamor. No era soberbia lo que me hacía rechazar el ser juzgada, humildad tengo para poder reconocer errores, pero si hablamos de sanación en la relación con nuestros hijos, apelo más a la conciencia que el  tiempo y las experiencias te van dando. Apuesto a que la buena voluntad y el amor que se entrega día a día en esta ardua labor de ser madres, permitirá que llegue a inclinar en la balanza todo lo positivo a nuestro favor.

Al final de mi soliloquio, quedé en paz "cuando mamá lastima" pero ama, protege, educa y hace todo lo que está a su alcance para lograr que sus hijos sean felices, y tiene más que atenuantes para ser perdonada. 

Nadie puede escapar del juicio de los hijos, pero la certeza tengo de que siempre seremos exoneradas cuando fue el amor el que nos guió.

3 comentarios:

  1. Me encantó como lo pones, es algo del que creo todas las madres nos planteamos varias veces en la vida, me gustó como lo expresas, gracias por compartir

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  2. Cierto. Con todo y los errores cometidos, fue hecho con el amor y el corazón.

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  3. Cristo Bendito, vaya, qué manera tan acertada de decirlo.

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