domingo, 23 de marzo de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

Me permito incluir una pequeña reflexión:   Junto con el aniversario luctuoso de Colosio, mi columna cumple veinte años de llamarse "Contraluz".  Este nombre lo tomó  a raíz de un artículo que publiqué días después de su  asesinato, intitulado "Crimen a contraluz". Así rindo mi pequeño tributo semanal a ese hombre cuyo proyecto de nación,  nos hizo creer a todos los mexicanos de bien, que un cambio siempre es posible.
MÁS ALLÁ DE LA TECNOLOGÍA
Un matrimonio joven con toda una vida por delante.  Cuatro meses atrás nació su primer hijo, y en redes sociales circularon fotografías de la nueva familia, de igual modo como habían circulado previamente imágenes de la feliz pareja.
   Terrible noticia: Dentro de un exclusivo fraccionamiento residencial  asesinan con arma blanca  a la madre y al bebé; minutos después el esposo y padre, a gran velocidad,  se impacta de frente contra una pesada unidad, y fallece.
   Las autoridades investigan, el móvil más factible hasta ahora  es que, tras una discusión conyugal,  el hombre hubiera asesinado a su familia,  abandonando luego  su domicilio,  para más delante ir a impactarse en forma intencional
   No pretendo escribir una nota policíaca. Era necesario describir los supuestos hechos para arrancar mi reflexión semanal.
   A diferencia de padres y abuelos, las actuales generaciones se manejan atendiendo a otros elementos.  Tienden a vivir el momento de manera intensa, sin detenerse muchas veces a medir los efectos de sus acciones a largo plazo, y de hecho, en buena parte de ellos priva el pensamiento de que, como  no saben si vivirán para cumplir cuarenta o cincuenta años,   quieren vivir  el presente con toda intensidad.  Se  desenvuelven en un mundo consumista orientado hacia el individualismo y la gratificación de necesidades que éste mismo genera de manera continua.
   Una característica más de los jóvenes actuales, a diferencia de los anteriores, es su baja tolerancia a la frustración.  Las comodidades de la vida moderna nos facilitan   a todos obtener  exactamente el producto  que deseamos en el momento en que lo deseamos, de modo que vamos perdiendo la capacidad de ser pacientes y tolerantes.  Algo tan simple como un mensaje, que hace medio siglo, si se mandaba por correo postal tardaría en promedio una semana para llegar a su destino, en la actualidad, gracias a diversas aplicaciones tecnológicas, llega al receptor en fracciones de segundo.   Y ni qué decir de las llamadas telefónicas; los chicos se reirían si supieran las que teníamos qué pasar hace algunos lustros para realizar una llamada de larga distancia a través de operadora.
   Y así ocurre con las distintas actividades cotidianas, como pueden ser cocinar, lavar la ropa o movilizarse de un punto a otro de la ciudad.  Los avances modernos permiten que todo ello se lleve a cabo en el menor tiempo posible, y elementos como aquellos grandes tinacos de lámina en los que se hervía jabón blanco para lavar pañales de “ojo de pájaro”,  y aquellos  tendederos  en los que cada mañana ondeaba al sol  una interminable fila de pañales, han pasado a la historia.   Las comidas congeladas vienen a  resolver necesidades surgidas a raíz de la incursión de la mujer en el mercado de trabajo. Priva lo práctico, accesible e inmediato, aunque claro, a costa de generar grandes cantidades de desechos que están contaminando el planeta, y han   disparado en todos nosotros  el riesgo de padecer  enfermedades crónicas.
   Vivir en la era tecnológica, y más cuando se nace en ella,  complica en buena medida las relaciones interpersonales.  Tendemos a ser impacientes y poco tolerantes con los seres queridos, como si esperáramos que ellos nos adivinaran el pensamiento y  respondieran de manera precisa.   Y luego puede ocurrir, como con la moda allá afuera, que nos fastidiemos de una relación, y queramos desecharla, de igual modo como cambiamos de teléfono móvil.
   Por este mismo camino,   ante un problema de pareja  muchas veces no cabe en los jóvenes la idea de sentarse a revisar con detenimiento qué es lo que ha pasado  para tratar de remediarlo; detectar dónde estuvo la falla, ser honestos en reconocer responsabilidades y tener el propósito de actuar para evitar que eso mismo vuelva a suceder.  Muchas veces se  comportan de manera precipitada o intransigente, y toman decisiones que más delante pueden lamentarse.
   Ciertamente las investigaciones de la tragedia ocurrida con esta familia se están llevando a cabo, pero no es descabellado pensar que las cosas  hayan ocurrido como suponen.   Testigos refieren que los esposos tuvieron una fuerte discusión la misma noche de los hechos, y lo que siguió bien pudo ser una reacción momentánea e impulsiva del hombre, un mero arranque de  ira.  Y lo que apunta a ser un suicidio, pudo ocurrir luego de que  él hubiera recapacitado respecto a lo que acababa de hacer.
   El consumismo, con sus características de generar continuamente nuevas necesidades, de la mano de sus respectivos satisfactores para saturar el mercado, llega a volvernos irreflexivos en nuestro actuar.   Las relaciones interpersonales no entran en este juego de mercadeo, ni han perdido vigencia, aunque el barullo del mundo exterior así pudiera sugerirlo. 
   Lo que nos hace capaces de compartir y trascender, va más allá de cualquier aplicación tecnológica. No lo olvidemos.


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