Esto me ha sucedido más de una vez, Igual me ha pasado que queriendo hallar mi paz, mi felicidad perdida, estando tan a la vista, no me es posible dar con ellas. Quizá uno ni siquiera mira claramente; quizá el dolor empaña la vista, o simplemente uno queda atrapada en él y no ve más allá. Con frecuencia estamos buscando en el lugar equivocado, en aquél en que una vez estuvieron, pero no están más. Insistimos muchas veces en encontrarlas donde las dejamos, y quizá el error esté en no querer caer en cuenta de que ni la felicidad ni la paz son objetos que se pueden mantener guardados y a salvo, sino estados o situaciones que percibimos de acuerdo a nuestra concepción sobre su significado y nuestras circunstancias.
Están escondidas detrás del pesimismo, de la incapacidad de resolver conflictos, del resentimiento o la ira; de no ser capaces de concluir los duelos y resignarse; de seguir insistiendo en un pasado que nos hiere en lugar de rescatar de él aquello que nos inspira a seguir en armonía con el mundo, con la gente, y a transmitir un mensaje de amor, de solidaridad que nos haga capaces de reencontrarnos a nosotros mismos, con los demás, y no perder la fe en reencontrarnos con la felicidad y la paz.
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