CORTESÍA SANADORA
El ritmo de vida actual implica que llevemos prisa
gran parte del tiempo. Las distancias
cada vez mayores propias del desarrollo de las grandes ciudades tienen mucho
qué ver con la génesis de esta prisa que de alguna manera nos van marcando como
sociedad.
No es
infrecuente ver muchos vehículos desplazándose a gran velocidad en las arterias
citadinas, como si sus conductores actuaran impelidos por alguna fuerza interna, situación
de riesgo capaz de provocar una gran gama de accidentes viales.
Lo
anterior constituye solamente una faceta del perfil del habitante urbano. Muy atrás ha quedado la placidez del campo, o
la parsimonia soñolienta que todavía a mediados del siglo pasado reinaba en las
colonias y barrios residenciales de cualquier población. En estos tiempos cuando la comunicación nos
convierte a todos los seres humanos en una aldea global, uno de los precios que
hay qué pagar es justo éste, vivir de una forma acelerada.
Por
supuesto que las enfermedades asociadas al estrés no se han hecho esperar, como
tampoco aquéllas derivadas del cambio de hábitos alimentarios, cuando una parte de la población ha de comer
fuera de casa por necesidad. Amén del
incremento en el consumo de alimentos ricos en químicos conservadores, o bien el
alto consumo de comida “chatarra”.
Aunado a
todo ello la cortesía viene quedando fuera de la jugada en muchas
ocasiones. Es tal nuestra prisa, real o
ficticia, que en aras del ahorro de tiempo caminamos de manera acelerada, entramos y salimos
precipitadamente de diversos sitios públicos, y conducimos a grandes
velocidades. Derivado de las circunstancias
va surgiendo en nosotros un egocentrismo de manera casi inconsciente, pero que
tiene sus efectos deletéreos en la convivencia con otros.
Comenzamos a actuar partiendo de la propia persona, y si hay qué elegir,
teniendo por delante la atención de mí mismo antes que la de los demás. Lo vemos reflejado, sobre todo en actos cotidianos, cuyo cúmulo a la larga
genera ambientes poco gratos.
Algo
similar sucede con las redes sociales. A
través de la Internet nos enteramos en
tiempo real de lo que sucede en muy
distintos puntos del orbe, y nos hacemos
presentes casi en el mismo instante cuando algo ocurre. A través de muy diversos foros virtuales
podemos expresar nuestra opinión personal respecto a un problema, y apoyar o
contradecir la opinión que algún otro ha emitido al respecto. Y aquí es justo donde la falta de cortesía
aparece para provocar grandes daños que en no pocas ocasiones derivan en problemas mayúsculos. Tal ha sido el caso de jovencitos víctimas
del “ciberacoso”, que lamentablemente terminaron recurriendo al suicidio.
Una cosa
es apasionarnos por un tema; manifestar nuestra personal opinión con relación
al proceder de otro ser humano, y otra
cosa es volcar toda nuestra agresividad para atacarlo. Hace unos cuantos días Google, buscador que
está cumpliendo quince años de vida, ha dictado nuevas medidas que contribuyan
a limitar esos ataques virtuales en la red, y en lo personal me parece que es
algo que bien valdría la pena hacer extensivo a otros sitios en la Internet.
Yo puedo
expresar mi desacuerdo con respecto a lo que otro individuo dice o hace, sin
por ello agredirlo con palabras fuera de contexto. Puedo ser tan claro como lo desee, sin
demeritar el derecho que el contrario tiene para expresarse, ni lesionar su
persona.
Hemos
visto en los recientes conflictos magisteriales, la forma como los individuos
que provocan actos delincuenciales y atentan contra el patrimonio de terceros
van con el rostro cubierto, para desde su anonimato actuar de manera
impune. Se habla de que muchos de ellos
son agitadores profesionales que se infiltran en los grupos de protesta para desacreditar dichos movimientos. Difícil de asegurar, pues de poca utilidad
ha sido la colocación del sistema de cámaras urbanas del C4 en toda la ciudad
de México, cuyo funcionamiento ha contribuido muy poco o nada, para la captura de estos
delincuentes.
De modo
similar actúan muchos cibernautas resentidos que tal parece que se dedicaran a
volcar su agresividad a través de redes sociales, mediante palabras
altisonantes, calificativos peyorativos,
y ataques directos a la persona que expresa una opinión. Desde el anonimato de la red actúan como
dioses señalando, para luego atacar con
violencia.
La
distancia entre el México que tenemos y el que aspiramos a tener no va a
salvarse con buenas intenciones. Son las
acciones ordenadas, firmes y continuas las que lograrán transformar el
ambiente en el que vivimos día a día.
Necesitamos recuperar la cordialidad como gesto cotidiano en nuestro
trato con otros seres humanos, y de allí partir.
Que
la cortesía sanadora impere entre
nosotros, que fortalezca las relaciones interpersonales, y que contribuya a
construir una sociedad propositiva y triunfadora, como la que hemos soñado.