domingo, 29 de septiembre de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

CORTESÍA SANADORA
El ritmo de vida actual implica que llevemos prisa gran parte del tiempo.  Las distancias cada vez mayores propias del desarrollo de las grandes ciudades tienen mucho qué ver con la génesis de esta prisa que de alguna manera nos van marcando como sociedad.
   No es infrecuente ver muchos vehículos desplazándose a gran velocidad en las arterias citadinas, como si sus conductores actuaran  impelidos por alguna fuerza interna, situación de riesgo capaz de provocar una gran gama de accidentes viales.
   Lo anterior constituye solamente una faceta del perfil del habitante urbano.  Muy atrás ha quedado la placidez del campo, o la parsimonia soñolienta que todavía a mediados del siglo pasado reinaba en las colonias y barrios residenciales de cualquier población.  En estos tiempos cuando la comunicación nos convierte a todos los seres humanos en una aldea global, uno de los precios que hay qué pagar es justo éste, vivir de una forma acelerada.
   Por supuesto que las enfermedades asociadas al estrés no se han hecho esperar, como tampoco aquéllas derivadas del cambio de hábitos alimentarios,  cuando una parte de la población ha de comer fuera de casa por necesidad.  Amén del incremento en el consumo de alimentos  ricos en químicos conservadores, o bien el alto consumo de comida “chatarra”.
   Aunado a todo ello la cortesía viene quedando fuera de la jugada en muchas ocasiones.  Es tal nuestra prisa, real o ficticia, que en aras del ahorro de tiempo caminamos  de manera acelerada, entramos y salimos precipitadamente de diversos sitios públicos, y conducimos a grandes velocidades.   Derivado de las circunstancias va surgiendo en nosotros un egocentrismo de manera casi inconsciente, pero que tiene sus efectos deletéreos en la convivencia con otros.
   Comenzamos a actuar partiendo de la propia persona, y si hay qué elegir, teniendo por delante la atención de mí mismo antes que la de los demás.  Lo vemos reflejado, sobre todo  en actos cotidianos, cuyo cúmulo a la larga genera ambientes poco gratos.
   Algo similar sucede con las redes sociales.  A través de la Internet nos enteramos en  tiempo real de  lo que sucede en muy distintos puntos del orbe, y  nos hacemos presentes casi en el mismo instante cuando algo ocurre.  A través de muy diversos foros virtuales podemos expresar nuestra opinión personal respecto a un problema, y apoyar o contradecir la opinión que algún otro ha emitido al respecto.   Y aquí es justo donde la falta de cortesía aparece para provocar grandes daños que en no pocas ocasiones  derivan en problemas mayúsculos.  Tal ha sido el caso de jovencitos víctimas del “ciberacoso”, que lamentablemente terminaron recurriendo al suicidio.
   Una cosa es apasionarnos por un tema; manifestar nuestra personal opinión con relación al proceder de otro ser humano, y  otra cosa es volcar toda nuestra agresividad para atacarlo.   Hace unos cuantos días Google, buscador que está cumpliendo quince años de vida, ha dictado nuevas medidas que contribuyan a limitar esos ataques virtuales en la red, y en lo personal me parece que es algo que bien valdría la pena hacer extensivo a otros sitios en la Internet.
   Yo puedo expresar mi desacuerdo con respecto a lo que otro individuo dice o hace, sin por ello agredirlo con palabras fuera de contexto.  Puedo ser tan claro como lo desee, sin demeritar el derecho que el contrario tiene para expresarse, ni lesionar su persona.
   Hemos visto en los recientes conflictos magisteriales, la forma como los individuos que provocan actos delincuenciales y atentan contra el patrimonio de terceros van con el rostro cubierto, para desde su anonimato actuar de manera impune.   Se habla de que muchos de ellos son agitadores profesionales que se infiltran en los grupos  de protesta para desacreditar  dichos movimientos.   Difícil de asegurar, pues de poca utilidad ha sido la colocación del sistema de cámaras urbanas del C4 en toda la ciudad de México, cuyo funcionamiento ha contribuido  muy poco o nada, para la captura de estos delincuentes.
   De modo similar actúan muchos cibernautas resentidos que tal parece que se dedicaran a volcar su agresividad a través de redes sociales, mediante palabras altisonantes, calificativos  peyorativos, y ataques directos a la persona que expresa una opinión.  Desde el anonimato de la red actúan como dioses  señalando, para luego atacar con violencia.
   La distancia entre el México que tenemos y el que aspiramos a tener no va a salvarse con buenas intenciones.  Son las acciones ordenadas,  firmes  y continuas las que lograrán transformar el ambiente en el que vivimos día a día.  Necesitamos recuperar la cordialidad como gesto cotidiano en nuestro trato con otros seres humanos, y de allí partir. 

   Que la  cortesía sanadora impere entre nosotros, que fortalezca las relaciones interpersonales, y que contribuya a construir una sociedad propositiva y triunfadora, como la que hemos soñado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario