DICIEMBRE ESPECIAL
En su obra centenaria intitulada:”Meditaciones del Quijote”,
el filósofo español José Ortega y Gasset
plasmó una expresión que a la fecha tiene total vigencia: “Yo soy yo y mi
circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.” Como parte de la corriente del Perspectivismo,
a la cual se adhiere Ortega en esa etapa de su vida, propone que el hombre está marcado por todos
aquellos elementos que le rodean, y por ende lo definen. Ello me viene a la memoria ahora
precisamente, cuando la oleada tecnológica nos abarca a todos con tal fuerza,
que aun cuando no participemos directamente en el manejo de las tecnologías de
la comunicación y la información, ellas nos
influencian.
Dentro de este fenómeno, ya sea como consecuencia o
aparejada al mismo, se desarrolla una corriente consumista de la que
difícilmente podemos escapar. En las
últimas semanas se han llevado a cabo ventas y promociones cuyo origen es el
“Viernes Negro” norteamericano, fecha en la cual se botan productos remanentes
en bodegas y almacenes, a muy bajos precios.
En torno a este evento se han tejido incontables historias que dan
cuenta del grado de desquiciamiento que llega a alcanzarse en aquel mar de
compradores. Muchos de ellos regresan a
casa con una cantidad enorme de productos que no necesitan, pero que
adquirieron impulsados por los bajos precios de la ocasión.
La versión mexicana de viernes negro inició hace unos
cuantos años; bajo el nombre de “El Buen Fin” los comercios mexicanos han
querido emular las ofertas
norteamericanas, lo que para muchos compradores ha representado el problema de
un sobre-endeudamiento con tarjetas de crédito, que luego se sufre para pagar.
Ahora que está por comenzar diciembre, y el espíritu
navideño nos invade, habrá que estar atentos a nuestros gastos, cuidando de no
convertir la algarabía decembrina en un dolor de cabeza para el próximo
año. Con gran facilidad caemos en las
trampas del mercantilismo, al punto convencidos de que el amor y la amistad se miden de acuerdo a cuánto gastemos en nuestros obsequios.
Este año, que sin lugar a dudas ha sido difícil en lo
económico para la gran mayoría de los
mexicanos, es una excelente ocasión para nivelar la escala de valores y
comenzar a manifestar nuestros afectos de otra manera. En poca estima nos tenemos como personas
cuando actuamos haciendo regalos costosos para demostrar nuestro cariño. Con los más pequeños, más que obsequiarles el
“gadget” que acaba de salir a la venta, ¿por qué no darles un artículo menos
costoso, y acompañarlo de algo invaluable, como sería un tiempo exclusivo para estar con ellos?
Nos quejamos de vivir en una sociedad muy materialista, en
la que te ven y te tratan de acuerdo a lo que tengas o presumas. Pero, ¡vaya! la sociedad somos nosotros, y
mientras no modifiquemos nuestra perspectiva para ver las cosas (cual señalara
Ortega hace cien años), nada va a cambiar.
Como para tantas otras cosas en esta vida, habrá que
administrarnos para las compras de temporada.
Definir cuánto tenemos, cuánto podemos gastar sin que ello implique
apuros más delante, pero sobre todo, comenzar a valorarnos unos a otros de
maneras distintas. Regalar algo que
lleve nuestro sello de autenticidad personal, no hay límite para la
imaginación, pero sobre todo, armar al lado de nuestros seres queridos tiempos de sana y armoniosa convivencia, que deriven más delante en recuerdos
imborrables.
No dejar fuera de nuestras listas a los que menos tienen, y
a quienes un par de calcetines, o un cobertor de medio uso, o un paquete de
galletas, puede ser el mejor regalo de su vida.
Dar algo a esas personas que no tienen manera de correspondernos es
apostarle al corazón del ser humano.
“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me
salvo yo”. Estamos atravesando por
tiempos muy difíciles como nación.
Problemas sociales crónicos se agudizan de manera alarmante, y las
soluciones que se proponen no parecen atacar el problema de raíz. Ello nos ha vuelto temerosos, suspicaces, desconfiados, de
manera que se vuelve necesario en estas condiciones, reforzar los afectos y los
lazos hacia los seres queridos. Hoy más
que nunca se impone la solidaridad, las buenas acciones, el premiarnos unos a
otros con momentos de compañía y de tranquilidad. Es hora de salvar esas circunstancias que de
otra manera nos habrán de carcomer y minar; tiempo de demostrar y demostrarnos de qué madera estamos hechos los mexicanos.
Que no nos ganen las angustias y los apremios; que no nos
atrapen los afanes mercantilistas.
Comencemos un diciembre especial, transformador, enriquecedor y altamente
humanista, para bien propio y de los nuestros, hoy más que nunca.