domingo, 29 de noviembre de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

ROSTROS DESDIBUJADOS
En el curso de la semana se detuvo en esta ciudad a una estudiante de  secundaria quien durante las últimas semanas  realizó alrededor de 70 llamadas al número de emergencias local con falsos reportes, en particular de bombas en diversos sitios públicos. Con   cada reporte los cuerpos de seguridad  están obligados a cumplir un protocolo de investigación, pero al  comenzar a sospechar que fueran falsas, lograron dar con la joven delincuente quien a la fecha  se encuentra resguardada en un centro juvenil.   En redes sociales no faltó de inmediato quien abogara por ella argumentando que es un inocente juego de niños; en lo personal lo hallo como un asunto que vale la pena  enfocar desde varios ángulos para crecer todos como sociedad.
En situaciones como esta, o como los casos de   personas que ocupan un cajón para discapacitados sin necesitarlo,  y que  caen dentro de los delitos que atentan contra grupos vulnerables, he querido imaginar qué pasaría si pusiéramos  al delincuente frente a las personas que resultaron afectadas por su acción. Supongamos que un individuo que conduce intoxicado, atropella a un  jefe de familia y lo deja lisiado de por vida… ¿Qué pasaría si en vez de la clásica fuga y escasa o nula investigación  la autoridad  consigna al conductor  y lo lleva  al lecho del propio enfermo para palpar directamente la tragedia que provocó? Aun cuando hay personas insensibles a este escenario, yo me animo a suponer que en general se propiciaría un cambio de actitud en  dichos delincuentes.  Ahora bien, en el caso de la niña de secundaria, si pudiéramos ponerla frente a la familia de un enfermo que falleció  porque la  ambulancia no llegó a tiempo por andar atendiendo llamadas falsas…  Y si  aquel que  ocupa un cajón para discapacitado sin necesitarlo,   fuera puesto frente al rictus de dolor de una persona quien al no hallar el cajón libre tiene que caminar una distancia mayor de la que hubiera caminado si se respetaran los espacios… Quiero creer que al ponerle rostro y nombre a las víctimas que hasta ahora no lo han tenido, la sociedad tendería a humanizarse otra vez, algo que hemos venido perdiendo.
Hace rato fui a una tienda de autoservicio, a la salida me llamó la atención ver mucha basura en un par de carritos de mandado, incluso un par de vasos y una charolita desechable con mucha lechuga, de alguien que  comió tacos y dejó  aquellos restos para que  otra persona los tire a la basura.  Probablemente se trata de un chiquillo que ni siquiera pensó en las consecuencias de lo que hacía, esto es, darle a un empacador voluntario que no recibe pago por hacerlo, el trabajo adicional de disponer de estos restos alimentarios.  Necesitamos como sociedad comenzar a humanizar a esas víctimas anónimas que hasta ahora no han sido más que sombras, cifras, estadísticas.
Un mal de nuestros tiempos es que vivimos de manera agitada y como “zombis”, con los ojos puestos en el celular; nos aislamos en medio de la muchedumbre, y dejamos de  percibir todo aquello que se halla fuera de nuestro espacio vital.  Se ha perdido el espíritu que privaba en muchas poblaciones hasta finales del siglo pasado; de un modo u otro todos los habitantes se conocían entre ellos, lo que representaba un buen principio para la convivencia respetuosa y pacífica.  Hoy nos atropellamos unos a otros, nos agredimos, nos descalificamos, y en lo último que se nos ocurriría pensar es en los derechos de nuestros semejantes.
Hallé en redes un cartón muy interesante que publica “Planeta Consciente” respecto a la memoria colectiva.  Se intitula “La memoria colectiva siempre es de corto plazo”, y se refiere al  pequeñito Aylan Kurdi que murió ahogado en el Mar Egeo el pasado mes de septiembre,  luego de que se volcó la balsa inflable en la que viajaba en compañía de sus padres y un hermano. Lo que más nos impactó a todos en su momento fue que vimos el rostro del pequeño quien yacía boca abajo sobre la arena de la playa.  El cartón al que hago mención ilustra en nueve cuadros cómo con el paso del tiempo se va desdibujando un primer dibujo  hecho a todo color, para terminar en el penúltimo como un simple bosquejo en  tinta negra, y en el último como un cuadro en blanco. Así, de ese modo como termina el pequeño Aylan en el cartón es como tantas veces visualizamos a los demás en un mundo que promueve el egocentrismo hasta aislarnos del resto del universo de manera casi patológica, al grado de que nada parece interesarnos ni  prender nuestro entusiasmo.

Cada vez que yo hago algo indebido, o cada vez que dejo de cumplir con lo que me corresponde, alguien más, con rostro y  nombre resulta perjudicado. No debemos olvidarlo.

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Fascinante
Nuestra generación está viviendo una de las etapas más fascinantes en la historia del mundo.
Nunca hubo tantos inventos que impactan la vida cotidiana de cualquier ser humano.
Drogas maravillosas, celulares portentosos, tablets casi omniscientes.
Todo al alcance popular, sin necesidad de capacitarse o hacer un gran gasto.
Somos la generación del dedo deforme, achatado por el uso constante de los gadgets.
Un cambio radical en las culturas del trabajo, de la comunicación y el entretenimiento.
Con todo, el hombre sigue siendo igual de violento, prejuicioso, egoísta, pero con celular en la mano.
jvillega@rocketmail.com

Coreografía de "Alas a Malala" de Arturo Márquez

Esta semana falleció Gloria Contreras, destacada bailarina y coreógrafa mexicana. Dentro de un homenaje en su honor que se llevó a cabo en el 2014 presentaron esta coreografía de "Alas a Malala" (cuya ejecución orquestal ya había publicado  en este blog hace tiempo). Una afortunada combinación de instrumentos, voces, colores y formas.

Ser río sin peces: Poesía de Rosario Castellanos

Ser de río sin peces, esto he sido.
Y revestida voy de espuma y hielo.
Ahogado y roto llevo todo el cielo
y el árbol se me entrega malherido.

A dos orillas del dolor uncido
va mi caudal a un mar de desconsuelo.
La garza de su estero es alto vuelo
y adiós y breve sol desvanecido.

Para morir sin canto, ciego, avanza
mordido de vacío y de añoranza.
Ay, pero a veces hondo y sosegado
se detiene bajo una sombra pura.
Se detiene y recibe la hermosura
con un leve temblor maravillado.

No es cuánto tiempo tengo sino cómo lo vivo.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Encarar la vida frente a frente no es nada fácil, no cuanto estamos a merced de aquello que nos hace sufrir, una rebelión interna se hace patente en muchas ocasiones y si nos rebasa el dolor nos refugiamos en ese estado en que a uno se le perdona todo, la depresión.
Nos fugamos y caemos en una letargia que nos impide ver más allá de nuestro sufrimiento, Maniatados, marchitos, por lo mucho o a veces por algo que ni siquiera podemos saber a ciencia cierta que fue, perdemos la habilidad de percibir las gratitudes de la vida a través de nuestros sentidos, lo único que somos capaces de asimilar es el dolor, la tristeza, la amargura, como si tuviéramos un canal directo que nos lo transmite a cada instante. 

En otras ocasiones, cuando no nos sentimos facultados para manejar nuestra adversa realidad, creamos otra, y vivimos en esta alucinación permanente en donde lo que sucede es menos dañino, lo graduamos a la medida de nuestras necesidades, para sentirnos entonces sí, aptos para resolverlo, para aceptarlo sin que nos duela o por lo menos que nos provoque el dolor con el cual podemos lidiar, creamos una atmósfera donde vivir nuestra realidad no implique tanto sufrimiento.
 
Nuestra magia nos envuelve temporalmente y nos protege, sin embargo nos impide desarrollar estrategias para resolver los conflictos, tan solo los encubre, dejándonos a merced de algo o alguien que nos regrese, que nos sacuda y de nuevo nos coloque frente a frente con la verdad, habremos entonces perdido tiempo y quizá incluso seamos aún menos capaces de soportarla, el regreso, a menos que nos salve la locura, es inevitable. 

No vale la pena huír, no hay escape, lo que sí es sumamente valioso es la fe, la actitud positiva, la voluntad, la esperanza, la decisión de seguir luchando con la certeza de que siempre habrá un mejor mañana o un mañana que se puede mejorar.

Ciudad colorida

Aunque está en portugués, es muy sencillo entender lo que se dice, incluso omitirlo.