EN TORNO A LA MARIHUANA
Sin
lugar a dudas un asunto que ha ocupado los principales titulares noticiosos en
la semana que recién termina, tiene que ver con la despenalización para el
consumo de marihuana.
Instituciones
oficiales, organizaciones no gubernamentales, partidos políticos y diversos comunicadores expresan
sus opiniones al respecto. En muchos de
los casos se actúa con apasionamiento, en tanto los más sensatos buscan información que les permita llegar a la
verdad.
Desde los años sesenta, cuando se disparó el consumo de estupefacientes en el
mundo occidental, hasta la fecha, ha habido investigaciones
encaminadas a determinar los daños reales que drogas como la marihuana pueden ocasionar, tanto en la
esfera cognitiva como en la social, así
como el daño potencial en otros aparatos y sistemas. Justo ahora, cuando las opiniones se polarizan al extremo,
con facilidad se cae en la satanización del uso de la marihuana, atribuyendo a ello
efectos nocivos que hasta este momento la ciencia no ha comprobado.
Aclaración pertinente, no estoy a favor del
libre consumo de la yerba verde. Mi
percepción es que se han generado posturas radicales, no precisamente apegadas
a la evidencia científica, que a fin de
cuentas no facilitan una toma de decisiones apegada a la razón.
Como médico encuentro que la postura de
Fernando Cano Valle, comisionado nacional contra las adicciones de la
Secretaría de Salud tiene como propósito desalentar a toda costa el consumo de
marihuana, más allá de lo que la información científica basada en evidencia
pueda indicar.
Para ubicarnos, en primer término habría que precisar es la diferencia entre
“legalización” y “despenalización”. Si
finalmente la balanza se inclinara a favor de la libertad para el consumo de
esta droga, habría que vigilar que se consolidara una despenalización, figura
en la cual deja de aplicarse una sanción al consumidor, y no una legalización,
figura en la cual el trasiego, portación, venta y consumo de la droga estarían
exentos de sanción.
Ahora bien, los argumentos orientados a
favorecer el libre consumo de la marihuana se basan en el supuesto de que al
permitirlo va a frenarse el
narcotráfico. Hay un punto que poco parece
tomarse en cuenta en todo este
debate, y es el siguiente: Si el
comercio multimillonario del narcotráfico deja de percibir los ingresos que hasta hoy produce la marihuana,
las redes del narcotráfico van a enfocarse hacia la promoción de otro tipo de estupefacientes,
con el propósito de mantener el flujo de capital que hasta ahora les
proporciona la yerba verde. Estamos
hablando de drogas duras de elevado costo para el consumidor, tanto en términos económicos
como de salud, cuya mayor demanda finalmente dispararía aún más la ola
delincuencial en el país.
Quienes están a favor de la despenalización
de la marihuana invariablemente traen a colación el modelo holandés, dentro del
cual la venta de la droga no ha generado
mayores problemas para aquel país, o nos
tratan de vender la idea con base en el comportamiento del consumo medicinal o
recreativo en algunos estados de la
Unión Americana. Sin embargo la realidad
mexicana no se parece a ninguno de los dos casos, y sería ilusorio esperar que el comportamiento
nuestro como mexicanos, fuera similar al
de dichos modelos.
En la medida en que no asumamos la adicción a drogas como un problema de corte médico, no podremos empezar a
solucionarlo de raíz. Muchos de quienes apoyan leyes a favor del
consumo de la marihuana insisten en señalar que las sustancias derivadas de la
Cannabis provocan menos daños orgánicos que productos como el alcohol o la
nicotina. Sin embargo, autorizar una tercera sustancia adictiva no
resuelve para nada el problema que ya tenemos con tabaco y alcohol. La estrategia eficaz tiene que ir encaminada
a modificar el mecanismo interno que dispara el uso de estas sustancias, y no a
ampliar la oferta de productos adictivos en el
mercado.
En lo particular percibo mucho trasfondo
político en todo esto, y como ya nos ha venido sucediendo con la inseguridad,
en tanto no encaucemos el problema hacia una solución de raíz, con base en la
aplicación rigurosa del método científico estaremos haciendo un hoyo para tapar
otro, pero nada más.
Entrar a resolver de manera real la
desigualdad social; generar un modelo económico que deje de producir unos cuantos multimillonarios en
la cúspide a costa de multiplicar exponencialmente a los pobres. Crear condiciones laborales que satisfagan la
economía del hogar, para estar en condiciones de reforzar la educación dentro del mismo. Dejar de visualizar a la política como la
gallina de los huevos de oro… En pocas palabras, alejarnos de los
apasionamientos y comenzar a pensar en nuestro amado México como una criatura
viva que en estos momentos sufre grandes males, y necesita una cirugía radical
para curarse.