domingo, 11 de agosto de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

EN TORNO A LA MARIHUANA
Sin lugar a dudas un asunto que ha ocupado los principales titulares noticiosos en la semana que recién termina, tiene que ver con la despenalización para el consumo de marihuana.
   Instituciones oficiales, organizaciones no gubernamentales,  partidos políticos y diversos comunicadores expresan sus opiniones al respecto.   En muchos de los casos se actúa con apasionamiento, en tanto los más sensatos  buscan información que les permita llegar a la verdad.
   Desde los años sesenta, cuando se  disparó el consumo de estupefacientes en el mundo occidental,  hasta  la fecha, ha habido investigaciones encaminadas a determinar los daños reales que drogas como  la marihuana pueden ocasionar, tanto en la esfera cognitiva como en la  social, así como  el daño potencial en otros  aparatos y sistemas.   Justo ahora,  cuando las opiniones se polarizan al extremo, con facilidad se cae en la satanización del uso de la marihuana, atribuyendo a ello  efectos nocivos que hasta este momento  la ciencia no ha comprobado.
   Aclaración pertinente, no estoy a favor del libre consumo de la yerba verde.   Mi percepción es que se han generado posturas radicales, no precisamente apegadas a la evidencia científica, que a  fin de cuentas no  facilitan  una toma de decisiones apegada a la razón. Como médico encuentro que la postura  de Fernando Cano Valle, comisionado nacional contra las adicciones de la Secretaría de Salud tiene como propósito desalentar a toda costa el consumo de marihuana, más allá de lo que la información científica basada en evidencia pueda indicar.
   Para ubicarnos, en primer término  habría que precisar es la diferencia entre “legalización” y “despenalización”.  Si finalmente la balanza se inclinara a favor de la libertad para el consumo de esta droga, habría que vigilar que se consolidara una despenalización, figura en la cual deja de aplicarse una sanción al consumidor, y no una legalización, figura en la cual el trasiego, portación, venta y consumo de la droga estarían exentos de sanción.
   Ahora bien, los argumentos orientados a favorecer el libre consumo de la marihuana se basan en el supuesto de que al permitirlo  va a frenarse el narcotráfico. Hay un punto que poco parece  tomarse  en cuenta en todo este debate, y  es el siguiente: Si el comercio multimillonario del narcotráfico deja de percibir  los ingresos que hasta hoy produce  la marihuana,  las redes del narcotráfico van a enfocarse  hacia la promoción de otro tipo de estupefacientes, con el propósito de mantener el flujo de capital que hasta ahora les proporciona la yerba verde.  Estamos hablando de drogas duras de elevado  costo para el consumidor, tanto en términos económicos como de salud, cuya mayor demanda   finalmente dispararía aún más la ola delincuencial en el país.
   Quienes están a favor de la despenalización de la marihuana invariablemente traen a colación el modelo holandés, dentro del cual la venta de la droga no ha  generado mayores problemas  para aquel país, o nos tratan de vender la idea con base en el comportamiento del consumo medicinal o recreativo en  algunos estados de la Unión Americana.  Sin embargo la realidad mexicana no se parece a ninguno de los dos casos, y sería  ilusorio esperar que el comportamiento nuestro como mexicanos,  fuera similar al de  dichos modelos.
   En la medida en que no asumamos  la adicción a drogas como un problema  de corte médico, no podremos empezar a solucionarlo  de raíz.   Muchos de quienes apoyan leyes a favor del consumo de la marihuana insisten en señalar que las sustancias derivadas de la Cannabis provocan menos daños orgánicos que productos como el alcohol o la nicotina.  Sin embargo,  autorizar una tercera sustancia adictiva no resuelve para nada el problema que ya tenemos con tabaco y alcohol.   La estrategia eficaz tiene que ir encaminada a modificar el mecanismo interno que dispara el uso de estas sustancias, y no a ampliar la oferta de productos adictivos   en el mercado.
   En lo particular percibo mucho trasfondo político en todo esto, y como ya nos ha venido sucediendo con la inseguridad, en tanto no encaucemos el problema hacia una solución de raíz, con base en la aplicación rigurosa del método científico estaremos haciendo un hoyo para tapar otro, pero  nada más.

   Entrar a resolver de manera real la desigualdad social; generar un modelo económico que deje  de producir unos cuantos multimillonarios en la cúspide a costa de multiplicar exponencialmente a los pobres.   Crear  condiciones laborales que satisfagan la economía del hogar, para estar en condiciones de  reforzar la educación dentro del mismo.  Dejar de visualizar a la política como la gallina de los huevos de oro… En pocas palabras, alejarnos de los apasionamientos y comenzar a pensar en nuestro amado México como una criatura viva que en estos momentos sufre grandes males, y necesita una cirugía radical para curarse.

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