MEDICINA: MITOS Y RITOS
Formo parte de un grupo de más de 600 pediatras en
la red, que además de amistad compartimos diversos tópicos de la especialidad,
como artículos de consulta y casos clínicos. Hace poco un compañero lanzó una
pregunta con relación a la lactancia materna: Qué hacer con la mamá de un bebé
de escasos días de nacido que había comenzado con grietas en los pezones.
Calculo que no hayan sido menos de quince
correos de respuesta, cada uno presentando su propia versión de cómo resolver
el problema de aquella madre. Fue
estimulante y divertido descubrir todo orden de sugerencias, desde las más
simples hasta algunas muy sofisticadas; claro, todas con una base científica
común, pero a la vez muy variadas, y de
acuerdo a la experiencia profesional de cada uno, así como a los usos y costumbres propios de cada región. Los dos últimos colegas enviaron
además varias citas bibliográficas donde se podía consultar acerca de la
alimentación al seno materno.
En esta
lluvia de ideas yo participé con un par de sugerencias extraídas de mi libro sobre lactancia materna publicado por
Panorama Editorial en el 2008 y en el 2011, obra que me propuse escribir en un
lenguaje muy sencillo, con miras a lograr que fuera de fácil lectura para cualquier persona.
Quizás uno de los mayores problemas de comunicación en la práctica médica sea
que caemos en el error de utilizar términos muy técnicos que muchos
pacientes o sus familiares no alcanzan a comprender.
Ello me
llevó a otra reflexión, que tiene qué ver con aquellos mitos y ritos que
prevalecen en el inconsciente colectivo, y que tantas veces representan un
verdadero obstáculo a la hora de establecer un tratamiento. Hay mil anécdotas que podría citar, donde pudo
más la opinión de la abuela que toda la ciencia del mundo.
Por estas mismas fechas me llamó un conocido
pidiéndome opinión con relación al caso
de una familiar. Muchacha joven que se detecta una pequeña tumoración en un
pecho, se somete a biopsia la cual reporta una lesión cancerosa. Su cirujano le propone
extirpar esa glándula mamaria, pero ella decide solicitar una segunda opinión,
y esta vez le sugieren extirpar ambas glándulas mamarias. No pude evitar pensar para mis adentros, que quizá
sea uno de los primeros casos del “efecto Angelina Jolie”, que estaremos
viendo, en los que se plantee llevar a
cabo una resección bilateral de mamas aún cuando no haya una plena justificación
para hacerlo.
Ahora
viene a mi mente que hará poco más de cuarenta años se puso de moda quitar la
matriz para “prevenir” los casos de cáncer cérvico-uterino, y del mismo modo
comenzó a preconizarse la extracción del apéndice para prevenir casos de
apendicitis, y de amígdalas para prevenir la amigdalitis. Ninguna de tales prácticas prevaleció después de un tiempo,
aunque claro, en aquellos años la ciencia estaba en pañales, en cambio hoy se cuenta cada vez con más marcadores genéticos para predecir con relativa precisión el riesgo
a padecer determinadas enfermedades, como algunos tipos de cáncer.
Con un
par de días de diferencia me llega la consulta de otra persona cercana: Su hija
tiene veinte años de edad, está cursando un embarazo de alto riesgo y va por la
tercera cesárea, y se opone a la
ligadura de trompas al momento de la cesárea bajo la creencia de que tendrá problemas
emocionales si se opera. Hasta donde alcanzo a percibir le apuran más los
trastornos emocionales que atribuye a la ligadura de trompas, que el inminente
grave riesgo de un cuarto embarazo después de tres cesáreas, que con base
científica sabemos que pone en riesgo de muerte tanto a la madre como al hijo. Éste, junto con el de los terribles trastornos
asociados a la menopausia, constituyen mitos que llevará
mucho tiempo y educación poder desterrar de las creencias populares.
Otro gran
problema en los asuntos médicos es el caso diametralmente opuesto, el del
paciente que se basa en lo que halla en Internet para hacer su propio
diagnóstico, y en el peor de los casos, para administrar un tratamiento por
cuenta propia. En los casos pediátricos
es el papá o la mamá que después de algunas horas de haber acudido a consulta llama para cuestionar el
diagnóstico emitido, o para tratar de complementarlo o refutarlo, con base en
lo que acaba de leer después de
“googlear”. No ha sido
infrecuente observar en reuniones sociales a aquel personaje que, al enterarse
de que alguien padece determinada enfermedad comienza a hablar con voz de
experto acerca de la misma, “porque así viene en Internet”.
Difícil
establecer los límites entre lo orgánico y lo emocional; entre lo mágico y lo
científico. Educación, la única herramienta capaz de clarificar, de orientar y encauzar.
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