domingo, 13 de enero de 2013

LA POBREZA EN LA ABUNDANCIA por Gaby Vargas

Un café hasta hace pocos años, era sólo un café. Al pedirlo, no había más opciones que con leche o sin leche. En cambio ahora puedes escoger si lo quieres suave, mediano, robusto o con sabor caramelo, moca, vainilla o canela; puedes pensar si se te antoja un capuchino, un frapuchino, un maquiato, misto, americano, latte o expreso, que tenga doble carga o sea descafeinado; frío, con hielo o caliente, con menta o con chocolate blanco. Además, puedes decidir entre las diversas opciones de tamaño, envases o tipos de azúcar que el mercado ofrece.

En ninguna otra época de la historia de la humanidad las personas habíamos tenido tantas opciones y ofertas, no sólo en cuanto a esta bebida estimulante y deliciosa, sino de cualquier otro tipo de producto: canales de televisión, refrescos, tecnologías, marcas de ropa y demás.

La razón de que las opciones se multipliquen es la búsqueda de la riqueza, pero también de la felicidad. La pregunta pertinente es: “¿Por qué a pesar de todas estas opciones no somos más felices que antes?”. Las investigaciones sobre el bienestar muestran que no sólo no somos más felices, sino que los índices de insatisfacción se han elevado. Lo anterior se comprueba al ver las cifras mundiales de depresión, consumo de drogas y suicidios.

Con esta información podemos concluir que los bienes materiales no aumentan el nivel de felicidad de una persona. La felicidad no se puede comprar. Punto. ¿Cuánto nos dura el placer de haber comprado algo anhelado por mucho tiempo?

Lo anterior se debe a lo que se conoce como “principio de adaptación”. Es decir, los humanos tenemos una gran capacidad para adaptarnos a nuevas circunstancias, sean éstas placenteras o incómodas.

La única manera de evitar adaptarte a la satisfacción es estar consciente de lo afortunado que eres y agradecer por ello.

Todo mercadólogo sabe que el deseo de adquirir un bien material se alimenta de la creencia de que “carecemos de algo” para ser aceptados por los demás o para ser totalmente felices. Recordemos aquella frase: “Gozamos poco por lo mucho que tenemos y sufrimos mucho por lo poco que nos falta”.

Los estudios nos dicen que cuando una persona joven llega a la edad de 21 años, habrá visto un millón de comerciales en la televisión. Imagina el poder de los mercadólogos para que jugar con nuestros temores y deseos.

Compararnos con alguien que, según ciertos estándares o apariencias se encuentra mejor o tiene más que nosotros, conlleva un sentimiento de inferioridad y frustración. El resultado, es un consumismo que genera ingratitud. Es decir, la persona percibe su vida incompleta, aburrida y pobre. Incluso las relaciones se ven amenazadas. Los niños ven a sus papás poco "cool"; los adolescentes compran la idea de que su valía personal radica en usar tal o cual marca.

Una forma de protegernos de la manipulación es hacernos y hacer conscientes a nuestros hijos de que todo eso no es la verdadera felicidad.

La única forma de lograr la felicidad es vivir el presente. Reconocernos valiosos por naturaleza. Darnos cuenta de lo reducida que es la lista de lo realmente importante. Y, en especial, agradecer: agradecer a Dios, a la vida, a la pareja por la infinidad de bendiciones que tenemos. Esto sí es una forma de enriquecernos. ¿De qué sirve tener muchos bienes y no estar satisfechos? El ego, que nos hacer perseguir lo que no tenemos, no se puede satisfacer jamás, hacerle caso es vivir la pobreza en la abundancia.

Tomado de: http://www.gabyvargas.com/espiritu/la-pobreza-en-la-abundancia/ el 11/01/13

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