¡ESO SÍ QUE NO!
Dos situaciones en la política nacional asombran
esta semana: Por una parte la renuncia de Arturo Nahle como procurador de
Zacatecas, luego de confesar que tiene tres años sin dormir haciendo funciones
de “velador”. Un argumento valiente y
auténtico que da cuenta de un ser humano
que reconoce sus limitaciones para ejercer una función, de manera que decide
renunciar a ella.
La otra corresponde al estado de Michoacán,
el gobernador Fausto Vallejo mete una nueva licencia por 180 días argumentando
motivos de salud, aunque sin presentar documentación alguna que sustente su
condición médica. Desde que fue electo, su gestión real como gobernador ha sido
de unos cuantos meses, pero aún así no parece dispuesto a dejar el cargo.
Pero
¡vaya! En esta ocasión no estoy aquí para hablar de política, aunque no puedo dejar de mencionar una tercera situación de este orden. Emilio Chuayffet, secretario de Educación, anuncia que los libros de texto gratuitos para
el siguiente ciclo contienen 117 errores ortográficos, y de inmediato se
deslinda de responsabilidades argumentando que es una herencia del sexenio
anterior. Hasta ahí aceptable, sin embargo se ve muy mal cuando justifica a la Comisión
Nacional del Libro de Texto Gratuito, alegando que tratándose de 225 millones de libros sería prácticamente imposible que estuvieran exentos de errores. Los libros de texto gratuitos arrancaron en
1959 con López Mateos; yo inicié mi primaria en 1961, y no recuerdo ni por
asomo un solo error ortográfico en ninguno de los libros de texto gratuitos que
llevé cada año durante seis
consecutivos. Ahora bien, ¿Cómo suponer
que era más competente la Comisión en aquellos años, cuando no existía ningún tipo
de recurso tecnológico para revisar y corregir los libros?
La
Ortografía se ha vuelto de esas materias terriblemente relegadas, pero a propósito del presente caso, qué va de un “chavo” “ke eskribe todo kon k
porke así lo kiere”, a un funcionario de primer nivel que pretende justificar
de manera absurda las ineficiencias de la secretaría a su cargo.
Pero en
fin, ya enfocándonos a lo medular: Hoy leí un párrafo que me llenó el
espíritu. Por desgracia desconozco quién
lo escribió, pero imagino que cuando lo
hizo, en lo que menos pensó fue en tener crédito como autor, y dice así: “Si
pudiéramos mirar en el corazón del otro, y entender los desafíos a los que cada
uno de nosotros se enfrenta a diario, creo que nos trataríamos los unos a los
otros con más gentileza, paciencia, tolerancia y cuidado.”
Claro,
hay qué decirlo, una cosa es lo bello que suena al leerlo, y otra muy distinta
llevarlo a la práctica en nuestra vida cotidiana. Una de las actitudes que más nos ha marcado como sociedad es el
egoísmo, de modo que se ha vuelto difícil detenernos antes de provocar
daño a otras personas. Digamos, ocurre
un accidente en un crucero regulado por un semáforo; los conductores
involucrados alegarán que ambos tenían
la luz verde, uno porque efectivamente la tenía y está defendiendo su derecho
vial, y el otro por evitar enfrentar su responsabilidad. El que miente no considera que esté mal
faltar a la verdad, y que en caso de
sonar muy convincente y ganar el peritaje, estará cometiendo una total injusticia
hacia el otro conductor… Inclusive puede suceder, fallan a su favor y se libra
de asumir la responsabilidad que le correspondía, algo que en un descuido hasta
tomará como “un triunfo” y se refocilará de ello.
El
hermoso párrafo anónimo que anoté líneas
arriba desearíamos que lo asumiera ese personaje que está faltando a la verdad,
pero, hay que decirlo, difícilmente lo
hará. Entonces viene la gran pregunta: ¿Seremos capaces de aplicarlo
en el otro sentido, esto es, tratando de entender precisamente al que miente buscando zafarse de responsabilidad?... Yo
debo ser honesta y decir que en este momento no sé si sería capaz de hacerlo.
Pero, sin
lugar a dudas, hay sobre el planeta seres maravillosos imbuidos de no se
qué fulgor celestial que sí son capaces
de hacerlo a la primera, llegando a perdonar
a otros de un modo extraordinario, como
si el daño que hubieran recibido fuera cualquier pequeña cosa. Si miramos en torno nuestro vamos a
descubrir que existen uno o varios de esos espíritus grandes de los que hay
tanto qué aprender.
Entonces,
me voy a probar si soy capaz de cerrar la boca y no juzgar a Chuayffet y sus
absurdas justificaciones, aunque claro, con los antecedentes de tantos
funcionarios ineficientes, mentirosos y rateros que han hecho tanto mal a nuestro amado México, va a ser un
reto mayúsculo. Prometo intentarlo, sin
que ello implique estar dispuesta a asumir una conducta conformista o
“agachona”, de esas que tenemos que empezar a desterrar ya todos. ¡Eso sí que no!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario