domingo, 21 de julio de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

¡ESO SÍ QUE NO!
Dos situaciones en la política nacional asombran esta semana: Por una parte la renuncia de Arturo Nahle como procurador de Zacatecas, luego de confesar que tiene tres años sin dormir haciendo funciones de “velador”.   Un argumento valiente y auténtico  que da cuenta de un ser humano que reconoce sus limitaciones para ejercer una función, de manera que decide renunciar a ella. 
    La otra corresponde al estado de Michoacán, el gobernador Fausto Vallejo mete una nueva licencia por 180 días argumentando motivos de salud, aunque sin presentar documentación alguna que sustente su condición médica. Desde que fue electo, su gestión real como gobernador ha sido de unos cuantos meses, pero aún así no  parece dispuesto a dejar el cargo.
   Pero ¡vaya! En esta ocasión no estoy aquí para hablar de política, aunque  no puedo dejar de mencionar  una tercera situación de este orden.  Emilio Chuayffet, secretario de Educación,  anuncia que los libros de texto gratuitos para el siguiente ciclo contienen 117 errores ortográficos, y de inmediato se deslinda de responsabilidades argumentando que es una herencia del sexenio anterior. Hasta ahí aceptable, sin embargo  se ve muy mal cuando justifica a la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito, alegando que  tratándose de 225 millones de libros  sería prácticamente imposible que estuvieran  exentos de errores.   Los libros de texto gratuitos arrancaron en 1959 con López Mateos; yo inicié mi primaria en 1961, y no recuerdo ni por asomo un solo error ortográfico en ninguno de los libros de texto gratuitos que llevé  cada año durante seis consecutivos.   Ahora bien, ¿Cómo suponer que era más competente la Comisión en aquellos años, cuando no existía ningún tipo de recurso tecnológico para revisar y corregir los libros?
   La Ortografía se ha vuelto de esas materias terriblemente relegadas, pero  a propósito del presente caso,  qué va de un “chavo” “ke eskribe todo kon k porke así lo kiere”, a un funcionario de primer nivel que pretende justificar de manera absurda las ineficiencias de la secretaría a su cargo.
   Pero en fin, ya enfocándonos a lo medular: Hoy leí un párrafo que me llenó el espíritu.  Por desgracia desconozco quién lo escribió, pero  imagino que cuando lo hizo, en lo que menos  pensó fue en  tener crédito como autor, y dice así: “Si pudiéramos mirar en el corazón del otro, y entender los desafíos a los que cada uno de nosotros se enfrenta a diario, creo que nos trataríamos los unos a los otros con más gentileza, paciencia, tolerancia y cuidado.”
   Claro, hay qué decirlo, una cosa es lo bello que suena al leerlo, y otra muy distinta llevarlo a la práctica en nuestra vida cotidiana. Una de las actitudes  que más nos ha marcado como sociedad es el egoísmo,  de modo que   se ha vuelto difícil detenernos antes de provocar daño a otras personas.  Digamos, ocurre un accidente en un crucero regulado por un semáforo; los conductores involucrados alegarán que  ambos tenían la luz verde, uno porque efectivamente la tenía y está defendiendo su derecho vial, y el otro por evitar enfrentar su responsabilidad.   El que miente no considera que esté mal faltar a la verdad, y que  en caso de sonar muy convincente y ganar el peritaje, estará cometiendo una total injusticia hacia el otro conductor… Inclusive puede suceder, fallan a su favor y se libra de asumir la responsabilidad que le correspondía, algo que en un descuido hasta tomará como “un triunfo” y se refocilará de ello.
   El hermoso párrafo anónimo que anoté  líneas arriba desearíamos que lo asumiera ese personaje que está faltando a la verdad, pero, hay que decirlo,  difícilmente lo hará.   Entonces viene la  gran pregunta: ¿Seremos capaces de aplicarlo en el otro sentido, esto es, tratando de entender precisamente al que miente  buscando zafarse de responsabilidad?... Yo debo ser honesta y decir que en este momento no sé si sería capaz de hacerlo.
   Pero, sin lugar a dudas, hay sobre el planeta seres maravillosos imbuidos de no se qué  fulgor celestial que sí son capaces de hacerlo a la primera,  llegando a perdonar a  otros de un modo extraordinario, como si el daño que hubieran recibido fuera cualquier pequeña cosa.   Si miramos en torno nuestro vamos a descubrir que existen uno o varios de esos espíritus grandes de los que hay tanto qué aprender.

   Entonces, me voy a probar si soy capaz de cerrar la boca y no juzgar a Chuayffet y sus absurdas justificaciones, aunque claro, con los antecedentes de tantos funcionarios ineficientes, mentirosos y rateros que  han hecho  tanto mal a nuestro amado México, va a ser un reto mayúsculo.  Prometo intentarlo, sin que ello implique estar dispuesta a asumir una conducta conformista o “agachona”, de esas que tenemos que empezar a desterrar ya todos.  ¡Eso sí que no!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario