domingo, 27 de marzo de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

¿QUÉ RUMBO LLEVAMOS?

En mi personal experiencia, entre más años de vida acumulo, más rejuvenezco, no en el rostro ni en la figura, donde más bien sucede lo opuesto, sino en espíritu, en la forma de enfrentar las pequeñas vicisitudes de cada día, con alma de niño. Claro, en un mundo como el nuestro no es fácil, pues vivimos entrampados por clichés que nos limitan el movimiento, y en el imaginario social no está bien visto eso de comportarse alejados de la rigidez que los cánones establecen. Pero ahí está precisamente el encanto de la edad, que poco o nada te inquieta lo que otros determinen, y tú actúas tan auténtico como quieras, en la medida en que tu comportamiento no lesione a los demás.

El Domingo de Pascua evoca la celebración familiar al lado de mis padres, en los primeros años en compañía de mi hermosa abuela materna quien partió demasiado pronto; después celebrando con tíos y primos, y más delante con mis hermanas pequeñas, que por diferencia de edades, en ocasiones como ésta me tocó vigilarlas más que divertirme al unísono con ellas. Pero de alguna manera, igual que la Navidad, la Pascua se vivió en mi familia con mucha intensidad, y recordarlo es traer a la memoria fragmentos de mi propia infancia, y ahora, seis décadas después, estar dispuesta a divertirme como entonces, con la simplicidad de los niños pequeños.

Surge entonces la pregunta: ¿Por qué se tiene que esperar tanto tiempo en esta vida para empezar a disfrutarla? No entiendo por qué hemos de pasar la mitad de nuestros años con el ceño fruncido, los puños apretados y caminando muy deprisa a todos lados, cuando las cosas pueden llevarse más relajadas, para gozar en vivir, y no sólo matarnos más de media vida para después afanarnos la otra media en vanos intentos por no envejecer ni morir...

Acabo de leer en redes sociales un artículo que me pareció de suma importancia; lo publica en su versión original Omid Safi, director del Centro de Estudios Islámicos de la Universidad de Duke en Carolina del Norte, Estados Unidos, y lo retoma traducido al español el blog “Al Gluten Buena Cara”. El texto, bajo el título de “La enfermedad de estar ocupado” habla acerca de cómo los paradigmas actuales nos llevan a enfocarnos en hacer, en acumular títulos, habilidades, destrezas, créditos que nos vuelvan más competitivos en el mundo, dejando de lado ese aspecto medular en la vida, el de ser humanos, mirarnos unos a otros a la cara, darnos un tiempo y dedicarnos justo a eso, a vivir, a respirar, a contar cosas intrascendentes, y tal vez a cantar aunque desentonemos y a reír sin una razón concreta para hacerlo. ¿Por qué no?... ¿Quién dijo que estaba prohibido?...

¡Vaya! Se vuelve algo tan complicado ponernos en contacto con nuestros propios sentimientos, y reconocer si estamos contentos, o tristes, o dubitativos. ¿Por qué conservamos ese patrón que quién sabe quién determinó, para que tuviéramos que ocultar nuestros estados de ánimo tras una careta? ¿Cómo estás? Muy bien, aunque no sea así, porque es lo que alguien dijo que debería de contestarse cuando nos preguntaran que cómo estamos, y nunca revelar qué carga nuestra mochila.

Omid Safi hace hincapié en otro punto que yo encuentro neurálgico como pediatra: ¿Tenemos los padres derecho de cancelar la infancia de nuestros hijos por hacerlos desde la cuna individuos cada vez más competitivos? ¿Estamos facultados para privarlos de sus juegos y sus tiempos de ocio, en los que está perfectamente bien no hacer nada, no cumplir una tarea específica, no estar sujetos a una calificación…No se vale someter a ese chiquito a jornadas de estimulación temprana, adiestramiento de habilidades y actividades extra curriculares, si en hacerlo estamos privándolo de su derecho a una infancia feliz, llena de juegos y sonrisas, en la cual sentirse aceptado en automático, sin tener que hacer méritos para ganárselo.

Menciona Safi: “Sabemos lo que queremos: una vida con significado, sentido de humanidad y una existencia justa.” De igual manera expresa: “Cuéntame, dime que tu corazón está contento, dime que tu corazón está dolorido, que está triste y que necesita contacto humano.”

¿O vamos a esperarnos hasta descubrir la nota póstuma de algún adolescente para lamentar no habernos enfocado a tiempo? ¿O la ruptura de una relación? ¿O el desespero de un padre de familia que opta por sumirse en el alcohol? A pesar de la evidencia: ¿Seguiremos construyendo una sociedad que establece estándares cada vez más difíciles de cumplir, y que tantas voluntades han quebrado?...

No olvidemos que estamos formando seres humanos, no integrando cárdex académicos para la competencia más descarnada por un puesto en el 2038.

…Entendámoslo hoy, antes de que la misma vida nos lo reclame con su cuota de sangre.

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