VACÍO EXISTENCIAL
Sin lugar a dudas la visita del Papa Francisco a
Río de Janeiro ha sido un evento único y esperanzador; durante la semana hemos
visto circular imágenes del Sumo Pontífice quien, de nueva cuenta, desafiando
todo protocolo de seguridad se aproxima a
los jóvenes que aplauden entusiastas a su paso.
Su
mensaje ha sido valiente y esperanzador.
Reconoce el valor de los jóvenes como el motor que mueve a la sociedad,
y los insta a construir un mundo más justo, solidario y fraterno. Destaca tres
actitudes fundamentales: Mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios, y
vivir con alegría.
Lo
anterior contrasta de manera brutal con algunas noticias venidas del mismo Cono
Sur esta semana, que dan cuenta de lo que se ha dado en llamar “Carrusel
Sexual”, un nuevo modo de
entretenimiento entre jóvenes menores de edad, bajo el influjo del alcohol, que consisten en sostener sexo colectivo, “todos contra
todos”.
Desde
hace diez lustros, poco más, venimos
construyendo una sociedad permisiva que ha dejado cada vez más de imponer límites. Lo
percibimos en el hogar, en la vía pública, en escuelas y centros de trabajo. En mayor o menor medida todos caemos en el
juego de hacernos de la vista gorda frente a fenómenos sociales que perjudican de manera abierta a la
sociedad. Actuamos como si no viéramos
al grupo de jovencitos que compran droga en las esquinas, e igual hacemos frente
al grupo que organiza la fiesta de fin
de semana en la que el primer invitado es el alcohol. Proponer algo distinto
para divertirse acarrearía abucheos y burlas por parte del grupo.
Vamos
cayendo en una serie de antivalores que propugnan que elementos como la
violencia, el consumo de alcohol o de drogas, y la práctica del sexo, miden a
un joven frente a sus iguales. Estos
son los mensajes que van formando parte de un inconsciente colectivo que ha
comenzado a llevarnos a la destrucción como grupo humano.
Lo ha
dicho el Papa Francisco de manera clara y contundente, el consumo de drogas no
es una liberación. Por supuesto que
quien las vende va a presentarlas de esta manera, como el medio perfecto para escapar de una realidad
incómoda hacia otros mundos, y claro que no va a decir que estos productos
generan una adicción, primero psicológica y luego física, ni van a revelar que
muchos chavos han quedado en el primer viaje.
Y mucho menos advertirán de que esa necesidad por escapar nace de una
sensación de vacío existencial que busca desesperadamente con qué llenarse.
Satélites
de estos falsos ídolos están el dinero y el poder que en este mundo distorsionado se presentan como
elementos capaces de proporcionar una valía personal. De ese modo se vuelve prioritario conseguir
dinero a toda costa, ya sea sumiéndose en el comercio de estupefacientes, ya en
otro tipo de conductas delictivas capaces
de proveer dinero fácil.
Lo más
grave del caso es que son niños o jóvenes de edades cada vez más cortas quienes caen en esa espiral maligna, llegando a ser,
como los propios capos llaman, “los desechables” de su sistema.
Ante esta perspectiva los padres de familia
no cesamos de preguntarnos cómo es que llegamos a este punto en el cual un
jovencito parece necesitar estímulos cada vez más fuertes para liberar adrenalina y sentirse vivo. Por ello irá avanzando por ese camino, con la
ilusión de que un estímulo más poderoso logre al fin satisfacerlo.
Por
supuesto que ese reino de ídolos falsos presenta cualquier otro tipo de
elementos como ridículos o infantiles. De
primera instancia actividades que no lleven implícito un riesgo mortal no valen la pena, y bajo este tenor se
van aproximando a la muerte misma. El
consumo de alcohol desde edades tempranas o a grandes volúmenes implica riesgo
de daño hepático irreversible, más para el sexo femenino. Claro que si los jóvenes
parten de vivir el momento solamente, no tienen la óptica para ver de cómo será su vida
cuando aquello ocurra.
El
consumo de ciertas drogas semisintéticas puede provocar la muerte instantánea,
pero esta visión no parece desanimarlos cuando se trata de probar. Detrás de la adicción a narcóticos se halla un doloroso vacío existencial que lejos de
atender simplemente sofocan.
La
práctica de sexo con múltiples parejas, y más si se realiza sin protección, puede provocar muy
diversas enfermedades, además de ahondar esa necesidad insatisfecha de sentir a
través de la piel que están vivos.
La crisis
de nuestros jóvenes es de orden espiritual.
Han quedado solos en un mundo que propone multitud de falsos ídolos para llenar ese
hueco que los consume. El Papa
Francisco es la voz valiente que convoca; nosotros somos la base viva a la que
corresponde actuar para comenzar a sanar esos vacíos.
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