domingo, 28 de julio de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

VACÍO EXISTENCIAL
Sin lugar a dudas la visita del Papa Francisco a Río de Janeiro ha sido un evento único y esperanzador; durante la semana hemos visto circular imágenes del Sumo Pontífice quien, de nueva cuenta, desafiando todo protocolo de seguridad  se aproxima a los jóvenes que aplauden entusiastas a su paso.
   Su mensaje ha sido valiente y esperanzador.  Reconoce el valor de los jóvenes como el motor que mueve a la sociedad, y los insta a construir un mundo más justo, solidario y fraterno. Destaca tres actitudes fundamentales: Mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios, y vivir con alegría.
   Lo anterior contrasta de manera brutal con algunas noticias venidas del mismo Cono Sur esta semana, que dan cuenta de lo que se ha dado en llamar “Carrusel Sexual”, un  nuevo modo de entretenimiento entre jóvenes menores de edad, bajo el  influjo del alcohol, que consisten  en sostener sexo colectivo, “todos contra todos”.
   Desde hace diez lustros, poco más,  venimos construyendo una sociedad permisiva que  ha dejado cada vez más de imponer límites. Lo percibimos en el hogar, en la vía pública, en escuelas y centros de trabajo.  En mayor o menor medida todos caemos en el juego de hacernos de la vista gorda frente a fenómenos sociales que  perjudican de manera abierta a la sociedad.   Actuamos como si no viéramos al grupo de jovencitos que compran droga en las esquinas, e igual hacemos frente al grupo que  organiza la fiesta de fin de semana en la que el primer invitado es el alcohol. Proponer algo distinto para divertirse acarrearía abucheos y burlas por parte del grupo.
   Vamos cayendo en una serie de antivalores que propugnan que elementos como la violencia, el consumo de alcohol o de drogas, y la práctica del sexo, miden a un joven frente a sus iguales.   Estos son los mensajes que van formando parte de un inconsciente colectivo que ha comenzado a llevarnos a la destrucción como grupo humano.
   Lo ha dicho el Papa Francisco de manera clara y contundente, el consumo de drogas no es una liberación.  Por supuesto que quien las vende va a presentarlas de esta manera, como  el medio perfecto para escapar de una realidad incómoda hacia otros mundos, y claro que no va a decir que estos productos generan una adicción, primero psicológica y luego física, ni van a revelar que muchos chavos han quedado en el primer viaje.  Y mucho menos advertirán de que esa necesidad por escapar nace de una sensación de vacío  existencial que  busca desesperadamente con qué llenarse.
   Satélites de estos falsos ídolos están el dinero y el poder que en este  mundo distorsionado se presentan como elementos capaces de proporcionar una valía personal.   De ese modo se vuelve prioritario conseguir dinero a toda costa, ya sea sumiéndose en el comercio de estupefacientes, ya en otro tipo de  conductas delictivas capaces de proveer dinero fácil.
   Lo más grave del caso es que son niños o jóvenes de edades cada vez más  cortas quienes  caen en esa espiral maligna, llegando a ser, como los propios capos llaman, “los desechables” de su  sistema.
    Ante esta perspectiva los padres de familia no cesamos de preguntarnos cómo es que llegamos a este punto en el cual un jovencito parece necesitar estímulos cada vez más fuertes  para liberar adrenalina y sentirse vivo.  Por ello irá avanzando por ese camino, con la  ilusión de que un estímulo más  poderoso logre al fin satisfacerlo. 
   Por supuesto que ese reino de ídolos falsos presenta cualquier otro tipo de elementos como ridículos o infantiles.   De primera instancia actividades que no lleven implícito un riesgo  mortal no valen la pena, y bajo este tenor se van aproximando a la muerte misma.  El consumo de alcohol desde edades tempranas o a grandes volúmenes implica riesgo de daño hepático irreversible, más para el sexo femenino.   Claro que si  los jóvenes  parten de vivir el momento solamente, no  tienen la óptica para ver de cómo será su vida cuando aquello ocurra.
   El consumo de ciertas drogas semisintéticas puede provocar la muerte instantánea, pero esta visión no parece desanimarlos cuando se trata de probar.   Detrás de la adicción a  narcóticos se halla un doloroso vacío  existencial que   lejos de atender simplemente  sofocan.
   La práctica de sexo con múltiples parejas, y más si se  realiza sin protección, puede provocar muy diversas enfermedades,  además de  ahondar esa necesidad insatisfecha de sentir a través de la piel que están vivos.

   La crisis de nuestros jóvenes es de orden espiritual.  Han quedado solos en un mundo que propone  multitud de falsos ídolos para llenar ese hueco que los consume.   El Papa Francisco es la voz valiente que convoca; nosotros somos la base viva a la que corresponde actuar para comenzar a sanar esos vacíos.

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