domingo, 4 de octubre de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LLENAR VACÍOS
La globalización ha exigido de cada uno de nosotros, ciudadanos del mundo, el pago de un elevado arancel emocional, situación de la que posiblemente no estemos tan conscientes como deberíamos.   El planteamiento de una sola cultura en la que quepamos todos representa una terrible pérdida: La pérdida de la identidad personal.
   Hasta el siglo pasado estábamos ciertos de que cada región del mundo poseía características propias;  cada país y población tenía algo que convertía aquel pedazo de tierra, sus usos y costumbres en algo único que habría de diferenciarlo del resto del planeta.   En la medida en que la globalización ha ido uniformando modos de pensar y de actuar, esas características propias de cada sitio se han ido desvaneciendo, se  borran  las fronteras culturales y de lenguaje para convertirnos a todos en una población con características bastante similares.
   La definición de lo propio de alguna manera nos permite satisfacer ese sentido de pertenencia, una de las necesidades fundamentales para nuestro  bienestar como personas.  Percibir que yo pertenezco a un grupo con tales y cuales características, y que ese grupo me reconoce como parte suya es fundamental para el desarrollo de la autoestima.  Ello explica muchos casos  de adolescentes que se incorporan a un grupo que para nosotros como  adultos resulta totalmente ajeno a la educación que les proporcionamos, sin embargo es la satisfacción de ese sentido de pertenencia lo que los lleva a integrarse a los que consideran sus iguales, en particular durante ese período de exploración personal  que les permitirá finalmente definir quiénes son, y qué quieren lograr en la vida.
   Dentro de la red podremos encontrar afinidad  con ciertas personas o  grupos, pero  una relación virtual difícilmente va a proporcionar la empatía que se da en una relación directa cara a cara.   El joven se siente solo, no halla dónde se le acoja con la calidez que él siente necesitar, y termina refugiándose aún más en ese mundo virtual que por sí mismo no alcanza a arroparlo de acuerdo a sus necesidades.
Estos vacíos representan una oquedad dañina que no puede quedarse así en la vida de una persona, es un vacío que duele, que  cuestiona terriblemente la razón de la existencia, y que actúa como una limitante en el proceso de definición secundaria del adolescente.  Un vacío que hay que llenar de alguna manera, con aquello que se halle en el camino, para no sentir esa inminencia de muerte que de otra manera se percibe.        En el plano presencial quizá ese jovencito encuentre a un grupo de adolescentes con similares necesidades con los cuales consiga crear una fraternidad, porque a esta edad más vale para él   tener cualquier compañía que estar solo.  Cuando sucede en el plano virtual, el adolescente se conecta a causas que de algún modo le hermanen con otros, al menos para hacerse la ilusión de pertenencia, de ser parte de algo superior a él y sentirse aceptado.
   Vemos incontables casos de jóvenes y no tan jóvenes saturando las redes sociales con comentarios negativos, señalando el negrito en el arroz; quienes siempre van a criticar y a atacar a quien opina de modo distinto, llegando  al grado de denostar la integridad de quien emite comentarios contrarios al suyo.  De alguna manera ese hacerse notar es una forma de decir “aquí estoy”, esperando que otros reconozcan y aplaudan su manera única de ser.
   Otro buen ejemplo de esos  personajes aislados y resentidos, con un vacío emocional que no parecen hallar cómo llenar, son esos jóvenes homicidas que, provistos de armas de alto poder, atacan principios o instituciones socialmente reconocidas.  Harper Mercer, el  asesino de la  comunidad universitaria de Umpqua, en el estado norteamericano de Oregon es un ejemplo más de esa condición de solitario frente a una realidad virtual que no alcanza a satisfacer sus necesidades afectivas. Unos días antes del fatal  incidente comentó en línea sus intenciones de atacar a esta comunidad académica cristiana, y ya en el lugar de los hechos, antes de disparar con intención de matar, les preguntó a las potenciales víctimas qué religión profesaban, lo que es congruente con su pertenencia a un grupo en la red  denominado “A los que no les gustan las  religiones organizadas”.

Llenar vacíos o sentir que mueren, es el estado actual de muchos jóvenes alrededor del mundo, dentro del concepto de “Aldea Global”.  Llenarlos con lo que se tenga al alcance, para sentir que están vivos, que son importantes,  que alguien coincide con ellos y los toma en cuenta…. La comunicación virtual nunca podrá llenar las necesidades afectivas de un ser humano en formación. Estos jóvenes comenzarán a migrar de regreso a casa cuando sientan que acá tenemos algo satisfactorio para  ofrecerles.

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