domingo, 11 de octubre de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

REFLEXIÓN TRAS LA TORMENTA

En memoria de la Dra. Ma. De Jesús Padrón,  valiente mujer  cuya existencia solo la tromba más feroz pudo apagar.  Descanse en paz.

La ciudad amanece con inusual silencio, como si todos sus habitantes, incluyendo a las avecillas bullangueras, temieran manifestarse, ni siquiera el crujido de la más delicada rama otoñal interrumpe las voces del silencio.
   Desde las 4 o 5 de la mañana la lluvia ha entrado en una pausa, se retiró  tal cual había comenzado, con leves toqueteos sobre las superficies duras como el cemento y los casquetes metálicos de los aires acondicionados, hasta integrar una amalgama de percusiones de distinta tonalidad, que a poco de su inicio se convirtieron en amenazadora tormenta.  Al mirar la fuerza del agua cualquiera podría imaginar que el cielo alberga sentimientos, y que lo que expresa con  esta torrencial lluvia es una franca ira, como si los dioses golpearan una y otra vez con su vara de mando  el gris acero de las nubes para sacudirlas  más y más hasta vaciarlas todas.
   Poco o nada logré percatarme de los daños que iban provocando las avenidas de agua en el exterior, ya tenía yo mi propio problema para resolver, el hermoso patio de mi inspiración en estas circunstancias se convierte en alberca que amenaza con inundar toda la casa, algo que ya sucedió hace un par de años, de manera que entretuve mi zozobra acarreando agua desde dicho patio hasta el  frente de la casa, para desalojar ese espacio cerrado; en un cálculo aproximado debo haber sacado la cantidad de agua que llenaría una pileta.
   Esta mañana hallé al frente de la casa el cuerpo de un perro del vecindario, un callejerito al que alimentaban  vecinos de la siguiente cuadra, y que  resultaba familiar y simpático para todos nosotros, sobre todo cuando pasaba con aquel  garbo canino  frente a casas que tienen perros, y ni todos los ladridos juntos lograban amedrentarlo en sus paseos vespertinos.  Hoy  un cuerpo remojado y frío que pronto retiraron del cemento es todo el recuerdo que nos queda de este peludito, al que imagino ahora feliz haciendo  su recorrido en otra dimensión.
   Conforme avanzó la mañana nos enteramos del fallecimiento de una compañera médica familiar del IMSS, a mi me tocó recibirla cuando llegó a este puerto fronterizo como interna de pregrado, estando yo  entonces a cargo del Departamento de Enseñanza (ahora Educación Médica Continua). Seria y formal en su desempeño académico, terminada su carrera universitaria decidió, como algunos otros internos, quedarse a radicar en esta ciudad donde se casó y formó su familia. Calculo que le faltaría  si acaso un par de años para jubilarse,  ahora que sobrevino  su muerte en condiciones por demás trágicas.
   Todo en esta vida tiene sus tiempos, y lo que parece una desafortunada casualidad, si no hubiera ido en su carro por esa avenida, o si en vez de asistir al evento del que regresaba se hubiera quedado en casa… preguntas ociosas que en una muerte como esta no hacen más que atormentar a los  deudos una y otra vez, hasta que el propio proceso de duelo los lleve finalmente a la aceptación.   Cuando enfrentamos la muerte de alguien cercano reaccionamos como si morirse fuera la excepción, cuando realmente es la regla de la que ninguno de los seres vivos hemos de escapar, hecho para el cual  es positivo estar preparados, como hacen los orientales al levantarse cada mañana, propuestos ese día a aprender a morir.
   El agua es vida, el agua es madre, pero también el agua es un elemento feroz  que nos  conmina a  entender nuestra pequeñez en el todo cósmico, de manera de  disfrutar lo que tenemos durante el tiempo cuando lo tenemos.  La capacidad que este líquido tiene de moldearse en su recorrido nos enseña que la adaptación a todo lo que nos rodea  facilita el avance, y su capacidad de alisar la superficie más rugosa al contacto es un llamado a la paciencia como una herramienta que finalmente trae la paz.
   Este silencio posterior a la tormenta es un paréntesis para la reflexión, para entender que las posesiones materiales no conceden el valor a un ser humano, que son medios y no fines, y que el apego a los mismos equivale a someter la grandeza del espíritu a elementos que finalmente no nos harán trascender.
   Hoy se ha ido María de Jesús porque era su tiempo, y así hay que entenderlo; ella tiene un camino personal que seguir, como la mariposa que termina su período de incubación y  rompe la comodidad del capullo para desplegar sus alas y volar su propio vuelo único.

   No sea en vano la tormenta, con sus daños y sus pérdidas… Asimilemos las lecciones que nos da la vida ahora, para cuando nuestro propio momento llegue, porque aprender a morir hoy es enseñarnos a sacar de cada día el máximo provecho.

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