domingo, 20 de septiembre de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LIANA Y EL PRIMER MUNDO
Un hombre muere en mí
siempre que un hombre muere asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.  Eraclio Zepeda (1937-2015).

En la vida de todos hay momentos de especial epifanía, cuando  los hechos adquieren una dimensión tal que los hace trascender en tiempo y en espacio.   Voy regresando de un viaje de encuentro y reencuentro de esos que oxigenan el espíritu hasta lo más profundo  y llevan a visualizar la vida desde una perspectiva más amplia.
Durante este paseo a la capital del estado de Durango pude reencontrarme con  una población en la que viví durante mi infancia y a la cual no había regresado en poco más de treinta años; me maravilló encontrar una ciudad pujante, verde, bella, culta, bien cuidada, de la que sus habitantes se expresan con orgullo, una ciudad que vale la pena visitar. Además conseguí ponerme en contacto con una compañera de primaria con quien ya había tratado de comunicarme sin lograrlo; las cosas se dieron de manera sencilla, como si después de todos estos años éste fuera el justo momento para que yo consiguiera  hallar a mi amiga Liana con quien tras cinco o diez minutos de actualizaciones, platicaba como si nunca hubiéramos dejado de comunicarnos.   Descendiente de alemanes por ambas ramas, su historia familiar es apasionante, y aun con el beneficio de una segunda nacionalidad, su madre siempre les hizo ver que ellos eran mexicanos, y debían de honrar al país que les dio cuna. Más delante externó por qué Alemania es un país de primer mundo, “porque los alemanes se ayudan y se apoyan unos a otros”.
Es de esas expresiones que se repasan una y otra vez hasta alcanzar a comprenderlas, y más en el marco de las recién celebradas fiestas de la mexicanidad, este 15 y 16 de septiembre.  El alemán apoya al alemán consumiendo sus productos en lugar de  los que puedan ofertar otros países, en tanto que nosotros, de manera lamentable no hemos dado a nuestra producción nacional el lugar que se merece, lo que trae aparejada  aquella práctica tan nuestra, al productor del campo o al artesano regional le regateamos, consideramos de entrada que su trabajo no vale lo que él pide por el mismo, y actuamos de modo de reducir su margen de ganancia, en tanto si compramos  en las tiendas de conveniencia lo hacemos sin chistar y hasta redondeamos.
Nuestra anfitriona nos invitó a visitar su rancho agrícola en el municipio de Guadalupe Victoria. Rozar de esa manera la naturaleza a cualquiera  amplía su amor por la vida, aunque no se lo haya propuesto.   A nuestro arribo salieron a recibirnos el encargado,  su esposa y  el pequeño Máikel, quien dijo  tener “como cinco años”,  enfundado en ropa vaquera y un gran sombrero de paja bajo el cual un par de ojos  como el carbón, y dos hileras de dientes “que aún no llenan”  (como las mazorcas tiernas de elote), nos dieron la mejor de las bienvenidas.  Pronto Máikel capturó mi atención platicándome del Terry, la Rama y el Churro, los tres peludos que cuidan el rancho, además me contó sobre las víboras, en particular de una “que bajó de la higuera”, y en esas estábamos cuando de golpe interrumpió su plática para llevar mi atención hacia un colibrí  en el justo momento cuando se detenía inmóvil en el aire para libar.   En este ciclo escolar Máikel no puede asistir al jardín de niños, pues debe permanecer en el campo al lado de sus padres, pero una situación privilegiada de íntimo contacto con  la naturaleza con toda seguridad dejará en él lecciones de asombro,  amor y gratitud por la vida que ningún sistema escolarizado podría empatar.
Las palabras de  mi amiga Liana encierran una gran verdad que a todos los mexicanos más nos valdría tomar en cuenta.   Los tiempos que estamos viviendo, independientemente de sus causas o de quiénes sean responsables por haberlos complicado aún más, demandan de todos los mexicanos  una  actitud proactiva encaminada a entender y resolver los graves problemas que sufren la ciudad y el campo.  Ahora sí que México somos todos, y a todos nos corresponde trabajar por reencauzarlo, aunque haya sido por la corrupción o la ineptitud de unos cuantos, frente a la indiferencia de todos los demás, que llegamos al estado en que estamos.   Cuando se tiene la voluntad de hacer las cosas (y no solo de criticarlas), se logran los cambios, y para ejemplo la ciudad de Durango donde todos cuidan lo que tienen.
¡Viva México! Queremos que viva en su campo, en sus ciudades, en sus niños, en sus artesanos, su música, sus colores, y en todo aquello que nos otorga identidad.  Aspiremos a pertenecer al  Primer Mundo: Primero lo nuestro, y los primeros en procurar que así sea, nosotros mismos.

Máikel y  Terry en la placidez campirana.

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