LIANA Y EL PRIMER MUNDO
Un hombre muere en mí
siempre que un hombre muere asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres. Eraclio Zepeda (1937-2015).
En la vida de todos hay momentos de especial epifanía,
cuando los hechos adquieren una
dimensión tal que los hace trascender en tiempo y en espacio. Voy regresando de un viaje de encuentro y
reencuentro de esos que oxigenan el espíritu hasta lo más profundo y llevan a visualizar la vida desde una
perspectiva más amplia.
Durante este paseo a la capital del estado de Durango pude reencontrarme
con una población en la que viví durante
mi infancia y a la cual no había regresado en poco más de treinta años; me
maravilló encontrar una ciudad pujante, verde, bella, culta, bien cuidada, de
la que sus habitantes se expresan con orgullo, una ciudad que vale la pena
visitar. Además conseguí ponerme en contacto con una compañera de primaria con
quien ya había tratado de comunicarme sin lograrlo; las cosas se dieron de
manera sencilla, como si después de todos estos años éste fuera el justo
momento para que yo consiguiera hallar a
mi amiga Liana con quien tras cinco o diez minutos de actualizaciones, platicaba
como si nunca hubiéramos dejado de comunicarnos. Descendiente de alemanes por ambas ramas, su
historia familiar es apasionante, y aun con el beneficio de una segunda
nacionalidad, su madre siempre les hizo ver que ellos eran mexicanos, y debían
de honrar al país que les dio cuna. Más delante externó por qué Alemania es un
país de primer mundo, “porque los alemanes se ayudan y se apoyan unos a otros”.
Es de esas expresiones que se repasan una y otra vez hasta
alcanzar a comprenderlas, y más en el marco de las recién celebradas fiestas de
la mexicanidad, este 15 y 16 de septiembre.
El alemán apoya al alemán consumiendo sus productos en lugar de los que puedan ofertar otros países, en tanto
que nosotros, de manera lamentable no hemos dado a nuestra producción nacional
el lugar que se merece, lo que trae aparejada aquella práctica tan nuestra, al productor del
campo o al artesano regional le regateamos, consideramos de entrada que su
trabajo no vale lo que él pide por el mismo, y actuamos de modo de reducir su
margen de ganancia, en tanto si compramos en las tiendas de conveniencia lo hacemos sin
chistar y hasta redondeamos.
Nuestra anfitriona nos invitó a visitar su rancho agrícola
en el municipio de Guadalupe Victoria. Rozar de esa manera la naturaleza a
cualquiera amplía su amor por la vida,
aunque no se lo haya propuesto. A
nuestro arribo salieron a recibirnos el encargado, su esposa y
el pequeño Máikel, quien dijo tener “como cinco años”, enfundado en ropa vaquera y un gran sombrero
de paja bajo el cual un par de ojos como
el carbón, y dos hileras de dientes “que aún no llenan” (como las mazorcas tiernas de elote), nos
dieron la mejor de las bienvenidas.
Pronto Máikel capturó mi atención platicándome del Terry, la Rama y el
Churro, los tres peludos que cuidan el rancho, además me contó sobre las
víboras, en particular de una “que bajó de la higuera”, y en esas estábamos
cuando de golpe interrumpió su plática para llevar mi atención hacia un colibrí
en el justo momento cuando se detenía
inmóvil en el aire para libar. En este
ciclo escolar Máikel no puede asistir al jardín de niños, pues debe permanecer en
el campo al lado de sus padres, pero una situación privilegiada de íntimo
contacto con la naturaleza con toda
seguridad dejará en él lecciones de asombro, amor y gratitud por la vida que ningún sistema
escolarizado podría empatar.
Las palabras de mi
amiga Liana encierran una gran verdad que a todos los mexicanos más nos valdría
tomar en cuenta. Los tiempos que
estamos viviendo, independientemente de sus causas o de quiénes sean responsables
por haberlos complicado aún más, demandan de todos los mexicanos una actitud proactiva encaminada a entender y
resolver los graves problemas que sufren la ciudad y el campo. Ahora sí que México somos todos, y a todos
nos corresponde trabajar por reencauzarlo, aunque haya sido por la corrupción o
la ineptitud de unos cuantos, frente a la indiferencia de todos los demás, que
llegamos al estado en que estamos.
Cuando se tiene la voluntad de hacer las cosas (y no solo de
criticarlas), se logran los cambios, y para ejemplo la ciudad de Durango donde
todos cuidan lo que tienen.
¡Viva México! Queremos que viva en su campo, en sus
ciudades, en sus niños, en sus artesanos, su música, sus colores, y en todo
aquello que nos otorga identidad. Aspiremos
a pertenecer al Primer Mundo: Primero lo
nuestro, y los primeros en procurar que así sea, nosotros mismos.
Máikel y Terry en la placidez campirana. |
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