domingo, 27 de septiembre de 2015

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Llega otra vez el otoño, llega otra vez esa fecha que no hemos dejado de recordar en todo el año porque su sonido es injusticia, es impunidad, corrupción, es dolorosa realidad de un México donde la vida no vale nada. 

Llegan los cadáveres de nuestros compatriotas asesinados en Egipto, se exige justicia, investigación transparente, exhaustiva y rápida. Esta frase no tiene eco en la exigencia a nuestras autoridades, aquí somos laxos y permisivos en las formas de investigación, se aceptan verdades a medias, o a cuartas, cambio de versiones a conveniencia, se politiza la desgracia y se va dejando al tiempo la dilución de ella. 

Pero qué difícil olvidar una masacre como ésta, qué difícil que no recrudezca este apenas mitigado dolor cuando se revive en las caras de esos padres de Ayotzinapa para los cuales el tiempo se ha convertido en un enemigo que les impide llegar a una verdad que, por dolorosa que sea, les brinde por lo menos certeza del fin real que tuvieron las vidas de sus hijos. 

Estaciones van, estaciones vienen, y estacionados seguimos en la injusticia no tan solo de 43 muertes, sino de tantas otras que ni siquiera tienen una fecha que nos las recuerden. A veces pareciera que estamos muertos en vida, dejando que sucedan las cosas, lamentándonos porque suceden de la peor manera, sin evitarlas, sin procurar ser partícipes en lograr que no vuelvan a ocurrir. 

Un gobierno es tan capaz como se lo exijamos, y tan incapaz como se le permita seguir siendo.


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