Como he venido mencionando en esta crónica, mi interés por
conocer Lagos se debió a una simpática lectura: "El Alcalde de
Lagos", libro original de Alfonso de Alba, complementado con consejas
propias de la región. La obra da cuenta de la rivalidad política que
existía entre Lagos y otras ciudades jaliscienses. En una época Lagos trató de
independizarse del resto del estado, lo que generó enojo y burla de
los opositores a dicho plan. Ello contribuyó al avivamiento de historias sobre la
vida de uno de sus alcaldes --de suyo muy singular. Sigamos, pues, hablando de tal personaje:
Se dictó una orden que habían de acatar todos los comerciantes: Colocar
al frente de sus respectivos negocios el nombre de la tienda y su
especialidad. El panadero mandó hacer un rótulo con la leyenda
"Panadería La Espiga". De parte de la Alcaldía le reclamaron el hecho
de que no especificaba qué producto vendía, por lo que hubo de modificar el
anuncio para poner: "Panadería de pan La Espiga", y de esta manera
pasó a la historia su negocio.
Cruzar el río de Lagos era un gran desafío que al menos en cuatro
oportunidades trató de vencerse mediante la construcción de un puente. Unas
veces con dinero de los oriundos, y otras más mediante apoyo del Estado.
El primer puente lo inauguró Miramón durante su presidencia, y el actual,
Venustiano Carranza. La placa original labrada en cantera desapareció en dos
ocasiones dañada por el agua. Una tercera placa daba el mérito exclusivo al
Gobernador, para enojo de los laguenses, y la final, que permanece
aún, deja sentado que se hizo a instancias de los oriundos del lugar, aunque el
gobierno estatal aportó un total de seis mil pesos para su terminación.
"Este puente se hizo en Lagos y se pasa por arriba".
La segunda parte de la leyenda fue para dejar sentado que, para cruzar el
río, debían pasar por arriba del puente, cubriendo el pago correspondiente.
Las cuatro visitantes íbamos propuestas a pasar por el célebre
puente. En la presidencia municipal preguntamos dónde quedaba el
río. Nos lo señalaron hacia el noreste, y para allá fuimos. Pronto
encontramos un puente de construcción moderna sobre el cual transitaban
camiones urbanos, escenario que para nada se parecía a la idea que el libro me
había dado. No se observaba placa alguna, y ninguno dentro del
grupo que esperaba la salida del camión, supo orientarnos. Finalmente,
una chica nos indicó que debíamos caminar varias cuadras hacia el poniente,
hasta la clínica del IMSS, asegurando que frente a la misma encontraríamos
el puente.
El aspecto del río contrasta con el resto de la población. Un
lecho sin agua, sucio y descuidado. Caminamos río
arriba; teniendo todas nosotras una sensación en común, entre más avanzábamos,
más lejos se veía el anhelado puente. Nos topamos con el jardín
Luis Moreno, en el cual hay varios monumentos en honor al héroe insurgente
Pedro Moreno y a su esposa Rita. Seguimos caminando. Ya con el último
aliento, llegamos a la clínica del IMSS, pero del puente ¡nada! Faltaba todavía
un par de cuadras. Finalmente, pasamos frente al sobrio edificio Rincón Gallardo
con su fachada de cantera rosa, y giramos a la derecha, rodeando el Templo de
Nuestra Señora de la Luz. En ese instante sentimos como si se nos abrieran las
puertas del cielo. ¡Ahí estaba el puente! Era tal nuestro alborozo, que más
de un laguense que pasó a nuestro lado nos miró con extrañeza.
Fue momento de tomar la fotografía del recuerdo.
No hubo oportunidad de ahondar en el conocimiento de una singular
población que ha dado grandes personajes a la historia y a la cultura de
México. Entre muchos otros, destacan Don Agustín Rivera, sacerdote y escritor;
Mariano Azuela, médico y escritor revolucionario; Lola Álvarez Bravo, destacada
fotógrafa. No nos quedaba tiempo, y lo que se nos había agotado por completo,
era la energía. Decidimos tomar un carro de sitio que nos llevara a la terminal
para tomar nuestro camión de regreso. Concluido el trayecto descubrimos
que nuestro destino estaba a dos cuadras de distancia del puente. Una anécdota más para recordar, porque finalmente es lo que conseguimos cuando viajamos,
vivir experiencias inolvidables y divertidas.
Por cierto, me encantó descubrir que al oriente de la ciudad hay una
calle que lleva el nombre de Porfirio Díaz, personaje que la historia oficial
se ha negado a reconocer, --muy en lo personal--, de una forma injusta.
Lagos de Moreno: ¡Hemos de volver! A recorrer sus calles, visitar
los sitios que encontramos cerrados por ser día feriado: El Museo de Arte
Sacro, el de los Altos de Jalisco, la Escuela de Artes y Oficios, el vecino
pueblo de Moya, y muchos otros parques y jardines tan singulares. Un bello
mosaico más en la geografía privilegiada de nuestro amado México.![]() |
Monumento a Pedro Moreno, a su esposa Rita, y la placa del Puente sobre el río Lagos. |
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