domingo, 23 de marzo de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 AUTORRETRATO

Vivimos una época en la que es muy común disociar la realidad propia de las apariencias que mostramos al mundo.  Muy en particular por el uso de redes sociales.   Llevamos dentro cierta urgencia por proyectar la mejor imagen de nosotros mismos, así pueda no ser apegada a la realidad de nuestra persona.   Tenemos desde los casos poco trascendentes en los que alguien se presenta en el mundo virtual modificando su aspecto o su historia personal, hasta los terribles casos de robo de identidad, en los cuales el ciberdelincuente utiliza una identidad falsa para tratar de obtener beneficios.

Podríamos decir que esta tendencia a enmascarar ha existido siempre, pero me atrevo a afirmar que se ha visto incrementada en el actual milenio.  Lo observamos en relaciones interpersonales de amistad, de negocios, y no se diga en política: tamizamos lo que somos para presentar esa faceta que es apropiada para lo que buscamos lograr.   Hay una multiplicación de identidades que hemos normalizado de un modo hasta alarmante.

Existen momentos, sin embargo, en los que tenemos que enfrentar lo que en verdad es, sin valernos de velos o dobleces.  Resulta un ejercicio de honestidad difícil pero muy enriquecedor, en el que nos plantamos frente al espejo a observar y a describir lo que realmente somos, al margen de cualquier intento de edición.   En un taller literario que estoy por terminar, esta semana el maestro solicitó a cada participante elaborar un autorretrato. Para ilustrarnos sobre cómo hacerlo nos dejó varios ejemplos de escritores y de un pintor que publicaron sus autorretratos, además de algunos otros que han llevado a cabo ejercicios autobiográficos por escrito, para que nosotros visualizáramos la amplitud y la profundidad que se esperaba de nuestros propios textos.

Debo reconocer que de todas las tareas que habíamos venido teniendo durante el curso, esta fue, en definitiva, la más difícil.  Atrevernos a plasmar lo propio, tanto las cualidades que nos distinguen como los defectos que tantas veces tratamos de disimular o francamente ocultar.   En mi caso personal tuve que hacer un listado de características que me son propias y luego hablar de ellas, teniendo muy presente el concepto de las cuatro ventanas de Johari, esto es: Lo que pienso que soy, lo que otros piensan que soy, lo que sé de mí, pero no revelo, y lo que ni yo ni los demás sabemos de mí.  No deja de haber un choque cuando nos enfrentamos a lo que otros opinan de nosotros, y que muchas veces representa lo contrario de lo que queremos expresar.

El autorretrato comprende desde el marco familiar, el aspecto físico, los gustos y las limitaciones; actividades y tendencias; filias y fobias, entre muchos otros aspectos que se pueden incluir.  Admiro a escritores como Joe Brainard, Ricardo Piglia, Edouard Leve, Anne Carson y Vivian Gornick, cuyos textos revisamos para el taller.  Cada uno de ellos, muy a su manera, no duda en volcar en el papel su verdadera esencia y las aristas que integran su personalidad. Lo hacen con una voz auténtica y valiente, sin reparar en los juicios de quienes puedan criticarlos desde su palestra de infalibilidad.

En estos tiempos de simulación y apariencias, de duplicidades y de comportamientos acomodaticios, según sea el caso, resulta un proceso muy liberador el atreverse a enfrentar la desnudez de lo que somos y trabajar desde ella.  Nos permite entender que, finalmente, todos formamos parte de la condición humana errática y falible, y que las posturas de perfección no son sino corazas tras las cuales pretendemos ocultar nuestra vulnerabilidad.

De momento nuestras sociedades parecieran un mar helado, en el cual se desarrollan eventos que nos cimbran, que representan solamente la punta del “iceberg”.  Tal es el caso de Teuchitlán, Jalisco.  Por un lado, nos aterroriza el grado de crueldad con la que, según varios testimonios, actuaron los delincuentes en contra de personas privadas de su libertad y sometidas a prácticas infrahumanas.   Por otro lado, golpea la indiferencia que mostramos los ciudadanos frente a tales hechos desgarradores.  Pareciera que la frecuencia de eventos tan cruentos nos ha vuelto insensibles ante el dolor que habrán padecido los jóvenes masacrados, y que sufren los familiares que han encontrado evidencia de que ahí pudo haber terminado su ser querido.

Ya lo dijo Martin Luther King: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”. Volver a nuestra propia humanidad y permitirnos recuperar la capacidad de sentir lo que nos hermana a otros, con toda seguridad redundará en una sociedad digna para todos nosotros.

Plantarnos frente al espejo y sincerarnos, es un buen camino para, algún día, en estas aguas revueltas, ver surgir tan anhelada sociedad.


2 comentarios:

  1. Me empecé a preocupar cuando comentaste el tema de la tarea encargada. Realmente difícil. Yo me hubiera tardado mil años jajaja. Espero no haya sido ardua. Y por otro lado, definitivamente actual e impactante la frase de Luther King. Es preocupante y aterrador.

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  2. Je, je. No te creas, ha sido la tarea más difícil que he tenido que cumplir.

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