MáS ALLá DEL “CLIC”
La consigna es ser los primeros, captar la escena tal como
sucede en el justo momento. Es actuar
con sagacidad, fríos, sin dejar que el propio llanto empañe la lente de la
cámara.
La información se maneja como mercancía que paga y paga bien, dentro de un mundo altamente
competitivo como el noticioso. Ser punta
de lanza para que detrás de esa primera imagen vengan todas las demás desde
distintos ángulos, sometidas al versátil “photoshop”, vueltas dibujos,
animaciones, o por qué no, algún día hechas libro que vaya por el Pulitzer.
Eso es la transmisión de las tragedias humanitarias a través
de la red, para que tú y yo podamos, desde la mullida comodidad de nuestro
sillón favorito, conectarnos con el mundo, llorar con el llanto de quienes
padecen y mueren, y mientras saboreamos una humeante taza de café verter
nuestros comentarios en los “chats”, señalar con dedo flamígero lo que se hace
mal, encolerizarnos, maldecir… para luego de treinta o cuarenta minutos apagar
el dispositivo electrónico e irnos a
cenar tranquilamente, dejando atrás ese mundo virtual que se enciende o se
apaga a placer.
La tendencia a desenvainar la palabra y atacar a todo y a
todos en los chats nos lleva a caer en lo que Enrique Krauze ha llamado
“borrachera de denuncias e indignación estéril”. En una entrevista hecha por
Luis Guillermo Hernández para la revista
EmeEquis, Krauze se refiere a que estamos ahogados de tanto denunciar,
pero hasta ahí llega nuestro desempeño,
refiriéndose muy en especial al modo de actuar de las generaciones jóvenes en redes sociales.
Claro, hay problemas en el mundo que nos conmueven hasta las
entrañas, situaciones de diverso tipo que a cada cual le llegan a lo más
profundo, y aquí en el sentimiento no hay ética, no podemos decir “por esto sí
y por esto no se vale llorar”. Hay temas
para todas las susceptibilidades, simplemente hace un rato, antes de sentarme a
escribir la presente una amiga defensora de la vida animal subió un video que
me partió el alma: Una plaza de toros, un toro al cual con la espada le
seccionaron la médula espinal, y arrastra medio cuerpo mientras busca angustiosamente
donde guarecerse. Se aproxima al
burladero desde donde uno de los banderilleros intenta
meterle una estocada en el bulbo raquídeo para matarlo, lo que no sucede hasta
el cuarto intento cuando finalmente aquella mole de 500 kilogramos cae al suelo
abatido… ¿Es contrario a la ética que me haya causado un dolor terrible? ¿Debería
de reservar mis lágrimas para los refugiados de Siria, o los enfermos de
Chikungunya, o los fallecidos en China?... A mí me afectó mucho lo sucedido a
ese ser que no pidió ser puesto en el redondel para “goce” de los asistentes, horrorosamente
maltratado y finalmente muerto, y seguiré expresando mi opinión muy personal de
que ninguna forma de tortura puede seguir conceptuándose como arte.
Volviendo a esa forma de manejar la información en tiempo
real, viene el caso de Petra Laszlo, la camarógrafa
húngara captada en video en el momento
cuando filmaba y metió zancadilla a un
refugiado con una criatura en brazos,
que fue a dar al suelo con todo y niño, y poco más delante metió
zancadilla a una niña siria de unos siete años mientras corría, y que no se fue
hasta el suelo porque la llevaba tomada de la mano una persona adulta. En el video ampliamente difundido parece como si la camarógrafa reaccionara así para quitar de su paso objetos
que le estorban, que obstruyen su trabajo.
Ahora que ha sido despedida de la televisora, y enfrenta una posible
acción penal, alega que en ese momento
sufrió un ataque de pánico. El video
completo es impresionante, aparece un contingente de unas doscientas personas
que corren desesperadas mientras intentan
vencer una barrera humana hecha por fuerzas del orden de Hungría; entre quienes
tratan de ingresar hay hombres, mujeres, niños y ancianos que corren en una
dirección y luego en la opuesta, tratando de burlar a los policías, pero lo que
yo en lo personal hallé más indignante
es la forma como la tropa de reporteros, camarógrafos y técnicos se mueven a
toda velocidad en uno y otro sentido junto con los sirios, incluso Petra Laszlo
avanza con una cámara de gran envergadura corriendo para atrás, lo que da
cuenta de que está acostumbrada a hacerlo.
Habría que plantearnos la gran pregunta: ¿Conectarnos en
tiempo real con lo que sucede en el mundo, tener acceso con un solo clic a
cualquier tragedia que ocurre en el justo momento, nos lleva a crecer, nos hace mejores
personas? ¿A dónde nos conduce la indignación estéril que menciona Krauze?...
Habría pues que ser muy sinceros, volver la vista a nuestro mundo y definir de
qué modo podemos mejorarlo cada vez que le damos clic a nuestros dispositivos
electrónicos.
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