domingo, 31 de julio de 2016

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza


El puente internacional guarda sus secretos, como lo hacen plazas, rotondas y callejones de cualquier población.  Este puente habla de lucha y de sueños, pero habla sobre todo  de identidad.  Dentro de sus poco más de 500 metros de longitud  se han quedado grabadas historias humanas desde los bisabuelos a principios del siglo 20, hasta las que hoy van imprimiendo los niños pequeños que acuden con su madre cualquier sábado a comprar alguna mercancía a las tiendas de la calle Main en el  centro de Eagle Pass.
   Hay historias gozosas, como las de algunos novios que se han casado a mitad del puente por cuestiones migratorias; otras dolorosas que ocurren bajo el mismo,  escritas por aquellos jóvenes ilusos que en su afán de conseguir una vida mejor dejan la suya cuando las aguas turbulentas del Bravo  reclaman lo propio.
   Hay historias que mueven al llanto, como la del abuelo que viene de Piedras Negras  hasta la verja que marca el límite de la Unión Americana, para ver a la nieta norteamericana en su atuendo de graduación.  La figura larga y delgada del viejo bajo su  sombrero  se dobla de emoción frente a la chiquilla que luce radiante enfundada en su toga,  quien procede a abrazar al abuelo sin importarle si se desacomoda su peinado de salón. Detrás de ella la mamá observa el cuadro sin poder contenerse; los hermanos más pequeños de la jovencita que termina High School no muestran mayor emoción, tal vez para ellos es una historia conocida que ya han escuchado una y otra vez de sus propios amigos.
   Y así se tejen los recuerdos a uno y otro lado del Bravo, y de alguna manera las historias de una frontera se enlazan con las de la otra, atrapando entre su tejido motivos, memorias, risas y llantos.
   Finalmente, esto es la vida, atrapar lo intemporal en nuestras redes cotidianas, y sentir de este modo que todo lo que hacemos tiene sentido.

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