DE QUE SE PUEDE,
SE PUEDE
Hay tiempos, como el que vivimos, en que la vida avanza a
sobresaltos. Me imagino que vamos en una carreta sobre un camino de terracería,
brincando con frecuencia y con la incertidumbre de qué vamos a encontrar más delante.
No hemos salido de la COVID-19, cuando la onda gélida
paraliza los estados del norte mexicano.
No tenemos suficiente abasto de gas, por lo que lo importamos del país
norteamericano. En este caso para impulsar las plantas de electricidad, por
lo cual, con bajas temperaturas deja de ser enviado desde el vecino país, lo
que paraliza las plantas generadoras de electricidad. A partir de este punto surgen otros problemas
urbanos, al menos en esta región, deja de funcionar el sistema de bombeo de
agua potable, y nos quedamos sin el vital líquido. Algunos ciudadanos por pocas horas, otros por
un día o dos. A ello hay que agregar
daños en tuberías y medidores, que en muchos
casos fueron una causa adicional para la escasez de agua.
Se manifiesta con
crudeza lo que llega a provocar la falta de educación académica en parte
de la población. El Río Bravo cobró una
víctima de 9 años, quien pereció ahogado.
De milagro se salvaron sus padres
y su hermanita de 4 años, rescatados de manera oportuna. De no ser así, habrían corrido la misma suerte
que el niño. Todo sucedió en una noche
particularmente congelante. La familia
centroamericana tenía 4 meses viajando a través de territorio mexicano,
impulsada por el sueño de llegar a Norteamérica. Más allá del espejismo verde,
no hubo en su mente lo necesario para medir el riesgo que correrían tratando de
cruzar el Bravo en un tiempo como el que estamos viviendo. Ahí es donde las materias académicas como la
Biología, la Física o las Matemáticas funcionan para proveernos de vida más
segura y satisfactoria.
Debo suponer que hay un origen multifactorial en lo que se
conoce como “agandalle”, actitud en la que los mexicanos somos campeones. Tal parece que estamos mentalmente preparados
para hacer valer la ley del mínimo esfuerzo, así como para sacar tajada en
cualquier situación. Si vamos manejando
y nos podemos pasar el semáforo en rojo, rara vez dudamos en hacerlo. Si podemos obtener ventaja en un asunto público,
lo hacemos. Ahora recuerdo lo ocurrido
durante las inundaciones que se han presentado en esta frontera. Cuando el
municipio organizó un reparto de bienes en especie, hubo quienes se movilizaron
detrás de los vehículos que los repartían, y se anotaban en la fila colonia
tras colonia, para multiplicar el material otorgado, así robaran a los
propios la posibilidad de alcanzar el
recurso que por derecho les correspondía.
En México al que trata de apegarse a la regla no lo bajan de
tonto, y al que se brinca las trancas se le aplaude, como si hubiera llevado a
cabo una hazaña. Estos antivalores
forman parte del imaginario que deja al país al margen de muchas oportunidades,
como sería la educativa. A la vuelta de once meses se ha visto que la opción de
educación en línea no está siendo la mejor, en particular para los grados de
educación básica y media superior. Es difícil imaginar que pudiera
implementarse el sistema del Colegio Inglés de Saltillo, cuando hay un elevado
número de planteles escolares que ni siquiera cuentan con los servicios básicos.
Publica
FORBES datos del CONEVAL que señalan que 48% de los complejos educativos
del área rural no cuentan con servicio de agua potable, 78% no tienen drenaje y
21% funcionan sin energía eléctrica, algo que contrasta con los recintos escolares privados.
Vemos difícil imaginar que se hagan inversiones en estos rubros de primer
orden, entonces menos se haría en
túneles de sanitización y equipos de protección personal para los
alumnos. Hemos visto en los sitios
públicos cómo impera la desobediencia a normas sanitarias elementales; la autoridad
deja al arbitrio del ciudadano cumplirlas,
lo que difícilmente va a suceder.
De que se puede, sí se puede. Ahora bien: ¿Cómo le
hacemos?...
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