Este artículo se lo dedico a la memoria de Nepomuceno Moreno –don Nepo, como le decían en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad–, que fue asesinado el pasado 28 de noviembre y criminalizado por el gobierno de Sonora, no obstante que su único delito fue buscar a su hijo Mario, desaparecido en julio del año pasado.
También a las mujeres de este movimiento, quienes se han convertido en el eje de las acciones y en el bastión de lucha por la justicia y la presentación de sus seres queridos que han muerto o se encuentran desaparecidos, víctimas de la guerra contra las drogas.
Quiero retomar el título de uno de los libros del historiador y escritor británico Tony Judt para hablar de lo que está pasando en México en los últimos años. “Algo va mal”, dice el pensador inglés para describir la crisis de Estado en Norteamérica e Inglaterra, pero que bien se puede aplicar en muchos de países.
En el caso de nuestro país bien podríamos decir que “algo va mal” cuando comenzamos a tomar como “normal” que todos los días se informe del número de muertos ocurridos, como si fuera el reporte del tiempo; cuando deja de conmovernos la tragedia que miles de familias viven porque están desaparecidos sus esposos, hijas e hijos, primos, nietos o algún familiar que salió de casa y ya no regreso; también, cuando vemos que se gasta más en armas que en salud o educación; que los jóvenes ven en el narcotráfico una vía aspiracional o que siguen en el olvido indígenas y campesinos que ven en el cultivo de drogas una forma de supervivencia.
Sí, “algo va mal” cuando hacemos de la violencia y la muerte una normalización que también aqueja al medio periodístico. ¿Cuántas veces no nos hemos sorprendido a nosotros mismos hablar del pozolero en tono de broma; de los migrantes esclavizados como una situación normal; de la corrupción y de la impunidad como algo inevitable; de fosas clandestinas con cientos de cuerpos sin identificar, de descuartizados y decapitados sin rubor?
“Algo va mal” si ya no nos sorprende que estén asesinando a periodistas, defensores de derechos humanos, activistas sociales o que desaparezcan sin que las autoridades hagan algo.
Sí, “algo va mal” si de nuestra memoria borramos el registro de que desde hace casi siglo no había habido tanto muertos, desparecidos, desplazados, heridos, viudas, huérfanos y discapacitados en un periodo tan corto, como en los últimos cinco años.
El pasado 25 de septiembre realicé un trabajo dedicado a las mujeres que integran el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, lo pensé como un homenaje a estas mujeres de todas las edades y clases sociales que con su lucha nos dan una lección de vida; porque del dolor han sacado la fuerza para transformarlo, para sublimarlo en ímpetu y esperanza.
Este trabajo recibió el tercer lugar del Premio Alemán de Periodismo, mientras que otro par de trabajos de Marcela Turati y uno más de Thelma Gómez, tuvieron el primero y segundo lugar respectivamente. Los tres trabajos, coincidentemente hablan de la importancia del trabajo y la presencia de las mujeres en estos momentos de crisis del país. Y es que las mujeres se han convertido en el eje central de la lucha de miles de familias que buscan justicia para sus muertos y que demandan de las autoridades eficiencia para encontrar a sus desaparecidos. También hay hombres, pero son menos, quizá porque las mujeres sienten desde el vientre, desde su carne, la ausencia de sus hijos o de sus esposos.
La voz desgarrada de estas mujeres es la llamada de alerta contra la normalización de la violencia y de la muerte en la que nos hemos metido todos sin excepción. Su incansable lucha, su amor por la vida, su permanente presencia dando consuelo a quien se acerca nos llena de ilusión de que no todo está mal.
Son ellas las que están construyendo la esperanza desde su dolor (quizá por eso la Esperanza es nombre de mujer) y las que en medio de esta crisis nos muestran el camino.
Pero también son ellas quienes se están convirtiendo en blanco de ejecuciones y atentados como en el caso de Julia Marichal, actriz y promotora del movimiento de paz asesinada; o el de Norma Andrade, fundadora de la organización “Nuestras Hijas de Regreso a Casa”, que recibió cinco balazos.
Ante la “normalización” de la violencia, de las ejecuciones y desapariciones forzadas, este grupo de mujeres mexicanas ha levantado la voz rompiendo esa cortina oficial que, al final, sólo sirve al gobierno y los partidos políticos a resbalar su responsabilidad en vísperas de tiempos electorales.
Sea este artículo y los tres reportajes que ganaron el Premio Alemán de Periodismo un homenaje y una llamada de atención para proteger a estas mujeres que de su casa han salido a la calle para convertirse en guerreras para encontrar la paz.
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