JUNTO AL PESEBRE
Como todo en esta vida, la fiesta de la Navidad puede enfocarse de muy diversos modos: El cristiano o el profano; el profundo o el frívolo; el consumista o el espiritual. Cada cual lo hace conforme a sus tradiciones culturales, familiares, y expectativas personales, y como diría mi señor padre: ¡Ni hablar del peluquín!
Sin embargo hoy, desde esa misma libertad de creencia, de la mano con la libertad de expresión, me permito hacer una sugerencia que puede llevarnos a vivir las fiestas de diciembre de una manera más plena: Por una noche, por un día, o por una semana, hagamos algo bueno y totalmente inesperado para alguna persona frente a la cual no tenemos compromiso alguno, partiendo de lo siguiente:
Habitualmente la Navidad es buen momento para expresar nuestro agradecimiento; determinamos cierta partida para la adquisición de presentes que llevan precisamente ese propósito, corresponder a alguien por algo que hemos recibido de su parte durante el año Un gesto de gratitud, sin lugar a dudas una elevada virtud, aunque vale decir que el destinatario no se sorprenderá al recibir el obsequio. La invitación de este domingo es para hacer algo a favor de alguien que no se lo espera en absoluto, y para quien aquel regalo representará una grata sorpresa. Personas sencillas que cumplen puntualmente con su trabajo, a quienes hoy tenemos oportunidad de reconocer de manera especial. No se trata de echar la casa por la ventana, pueden ser elementos muy sencillos como un café caliente, un pan de dulce, o un par de guantes. Algo significativo que le permita a aquella persona pasar un mejor rato, en particular si debido a su actividad está sujeto a las inclemencias del frío.
Otros obsequios igual de sencillos, que no merman en absoluto nuestro presupuesto son una frase cordial, una llamada telefónica, o un cálido mensaje de agradecimiento, para aquella persona que a lo largo del año tuvo un comportamiento inspirador que hoy deseamos reconocer. Dentro de una sociedad el modo de actuar de un individuo tiene repercusiones sobre el resto de personas, y cuando es positivo, nos mejora a todos.
Y es obedeciendo a este mismo mecanismo de interacción que la forma deletérea de actuar de determinados ciudadanos ha hecho lo suyo para que todos hayamos vivido un
año difícil; las acciones de un individuo, o de un grupo de ellos, cuando atentan contra la integridad de otros rompiendo la armonía general, han significado para todos la percepción de un ambiente tenso, con olor a muerte, que en mayor o menor grado desinfla los ánimos del más entusiasta. Entonces, ¿por qué no aprovechar esta ocasión para iniciar nosotros, desde nuestra posición de personas pacíficas, una ola de emociones positivas y gratas que saneen el ambiente?
Se los dejo como propuesta: Podemos pasar unas fiestas consumistas comprando, gastando, regalando, aplicando las matemáticas en el toma y daca, muchas de las veces para terminar enojados, considerando que no fue justo el intercambio, ¡ah, pero eso sí! terriblemente gastados para enero.
…Podemos pasar una Navidad en éxtasis religioso, en una comunión de Dios conmigo, a punto de la levitación dentro del templo, recibiendo gozosos lo que Dios nos da, pero sin despegar los brazos de los costados para compartir, o quizás llegando al grado de mirar con indiferencia, o desprecio a quienes nos rodean.
…O bien podemos emprender un espíritu renovado, alegre y generoso, dispuestos a dar un poco de nosotros mismos en ese propósito de sorprender gratamente a quien menos lo espera con una llamada, un abrazo, una tarjeta personalizada, un platillo caliente… Recordemos que Jesús vino al mundo para salvarnos a todos; hasta la fecha nunca nos ha pedido credenciales para determinar si somos o no dignos de su perdón. Precisamente optó por la cuna más humilde para que pudieran aproximarse confiados a ella ricos y pobres; sabios y sencillos; potentados y niños pequeños. Él nos recuerda en esta fecha que la grandeza de una persona no está en la marca de su ropa o de su carro ni en su cuenta bancaria, sino que se halla muy dentro de su corazón, y se manifiesta en los pequeños actos de cada día, ésos que alejados de la luz pública, representan el sello más fidedigno de los contenidos del corazón humano.
En nosotros está decidir cómo vivimos las fiestas y cómo terminamos el año. Estamos en un país que pese a los problemas sociales de los últimos tiempos nos sigue otorgando libertad para elegir cómo actuar, además de que en nuestro fuero interior finalmente no reina otra que no sea nuestra propia voluntad.
Felices fiestas para todos, y que el espíritu de Jesús Niño nos inspire y acompañe hoy y siempre, para bien de nuestra patria….
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