domingo, 17 de noviembre de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo

CANTO Y VIDA
En su sexta edición, La Ciudad de las Ideas se consolida como un evento de gran relevancia en México, el cual busca proyectar mentes brillantes y corazones generosos.   Aunque para mi gusto son demasiados ponentes extranjeros, y quisiera ver que participaran más nacionales, no dejo de reconocer que el objetivo final de sus organizadores se cumple año con año.
   Dentro de las ponencias en esta oportunidad, me sorprendió la del autor y compositor Eric Whitacre, cuyo logro más conocido a nivel mundial es la creación del coro virtual “Lux Aurumque”, mismo que por cuarto año consecutivo nos ha cautivado con la  interpretación en la red, de voces provenientes de todos los puntos del orbe.
   En esta ocasión Whitacre recogió el sentir de los más de ochocientos participantes de su coro virtual, que  resumió en tres puntos: 1) El deseo de comunicarse con otros seres humanos; 2) El desafío de lograr algo que tal vez ni ellos mismos se plantearon llevar a cabo, y 3) Sentir que pertenecen a algo superior, que está por encima de su propia persona.
   Estos conceptos  invitan a la reflexión frente  a dos problemas que parecen dispararse a nivel mundial: La depresión y el suicidio.  Es casi imposible querer abordarlos como tópicos separados, cuando a todas luces guardan una estrecha relación.  Ahora bien, partiendo de esa lógica, habría qué buscar un origen común para ambos.
   El postmodernismo se sitúa como un fenómeno propio del tercer milenio, aún cuando sus orígenes reales están dados desde mediados del siglo pasado.  Como bien lo señala Kenneth J. Gergen, vivimos una época en la cual nada es mal visto, o sea, hay tolerancia para cualquier conducta, cualquier actitud, lo que nos ha llevado a toparnos con no pocos problemas.   Comenzando allá por los años sesenta con el consumo de la marihuana, y poco después con la utilización de la píldora anticonceptiva, arrancó una corriente de pensamiento que induce conductas permisivas en casi todos los aspectos de la vida.
   Hoy en día una transexual puede dejarse crecer el bigote, un varón puede depilarse todo el cuerpo, o una jovencita puede teñirse el cabello de mil colores.  Cualesquiera de ellos enfrentarán poco o ningún rechazo por su conducta.  Claro que hablando de derechos humanos es un gran logro, sin embargo el niño que viene creciendo en un ambiente de tanta libertad, dentro del cual no se marcan límites para su proceder, termina por sentirse aislado.
No se da esa identidad que proporciona el grupo, ni enfrenta mayores desafíos por vencer, “puesto que todo está bien”.
   Quizás ello contribuya en gran medida a que este jovencito comience a deprimirse, y a refugiarse en la pantalla de su aparato electrónico.  Como bien lo menciona en un reciente artículo la maestra Rosaura Barahona, es alarmante la manera  dolorosa al extremo como una joven veracruzana entabla un monólogo con su pantalla antes de quitarse la vida, mostrando “al mundo” que la habrá visto en redes sociales cómo planeaba suicidarse, hasta que finalmente lo lleva a cabo.
   Necesitamos asumir que el costo emocional de un sistema que no pone límites en lo absoluto, se paga a un precio muy elevado, sobre todo tratándose de nuestros niños.  Quizá puedan surgir grupos, como los ha habido de “darketos” y “punks”, pero finalmente son tribus urbanas que cubren a medias ese tan necesario sentido de pertenencia, dado que crecen de manera marginal dentro del grueso de la sociedad.  Son los inadaptados que siguen causas que otros no comprenden, y aun cuando en su momento de estos grupos surgió un Sartre, un García Lorca o un Oscar Wilde, los tiempos actuales propician más la recepción de contenidos que la creación, por lo que la creatividad no se da con tanta soltura como en otros tiempos. Inclusive tenemos cierto temor a elaborar un criterio propio; estamos más sujetos a lo que digan otras personas o los medios para formar nuestra propia opinión.
   Retomando las necesidades a las que llegó Whitacre con su encuesta: El ser humano tiene como necesidad fundamental el sentido de pertenencia; hacerse de conductas o signos externos que provean para él una identidad; sentir que hay un grupo que  lo acepta y lo protege.

   Lo segundo, ese plantearse un desafío para crecer es algo que de  se contrapone a lo que muchas veces sienten los hijos, que les allanamos demasiado el camino  demasiado antes de que lo pisen, sin tener oportunidad de probarse a ellos mismos.  Y finalmente, asunto clave en estos tiempos: De alguna manera el consumismo va de la mano con “tener para ser”, dejando de lado el concepto de algo que va más allá del bolsillo, que nos impulse a  trabajar con pasión por una causa que está por encima de nosotros mismos. 

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