domingo, 3 de junio de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

ANTÍDOTO DEL MIEDO
Fui invitada por un grupo de entusiastas preparatorianos para hablar  acerca del arte. Por obvio de tiempo se quedaron varias cosas en el tintero,  mismas que quiero abordar aquí.  Frente al grupo de estudiantes diserté sobre el arte como un recurso para el autoconocimiento, monólogo íntimo mediante el  cual se puede explorar el impacto que el mundo exterior genera en nosotros.  En lo personal es un  espejo que refleja mis estados de ánimo, con miras a entenderlos. Esas grandes interrogantes que el mundo genera en mi persona, se van resolviendo a través de la creación literaria.
     Nos toca vivir tiempos caóticos.  Vamos en una embarcación que parece haber extraviado su compás marítimo en plena tormenta, y a ratos pierde puerto. Los valores tradicionales languidecen frente a elementos que se anuncian como vigentes, tales como la ambición, el poder o la violencia.  Hemos desarrollado una sociedad  altamente competitiva, que  nos obliga a medirnos frente a los demás.  En esto  no hay términos medios, o eres el mejor o no cuentas; la presión social así nos lo hace creer. Este estilo de vida habrá de cobrarnos  factura en algún momento más delante.
     A causa del estilo de vida actual hay grandes necesidades humanas que se quedan sin ser satisfechas, entre ellas la comunicación, el sentido de pertenencia, y la trascendencia. Le tenemos pánico a la soledad, la identificamos como un estado de aislamiento insufrible, y no  como una excelente oportunidad para desarrollar la creatividad.  La creación artística necesita de la soledad para expresarse.
     El antídoto del miedo es la creación.  Correr el riesgo de expresar en el arte  aquello que sentimos, nos salva del anonimato en medio del tumulto exterior. Mediante  la creación o  la apreciación, dialogamos con nosotros mismos a través de  la  obra de arte.  Nos pone en condiciones de alejarnos para  hacer una lectura de lo propio, y establecer un orden interno como respuesta al caos del exterior.
     El arte es recogimiento de uno consigo mismo frente a la creación.  Se trabaja estando enfocados en crear, no pensando en el destinatario final de la obra. Todo arte concede libertad al creador, sin embargo, para cumplir con el cometido de expresar  ideas y  estados de ánimo propios, se requiere aprender una técnica que nos permita comunicarnos con quien la tenga frente a sí.  Una improvisación puede ser genial, pero nunca podrá compararse con la obra que es producto de la maestría, de un artista que se ha preparado.  Uno de los casos más ilustrativos es el de Pablo Picasso.  Quien sólo conoce su obra cubista podrá pensar que sus cuadros son simples ocurrencias.  Hay que estudiar las distintas etapas del pintor para entender que la transgresión de las formas establecidas, que lleva a cabo en su etapa cubista, significa la  ruptura con la pintura tradicional que ya tiene dominada a la perfección desde antes.   Lo mismo sucede con la poesía, no puede haber verso libre si antes no se domina la rima, la métrica y el ritmo de la creación poética.
     Movimientos de ruptura dentro del arte los ha habido.  Dos ejemplos de principios del siglo pasado son el Dadaísmo europeo y el Estridentismo mexicano. Se trata de  artistas que rompen con lo tradicional como una forma de rebelarse ante el caos del exterior. Estos movimientos se dieron  en Europa al término de la Primera Guerra Mundial, y en México al concluir la Revolución Mexicana.  Definitivamente lo que sucedía alrededor de esos artistas impactó su forma de expresarse, y fue justo el escape emocional proporcionado por el arte, lo que  mantuvo a la gran mayoría de ellos, a salvo de la enajenación.
     El arte es un elemento necesario para entenderse  uno mismo. En Francia el filósofo Gilles Lipovetsky  ha conseguido que se convierta en  materia obligatoria desde los niveles de  educación elemental, como una valiosa herramienta de apoyo emocional.  Por su parte el escritor Daniel Pennac la considera como la pieza indispensable, --junto con la curiosidad--, para fomentar el placer por aprender, tan necesario en el proceso de enseñanza.  No se trata de someter a la fuerza, sino de seducir con dulzura.  Pennac habla además, de la figura de los  “passeurs” o facilitadores,  encargados de transmitir contenidos de una generación a la siguiente, y así  preservar el patrimonio de un grupo.
     El consumismo nos vuelve interdependientes. Dejamos nuestra condición de humanos íntegros para convertirnos en  clientes  de un sistema que continuamente está fabricando nuevas necesidades para nosotros.   Una forma de  zafarnos de ese círculo vicioso se llama “arte”,  diálogo de mí conmigo frente al caos del exterior; antídoto del miedo; autoafirmación que  salva del anonimato y  permite trascender.

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