Fotografiar el cuerpo sin vida de un familiar constituyó una costumbre que hoy en día nos genera disgusto o repulsión, tuvo sin embargo elementos socio-culturales que la convirtieron en práctica aceptable y pudiera decirse, hasta frecuente.
Las técnicas fotográficas de la segunda mitad del siglo diecinueve implicaban tiempos prolongados para realizar la toma, de hasta veinte o treinta minutos en el caso del daguerrotipo, lo que excluía la posibilidad de fotografiar un niño pequeño, que por naturaleza no podría permanecer inmóvil durante ese período de tiempo.
Surgió la variante de la madre cubierta en la cual la madre se acomodaba junto a sus hijos, sosteniendo al más pequeño en brazos, para de esta manera mantenerlos quietos durante la prolongada toma.
Técnica de la madre cubierta. |
Por esta última razón era común que siendo ya adultos, los ciudadanos de aquella época contaran cuando mucho con un par de fotografías tomadas a lo largo de su vida. El viaje sin retorno que la muerte impone marcó pues la última oportunidad para contar con la imagen del ser amado que ahora partía al más allá.
En esta época de fotografía digital, transportarnos a esos tiempos constituye todo un ejercicio de imaginación, una aventura. M.C.
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