domingo, 14 de enero de 2018

Poesía de Norberto De la Torre


Un poema se construye con desperdicios, con la materia informe o putrefacta, con la sombra de una realidad que nace y el olor de los cirios en noviembre, con el eco. Para escribir un poema es necesario huir del poema, de las formas cerradas del discurso. Un poema es un ensayo, libre fluir de las palabras, salto del sentido hacia el silencio. Un poema es un teléfono que suena en la quietud de una casa vacía, una gota de miel en la despensa, los pasos de un gato entre las sombras, también el dolor que mana de la herida, la luz del rayo contra un cielo nocturno, el sonido que anuncia los desastres. Es imposible escribir un poema, las palabras no pueden aprehender la forma definitiva de la flama ni del agua. Casi ningún poema da en el blanco, si acaso, algunas líneas pegan cerca. El centro de la diana se oculta, inevitablemente, en el misterioso latir de lo indecible.
     Encuaderno todas mis cartas y pongo los legajos en las bancas del parque, los olvido en oficinas, en tiendas, sobre la mesa de una cafetería. Los regalo a los ciegos. También meto algunas hojas en botellas y las arrojo al agua que corre junto a las aceras, la que baja por las calles en los días de tormenta. Los deposito en el lecho seco de los ríos. Todo con la finalidad de que un lector eventual pueda ser testigo de mis torpezas, y de hallar el camino más sereno hacia la tumba.
     Cada palabra es el eslabón de una cadena con la que pretendo capturar un referente insólito; un tigre dormido en el quiosco de la plaza de armas; un buitre posado, como una paloma, en la punta del asta; una hiena parda que recorre silenciosa los pasillos del claustro; un verdugo que decapita incansable con el minutero de un reloj gigante. Sin embargo, todo está dicho, la más ínfima partícula de la realidad se oculta tras un nombre. La esencia es una mancha sepia que se borra, un suspiro, una capa finísima de nada que une el sustantivo con la cosa. Por eso no tiene caso llenarte de palabras, sólo describirte la forma en que reptan las estrellas en el agua y el sonido apagado de una piedra que descubre la profundidad del pozo.

Norberto De la Torre, S.L.P. (1947).
Tomado del blog "Un poema al día" de Felipe Garrido.

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