Sigiloso inicia diciembre en Villa Unión.
Los patios escolares se hallan solos,
si acaso habitados por los ecos
de zozobras viejas que, del olvido
regresan con su ferocidad de lobos
a devorar las risas infantiles.
Calles desiertas.
Las miradas siguen los pasos del silencio
--agazapadas--
tras los visillos, las puertas entreabiertas y las tapias.
Mirando sin ser vistas, azuzadas liebres,
Prestas a emprender la huida al menor estruendo.
Villa Unión dejó de lado para siempre
Su candor pueblerino.
Es una más de las tierras que la muerte
Tatuó para la historia.
